capitulo 27

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Zuko y los niños observaban al dragón con impaciencia, esperando a que aterrizara lo más rápido posible, Pero se estaba tomando su dulce tiempo.

El gran dragón rojo, tan majestuoso como se lo imaginaba, con un rugido poderoso que resonó por casi todo el palacio, comenzó a descender.

Sus alas se extendieron majestuosamente, creando una ráfaga de viento que hizo que el cabello de todos los presentes se agitará con fuerza.

Zuko se colocó una frente a su cara para protegerla de los fuertes vientos, con el corazón latiendo con fuerza mientras observaba cómo la maravillosa criatura aterrizaba suavemente en el patio de entrenamiento, levantando pequeñas nubes de polvo a su alrededor.

Cuando el dragón finalmente tocó tierra, la tensión en el aire se volvió palpable.

Zuko dio un paso adelante, su mirada fija en la figura que emergía de la espalda del dragón.

Sus pequeños aparecieron rápidamente, Shouto con Izumi apretada en sus brazos.

Los ojos de Shouto estaban llenos de lágrimas, y su rostro mostraba una mezcla de alivio y desesperación.

—¡Papá! —Gritó Shouto, corriendo hacia Zuko con una velocidad que solo un niño emocionado podría tener.

Zuko sintió que su corazón se detenía por un momento y sin pensarlo dos veces, se agachó y abrió los brazos, recibiendo tanto a su hijo como a su bebé con un abrazo apretado.

Shouto se lanzó a sus brazos, sollozando mientras Zuko lo envolvía con fuerza, como si temiera que se desvaneciera de nuevo.

—¡Estás aquí! ¡Estás aquí! —repetía Shouto entre lágrimas, aferrándose a su padre con toda su fuerza.

—Lo siento, lo siento tanto, Shouto —susurró Zuko, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a brotar de sus propios ojos. —No debí dejar que esto sucediera. Nunca debí dejar que te llevaran.

Izumi, en los brazos de su hermano, miraba con ojos grandes y asustados, pero al ver a su padre, una sonrisa comenzó a formarse en su rostro, la dulce pequeña no sabía mucho sobre el martirio por el cual habían pasado, ella estaba simplemente muy feliz de ver a su padre de nuevo.

Zuko se inclinó un poco para acariciar la cabeza de su pequeña hija, sintiendo una oleada de amor y alivio de verlos a ambos a salvó.

Papá. -Chillo Izumi con su voz sonando increíblemente fuerte e infantil.

—Estás a salvo, mi dulce Izumi. Estás a salvo —murmuro Zuko, su voz temblando mientras la abrazaba con una mano, mientras con la otra sostenía a Shouto.

Los demás niños, Fuyumi, Natsuo y Touya, se acercaron rápidamente, sus rostros reflejando una mezcla de alivio y alegría al ver a sus hermanos a salvo.

Fuyumi, con lágrimas en los ojos, se unió al abrazo, envolviendo a Shouto e Izumi en su calidez.

—¡No puedo creer que estén aquí! —exclamó Fuyumi, su voz temblando de emoción. —Estábamos tan asustados.

—¿COMO LOGRARON ESCAPAR? ¿Están bien? —preguntó Natsuo, su tono estaba lleno de preocupación.

Agnii. Estáis a salvó, Shouto, Izumi me tenían tan preocupado. -Exclamó Touya mientras abrazaba a sus dos hermanos con fuerza. -Estais aquí y estáis bien.

Zuko se separó un poco de sus hijos, mirando a cada uno de ellos con una mezcla de amor y cariño, acercó a los otros tres y los abrazo con fuerza.

Mis increíbles y fuertes niños -Susurró Zuko mientras los abrazaba y miraba al cielo. -Me alegro tanto que esteis bien.

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