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Era el último año en Hogwarts, y algo en el ambiente parecía diferente. Los estudiantes del séptimo curso estaban enfocados en sus estudios finales, pero había una tensión flotante en el aire. No era solo por los exámenes, sino por un conflicto interno entre dos de las estudiantes más brillantes y, curiosamente, más opuestas: Hermione Granger y Pansy Parkinson.

Hermione había pasado los últimos seis años conviviendo con la rivalidad que Slytherin y Gryffindor siempre habían mantenido. Para ella, Pansy Parkinson había sido una de las personificaciones de todo lo que no soportaba: altiva, cruel, y siempre dispuesta a lanzarle miradas mordaces. Por su parte, Pansy veía en Hermione a la sabionda que no dejaba de ganar elogios, la "sangre sucia" que desafiaba a las puras tradiciones de los magos.

Sin embargo, el tiempo lo cambia todo, y con la paz que había traído el fin de la guerra contra Voldemort, ambas casas se veían obligadas a trabajar juntas. Por desgracia, una de las asignaciones del último año las emparejó en un proyecto de pociones avanzado. La sorpresa de ambas fue palpable cuando Slughorn las llamó y dijo: "Pansy y Hermione, estarán trabajando juntas en este proyecto. Necesito que investiguen una poción compleja, algo que requiera paciencia y cooperación".

Al principio, ninguna de las dos estaba encantada con la idea. Pansy bufó y lanzó una mirada a Hermione, quien respondió con un suspiro frustrado. A regañadientes, empezaron a trabajar en la biblioteca de Hogwarts, siempre con una distancia segura entre ellas, intercambiando las mínimas palabras necesarias. Sin embargo, con el paso de los días, algo inesperado comenzó a suceder. Las discusiones mordaces que solían tener se suavizaron. Y entre los libros y las calderas, empezaron a descubrir que tenían más en común de lo que creían

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