CAPÍTULO 77.- tercer fragmento

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Estefan se plantó con valentía frente a todo el escuadrón mayor, su mirada resuelta, aunque su voz temblaba al principio.


—Hace años, cuando apenas cumplimos la mayoría de edad y Theo regresó de vivir en la manada de su madre —empezó Estefan, mirando a cada uno de los presentes—, Odette tuvo una revelación. La diosa Luna se apareció en sus sueños y le habló directamente, revelándole verdades que ni siquiera nosotros conocíamos del todo, solo fragmentos transmitidos por nuestros demonios.


—¿Así fue como descubrieron ese lugar al que llaman altar lunar? —interrumpió Jaime, su voz desprovista de cualquier rastro de la alegría de la supervivencia.


—Sí —continuó Estefan, intentando mantener la compostura a pesar de la creciente tensión en la sala—. La diosa Luna le mostró ese lugar oculto en el Reino y le indicó que ella, junto a nosotros, seríamos los guardianes de su altar, un bucle en el tiempo sostenido por su poder. En su sabiduría, la diosa le explicó lo que Seraniel ya nos contó cuando llegó aquí, sobre el origen de Odette, pero, sobre todo, sobre el impacto de su existencia en nuestra familia y en el mundo.


—¿Impacto? —la voz de Matt se alzó, tensa y quebrada—. ¿De qué estás hablando, y cuándo van a decirme dónde está mi hija?


Theo se desplomó de repente, incapaz de contener las emociones que lo asaltaban al comprender lo que realmente había sucedido con su hermana.


—¡Theo! —Matt corrió hacia su hijo, tratando de calmarlo, pero Theo solo sollozaba, abrumado por el dolor.


—¡Sigue! —gruñó Jaime, su mirada fría y sin piedad hacia Estefan, ignorando los sollozos de Theo—. Termina esta historia de una maldita vez.


Estefan respiró hondo, sabiendo que lo que iba a decir podía romper lo poco que quedaba de calma en la sala.


—Seraniel les dijo que Odette nació de la unión prohibida entre un ángel y una humana. Ella no debía nacer. Su madre biológica, la humana, estaba destinada a morir, pero su padre, un ángel guardián, lo impidió. Se enamoraron y huyeron juntos. —Estefan apretó los puños, sus nudillos blancos por la tensión—. Lo que Seraniel no les contó es que, al nacer Odette, su sola existencia alteró el equilibrio. No solo atrajo a los semidemonios hacia ella, como Lucifer, que la quería para engendrar una descendencia destinada a reinar. Odette era un imán para el caos. Su existencia provocaba la aparición de seres peligrosos, todos atraídos por su luz, su esencia. La diosa Luna le explicó esto, y Odette nos lo contó: mientras ella viviera, el ciclo de destrucción nunca terminaría. Siempre habría algo buscándola, siempre seríamos un foco de desastre.


Las palabras de Estefan cayeron como una sentencia y, antes de que nadie pudiera reaccionar, Dylan se abalanzó sobre él, sus puños descargando un torrente de rabia y desesperación.


—¡¿Cómo te atreves a hablar así de mi hija?! —gritó Dylan, mientras Estefan intentaba esquivar los golpes, el sonido de los impactos resonando en la sala—. ¡¿Qué le hicieron a mi Odette?! ¡¿Dónde está?!


—¡Noel! —intervino Alan, tirando de Dylan para apartarlo de Estefan, sus propios ojos llenos de angustia—. ¡¿Dónde carajos está ese muchacho?!

THE RISE OF THE KINGDOM OF THE SUN 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora