Las semanas siguientes serían un desafío, pero si algo era seguro para Hermione, era que lucharían por lo que tenían, sin importar los obstáculos que se interpusieran en su camino.
El tren desapareció en la distancia, dejando a Hermione sola en el andén cubierto de nieve. Mientras regresaba a Hogwarts, sus pensamientos giraban en torno a Pansy. La incertidumbre sobre cómo reaccionaría la familia Parkinson hacía que su mente no dejara de generar posibles escenarios, cada uno más angustiante que el anterior.
Los días que siguieron fueron difíciles. Hermione se mantuvo ocupada en la casa de sus padres, leyendo y estudiando, intentando distraerse de la sensación de vacío que le dejaba la ausencia de Pansy. Sus padres notaron que algo estaba pasando, pero Hermione no compartió los detalles. La situación era delicada, y no estaba lista para hablar de todo lo que sentía.
Al cabo de unos días, llegó la primera carta de Pansy. El corazón de Hermione se aceleró al ver la letra inclinada y precisa en el pergamino, pero a medida que leía las palabras, su preocupación se profundizó