El aroma de Liam le invadió la nariz apenas abrió la puerta de la entrada, incluso a través del olor de la comida que estaba preparando. El alfa estuvo fuera un par de días por trabajo y, en esos días, suponía que su sensibilidad olfativa había decidido aparecer. Era el celo, por supuesto. Estaba cerca, un día o dos cuando mucho, aunque había aprendido a no confiar en sus suposiciones. Ya sentía un poco el cansancio y el dolorcito inconfundible en la parte baja de la espalda.
Aun así, estaba agradecido. Si lo comparaba con el agotamiento insoportable que solía tener por días y las punzadas de dolor que no se quitaba con nada, sus celos actuales parecían el paraíso. El aroma de Liam, además, era conocido para él, familiar, confortante. Incluso las muchas, muchas veces que había marcado a Zayn en su presencia, no le resultaba abrumador o incómodo. Tendría algo que ver con la convivencia, suponía. Con la confianza, con sentirse protegido también por él. Le gustaba pensar que el motivo era el ser familia. Y deseaba también, con todo su ser, que eso fuera suficiente.
- ¿Hola?
- En la cocina, Li.
- Louis dijo que debías estar descansando.
Era él quien lucía cansado. Se había quitado ya el abrigo y los zapatos. Cuando se acercó, de pronto le llegaron como un golpe todos los aromas que tenía encima. Olía a la gente del tren y de la calle y de quién sabe dónde más. Se cubrió la boca y la nariz con una mano, dando un paso hacia atrás, esquivando su abrazo.
- Ufff... lo lamento, Li.
- ¿Qué pasa? ¿Huelo...? - El alfa se olfateó a sí mismo, avergonzado.
- No, no hueles mal. O sea, no hueles mal tú, sólo... hueles a gente.
- A gente... ya, disculpa. Voy a ir a quitarme esto.
Abrió un poco la ventana de la cocina, arrepintiéndose casi de inmediato. El aroma se fue, por supuesto, pero a cambio, el frío se le coló dentro del suéter por el cuello y las muñecas. La cerró de nuevo y acercó las manos a la sartén que tenía en el fuego, intentando recuperar el calor. Londres estaba en medio de un frente frío, las temperaturas habían bajado esa semana y, aunque las últimas noches habían sido muy frías, la realidad es que dormía delicioso en su nuevo nido.
Se le erizaba la piel al pensar en lo que ese nido significaba. Nunca, pero nunca pensó que podría tener un nido sin avergonzarse. Hasta antes de mudarse con Louis, el único nido que se permitía, eran un par de mantas y algunas almohadas en el baño de su habitación, estrictamente durante su celo. Aun podía recordarse encerrado ahí, con las baldosas frías y duras contra su espalda, ocultándose por miedo, pero también por vergüenza.
Su alfa no sólo fue comprensivo desde el principio con una de sus mayores inseguridades, sino que la había abrazado y hecho suya. Lo que había comenzado con hacerse el tonto y dejarle ropa con su aroma lo días previos a su celo, había terminado con un nido permanente, esponjoso, lleno de almohadones y oculto debajo de un dosel. Era su lugar favorito del universo, incluso cuando apenas y tenía unos días existiendo. Representaba a su alfa aceptándolo tal y como era y amándolo incondicionalmente.
Era, también, el lugar en el que Louis le había pedido que se casara con él. Casi por instinto, buscó por encima de la ropa la pequeña perla que le adornaba el pecho. La amaba, era perfecta. Era simple y hermosa y colgaba justo a la altura de su corazón. "Es donde te sentí por primera ves y donde quiero sentirte para siempre". Se lo había soltado como si le dijera cualquier cosa. Incluso se atrevió a disculparse a la mañana siguiente por no haber hecho "algo especial". Su alfa a veces no se daba cuenta que era experto en aflojarle las piernas, que era romántico en la forma más auténtica e inesperada. ¡Le había escrito dos libros completos, por Dios! Además, no se le ocurría un mejor lugar para prometerse una vida amándose, que ese nido. Ni se le ocurrían mejores palabras, que las que le salieron del alma.
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No Lie In His Fire
FanfictionLouis no esperaba que esa fuera la última vez que pudiera volver a casa. Pero ¿qué otra opción le quedaba? No podía estar bajo el mismo techo que Harry. Nunca. Con el fuego quemándole por dentro, se despidió por primera vez de ese omega a quien le p...