Todo llegó a un punto crítico una tarde, cuando Hermione y Pansy se encontraban solas en el invernadero, bajo el pretexto de estudiar para la asignatura de Herbología. Las palabras se volvieron innecesarias cuando sus miradas se cruzaron, y, antes de que se dieran cuenta, estaban besándose de nuevo, esta vez con más intensidad que nunca. La pasión contenida durante semanas salió a la superficie, y ambas se dejaron llevar por el momento, ignorando el mundo exterior.Sin embargo, no estaban solas.
Cuando se separaron, un ruido detrás de una de las plantas las alertó. Al girarse, vieron a Draco de pie, con una expresión de incredulidad absoluta en su rostro.
-No puede ser -dijo con voz entrecortada, su semblante transformándose rápidamente de sorpresa a furia.
Hermione y Pansy se quedaron congeladas, el corazón latiéndoles a mil por hora. Sabían que no había forma de explicarle a Draco lo que estaba sucediendo, y el hecho de que él las hubiera visto en un momento tan íntimo significaba que el secreto estaba a punto de salir a la luz.
-Draco... -comenzó Pansy, dando un paso hacia él, pero él levantó una mano, deteniéndola.
-¿Esto es lo que has estado haciendo todo este tiempo? ¿Con Granger? -su voz era cortante, llena de resentimiento-. No puedo creerlo, Pansy.
Hermione sintió una oleada de culpabilidad por lo que esto estaba causando entre Pansy y Draco, pero al mismo tiempo, una parte de ella se sintió irritada por la reacción de él. ¿Por qué debía importar tanto a quién amaba Pansy? Pero, claro, sabían que en el mundo de los Slytherin, y especialmente en el de Draco, esto iba mucho más allá de una simple relación entre casas rivales.
-No tienes derecho a juzgarme, Draco -dijo Pansy, su tono firme a pesar del nerviosismo que sentía-. Esto es lo que quiero. Esto es lo que siento.
Draco las miró a ambas, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. Finalmente, con una mirada de desdén, se dio la vuelta y salió del invernadero sin decir una palabra más