SEBASTIÁN
Apenas tuve tiempo de pasar por mi casa. Entré rápidamente, con la mente todavía atrapada en las últimas horas. Me duché, dejando que el agua caliente cayera sobre mí mientras intentaba ordenar mis pensamientos. Pero incluso en medio del silencio del baño, su imagen seguía presente. Sofía.
Su rostro, sus palabras, su risa... todo estaba grabado en mi mente, como si cada momento con ella hubiera dejado una huella imposible de borrar. Me cambié rápidamente, poniéndome un traje que Santi había dejado preparado la noche anterior, y bajé al auto.
Santi ya estaba esperándome, como siempre, pero esta vez había algo diferente en su mirada. Desde que salimos, no dejaba de observarme por el retrovisor, como si intentara descifrar algo. Al principio lo ignoré, concentrándome en revisar algunos correos en mi teléfono, pero su persistencia eventualmente me sacó de quicio.
—¿Algo que quieras decirme, Santi? —pregunté finalmente, sin apartar la vista del teléfono.
Lo escuché soltar una leve risa, una que me hizo levantar la mirada.
—No, señor. Solo estaba pensando en cómo fue su noche... aunque creo que ya sé la respuesta.
Fruncí el ceño, cerrando el correo que estaba leyendo antes de mirarlo fijamente.
—¿Qué crees saber?
—Todo, señor. Llevo años trabajando con usted. Sé cuándo algo importante sucede en su vida. Y anoche no fue la excepción.
No dije nada al principio, dejando que el silencio llenara el auto mientras observaba cómo los edificios pasaban rápidamente por la ventana. Pero eventualmente, algo en mí cedió. Sabía que, si había alguien con quien podía hablar, era Santi.
—Estuve con ella anoche —admití finalmente, mi voz baja pero firme.
Santi asintió lentamente, sin apartar la vista del camino.
—Lo imaginé.
Me recosté en el asiento, dejando escapar un suspiro mientras pasaba una mano por mi cabello.
—Fue diferente, Santi. No fue como las otras veces. Con ella... todo se siente más intenso, más real.
—¿Y eso lo preocupa?
Lo miré de reojo, sorprendido por la pregunta.
—Por supuesto que me preocupa. Ella es joven, tiene toda una vida por delante, y yo... yo no sé si puedo darle lo que necesita.
Santi se mantuvo en silencio por un momento antes de responder.
—¿Y qué necesita, señor?
—Alguien que no esté lleno de dudas. Alguien que pueda darle estabilidad, que no la haga cuestionarse todo.
—¿Y usted cree que no puede ser ese alguien?
Me quedé callado, mirando nuevamente por la ventana mientras las palabras de Santi resonaban en mi mente.
—No lo sé —dije finalmente, mi voz apenas un susurro—. Pero no quiero alejarme de ella. No puedo.
Santi soltó una leve risa, sacudiendo la cabeza.
—Eso lo entiendo perfectamente, señor. He visto cómo la mira, cómo cambia cuando está con ella. Si me permite decirlo, no creo que ella quiera a alguien más. Parece que ya lo ha elegido a usted.
Sus palabras me golpearon con fuerza, pero también con una extraña sensación de alivio. Sabía que tenía razón. Sofía había sido clara en lo que sentía, y era mi turno de decidir si estaba dispuesto a enfrentar lo que eso significaba.
Cuando finalmente llegamos a la oficina, Santi se giró ligeramente hacia mí antes de que saliera del auto.
—Señor, una última cosa. No piense demasiado. A veces, lo correcto no siempre es lo más lógico.
Lo miré fijamente, asintiendo lentamente antes de bajar del auto. Sus palabras se quedaron conmigo mientras cruzaba el vestíbulo de la empresa, listo para enfrentar otro día lleno de reuniones y responsabilidades.
Pero esta vez, había algo diferente en mí. Por primera vez, estaba dispuesto a dejar de lado las dudas y darme una oportunidad con Sofía.
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Llámame Daddy
RomanceDespués de ser humillada públicamente por Javier, el chico más popular de la universidad, quien divulga una foto comprometida de ella, Sofía decide desquitarse de la manera más atrevida posible. Atrapada entre la burla y el desprecio, transforma su...