Con el paso de los años, la vida de Hermione y Pansy se transformó de manera hermosa y natural. Astrid y Leon crecieron, se convirtieron en personas maravillosas, llenas de las cualidades que sus madres les habían enseñado. Astrid, la mayor, siguió los pasos académicos de Hermione, destacando como una investigadora en el campo de los hechizos curativos. Leon, por su parte, había heredado la astucia y la creatividad de Pansy, desarrollando una exitosa carrera en la creación de productos mágicos innovadores. Pero lo que realmente llenaba de orgullo a Hermione y Pansy no eran los logros profesionales de sus hijos, sino la forma en que habían crecido siendo personas amorosas, íntegras y felices.
Un día, ya en la madurez de sus vidas, Hermione y Pansy recibieron una noticia que les cambió la vida de nuevo: ¡iban a ser abuelas!
Astrid fue la primera en anunciarlo. Había encontrado el amor con una bruja de mente brillante, llamada Sophia, con quien compartía la pasión por la magia curativa. La noticia de que esperaban un bebé llenó de alegría a toda la familia. Pansy y Hermione estaban eufóricas ante la idea de ser abuelas, y comenzaron a soñar con el nuevo miembro de la familia.
El día que nació su primera nieta, Lila, fue un momento de pura felicidad. Lila era una niña encantadora desde el principio, con grandes ojos curiosos y una energía que parecía irradiar luz. Tenía una mezcla de las características de Astrid y Sophia, pero a medida que crecía, tanto Hermione como Pansy veían en ella pequeños reflejos de sí mismas. Su inteligencia y amor por los libros recordaban a Hermione, mientras que su valentía y su pequeño toque travieso hacían que Pansy sonriera con nostalgia.
Hermione y Pansy disfrutaban cada segundo con su nieta, consintiéndola sin reparos, pero también enseñándole valiosas lecciones sobre la vida y la magia. Lila se convirtió rápidamente en el centro de sus vidas, trayendo consigo una nueva generación de risas, travesuras y aventuras