Selló la carta y envió la lechuza antes de que pudiera cuestionarse. Sabía que lo que estaba haciendo era arriesgado, pero también sabía que no podía quedarse de brazos cruzados mientras Pansy se quebraba poco a poco bajo la presión de su familia.
A la mañana siguiente, Hermione habló con sus padres, les explicó que necesitaba ver a una amiga que estaba pasando por un mal momento. Aunque sus padres dudaron al principio, confiaban en el juicio de Hermione y accedieron a dejarla partir. En cuanto tuvo su aprobación, Hermione empacó algunas cosas, y con su varita en la mano y el corazón latiendo con fuerza, decidió que no iba a esperar más.
Dos días después, Hermione se apareció en las cercanías de la casa de los Parkinson, una majestuosa mansión rodeada de un vasto jardín que parecía tan imponente como la misma familia. Se había asegurado de llegar sin ser vista, manteniéndose lo más cerca posible de la sombra de los árboles que bordeaban la propiedad. El ambiente era frío y sombrío, y el aire estaba cargado de una quietud casi sofocante.
Sabía que no podía simplemente tocar la puerta. La familia Parkinson no la recibiría con los brazos abiertos, así que necesitaba encontrar la forma de llegar a Pansy sin alertar a sus padres o a Draco. Mientras caminaba entre los árboles, buscando un punto de acceso, escuchó voces que la hicieron detenerse