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La luna de miel de Pansy y Hermione fue un sueño hecho realidad, algo que ambas habían esperado con ansias después de los preparativos de la boda y los retos que habían enfrentado para estar juntas. Querían un lugar que les permitiera desconectar del mundo y disfrutar de la compañía de la otra sin interrupciones. Después de mucho pensarlo, eligieron un pequeño y encantador pueblo en la costa de Italia, conocido por sus vistas al mar, sus colinas llenas de viñedos y la tranquilidad que ofrecía.

El día después de la boda, se aparecieron directamente en su destino, una pequeña villa mágica enclavada en una colina con vistas al mar. Desde el primer momento, ambas sintieron que el lugar era perfecto. La brisa marina, el sol cálido y la tranquilidad que las rodeaba creaban el ambiente ideal para relajarse y disfrutar de su recién estrenada vida como esposas.

La villa estaba decorada con sencillez pero con encanto, con grandes ventanales que dejaban entrar la luz del sol y balcones que ofrecían una vista inigualable del océano. Hermione, siempre meticulosa en los detalles, había organizado algunas sorpresas. Nada demasiado elaborado, pero sí detalles que sabía que harían sonreír a Pansy, como una cena a la luz de las velas en la terraza con comida italiana local, y paseos por las playas solitarias al atardecer

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