Lo despertó una punzada de dolor que le atravesó el vientre y la espalda baja. Le había dolido demasiadas veces como para no reconocerla. Se sentó encorvado, intentando retrasar la explosión que sabía que venía. La piel le hervía y tenía la mente abrumada. Todo parecía demasiado: el sonido del viento contra las ventanas, la luz de la lámpara brillándole en las pupilas, el roce de las sábanas, las gotas de sudor resbalándole por el cuello, la tortura palpitante entre sus piernas. Apretó los ojos con miedo, sopesando la opción de esconderse. Podría hacerlo... ocultarse en el baño, tal vez apagar las luces y cubrirse los oídos con las manos. Si se mantenía consiente un momento más, podría ponerse a salvo.
- ¿Pequeño? ¿Estás bien?
La voz de su alfa lo trajo de vuelta. Habría saltado, si no hubiera estado tan concentrado en no moverse. De pronto, además de todas las cosas que percibía, estaba el aroma de Louis colándose entre el caos que traía dentro. ¿Cómo no lo había notado antes? Parecía cubrirlo. Respiró hondo, dos, tres veces, sintiendo cómo el terror menguaba un poco y todo parecía ligeramente menos abrumador. Como pudo, negó con la cabeza, intentando concentrarse lo suficiente para pedirle que se acercara, para decirle que lo necesitaba a su lado, que tenía miedo. Sin embargo, le era cada vez más difícil mantenerse centrado.
No fue necesario que abriera la boca, ni siquiera que levantara la mirada. Louis pasó un brazo por su cintura y otro bajo sus rodillas, arrastrándolo hasta tenerlo entre sus piernas. Sin perder un segundo, le quitó la camiseta que se pegaba a su espalda, bañada en sudor, deslizó los shorts y su ropa interior por sus piernas con agilidad y lo pegó a su pecho, abrazándolo con fuerza.
- Todo está bien, amor. Estás bien, estás seguro.
Louis parecía repetirlo una y otra vez, mientras sostenía su rostro contra su cuello y le acariciaba el cuerpo. Sus dedos recorriéndolo se sentían como llamas contra su piel, pero no era capaz de formar un solo pensamiento coherente. Como cada vez, sentía que su mente dejaba de pertenecerle y su cuerpo dejaba de obedecer. Por momentos sentía a Louis y por momentos se hundía en una desesperación dolorosa que no podía controlar.
- Hey, mírame, Harry. Un segundo. - Murmuró, sonando afligido, quitándole de la frente los mechones de cabello pegados por el sudor. Abrió los ojos y sólo al ver todo borroso y distorsionado, se dio cuenta que había estado llorando. - ¿Estás aquí? ¿Estás conmigo?
- Alfa...
- Bien, escúchame, por favor...
- Tengo miedo. - Balbuceó, aferrerrándose a uno de sus brazos, clavándole las uñas con desesperación. - No te vayas.
- Harry, no me iré, te lo prometo. Voy a estar aquí, contigo. Nada está sucediendo, estás seguro.
- Alguien puede... - Inició, con la piel erizándosele sólo al considerar la posibilidad de encontrarse vulnerable frente a otro alfa. - Alguien...
- Nadie, omega. - Dijo Louis sosteniendo su rostro y obligándolo a verlo a los ojos. - Nadie. Yo estoy aquí para hacerme cargo de ti, para protegerte. ¿Confías en mí? - Asintió con total certeza, incluso por encima de su miedo. - Entonces sabes que no voy a dejar que nada te pase.
Se perdió por ratos acurrucado contra él, con el cuello expuesto hacia un lado, mientras Louis lo sostenía. No había dejado de repartir mordidas por su piel y su aroma lo cubría entero, era como si fuera lo único que entrara a sus pulmones. Por un lado, se iba sintiendo cada vez menos alerta, menos inquieto, dejándose llevar y dejándose hacer. Por el otro, la tensión que había desaparecido en sus hombros, se había mudado a su vientre, recibiendo tenues corrientes eléctricas entre las piernas cada que sentía los dientes de su alfa raspar su piel. Seguía ardiendo lentamente, como una brasa que lo consumía desde dentro, pero lo único que sentía era un dolor sordo que volvía como una ola, una y otra vez. Cerró los ojos, arrullado por el gruñido leve que vibraba en el pecho de Louis, por el calor de su piel y por los suaves pellizcos en su cuello.
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No Lie In His Fire
FanfictionLouis no esperaba que esa fuera la última vez que pudiera volver a casa. Pero ¿qué otra opción le quedaba? No podía estar bajo el mismo techo que Harry. Nunca. Con el fuego quemándole por dentro, se despidió por primera vez de ese omega a quien le p...