Una noche, mientras volvían de otra patrulla, Pansy se detuvo de repente, mirando a Hermione con una expresión que no había mostrado antes, una mezcla de duda y vulnerabilidad
-No sé cuánto tiempo más podré mantener esto en secreto -admitió en un susurro-. No es solo por los demás, es porque... siento que estoy traicionando a quien solía ser.
Hermione se detuvo también, volviendo su atención completamente hacia ella. Entendía lo que Pansy estaba diciendo. En su propio camino hacia aceptarse mutuamente, había tenido que derrumbar muchas barreras que llevaba construyendo durante años. Sabía que para Pansy era aún más difícil, habiendo sido criada en una casa y una familia que valoraba el linaje y el orgullo por encima de todo.
-No estás traicionando a nadie -dijo Hermione con voz suave pero firme-. Estás cambiando, creciendo. Eso no es traición, es ser fiel a lo que sientes. ¿No es eso lo más importante?
Pansy suspiró y asintió lentamente. Sabía que Hermione tenía razón, pero la presión que sentía sobre sus hombros no era fácil de soportar. Las miradas de los Slytherin, especialmente de Draco, empezaban a ser cada vez más incisivas. El propio Draco se había enfrentado a ella en varias ocasiones, queriendo saber qué estaba sucediendo.
-¿Granger? -preguntó un día con incredulidad-. ¿De verdad, Pansy? ¿Qué demonios está pasando?
Pansy había hecho todo lo posible por evitar el tema, pero la relación con Draco se volvía más tensa con cada día que pasaba. No era solo su amigo; era alguien que la había visto crecer, que compartía muchas de las mismas creencias tradicionales sobre la pureza de la sangre y las rivalidades entre las casas. No entendía lo que estaba ocurriendo, y eso le generaba una mezcla de enfado y desconcierto