Capítulo 21: Primavera

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La luz del sol se filtraba entre las hojas de los árboles mientras la brisa fresca de primavera llenaba el aire

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La luz del sol se filtraba entre las hojas de los árboles mientras la brisa fresca de primavera llenaba el aire. Shigaraki observó a Erina con una ligera sonrisa mientras ella saltaba de emoción, sus ojos brillantes ante la perspectiva de salir al parque. Había decidido que era hora de darle a la niña un día de diversión al aire libre, lejos de la oscura base donde pasaban la mayor parte del tiempo.

—¡Vamos, papá! —gritó Erina, tomando su mano y arrastrándolo hacia la salida—. ¡Quiero ver flores!

A pesar de su habitual desdén por los días soleados, Shigaraki no pudo evitar sentirse un poco feliz al ver a su hija tan emocionada. Aunque el mundo a su alrededor era caótico, ella representaba una chispa de alegría en su vida. Había estado esperando la primavera para que Erina pudiera disfrutar de la naturaleza, y ese día finalmente había llegado.

Cuando llegaron al parque, Erina se soltó de su mano y corrió hacia un prado lleno de flores de colores. Shigaraki la siguió de cerca, manteniendo siempre un ojo en ella. La niña se detuvo en seco, sus ojos fijos en un grupo de mariposas que revoloteaban alegremente entre las flores.

—¡Mira, papá! —exclamó Erina, señalando las mariposas—. ¡Son hermosas!

Shigaraki se detuvo, observando a su hija con una mezcla de ternura y asombro. Era la primera vez que veía a Erina tan fascinada por algo tan simple y hermoso. Las mariposas revoloteaban, sus alas de colores vibrantes reflejando la luz del sol, creando un espectáculo que parecía mágico.

Erina comenzó a correr detrás de las mariposas, riendo y saltando con alegría. Shigaraki la miró mientras ella se movía con gracia, sintiendo que su corazón se suavizaba un poco. Había algo puro en su felicidad, algo que lo hacía olvidar, aunque sea por un momento, el peso del mundo que llevaba sobre sus hombros.

—¡Erina, ten cuidado! —gritó Shigaraki, intentando mantenerla a salvo mientras ella corría de un lado a otro.

La niña no le prestó atención; estaba demasiado absorta en su juego. Las mariposas parecían danzar a su alrededor, y ella se movía con ellas, tratando de atraparlas con sus pequeñas manos. Shigaraki no pudo evitar reírse, un sonido que le resultaba extraño y casi olvidado.

—¡Papá! ¡Mira! —gritó Erina, deteniéndose y levantando sus manos vacías—. ¡No pude atraparlas!

—Es porque son rápidas —respondió Shigaraki, acercándose a ella—. Pero eso es lo que las hace especiales. No siempre puedes atrapar las cosas más bellas.

Erina frunció el ceño, pensativa, mientras miraba a las mariposas que continuaban volando. Shigaraki se agachó a su altura y le acarició la cabeza con ternura.

—A veces, solo tienes que disfrutar de su belleza desde lejos —continuó, sonriendo levemente—. Como tú.

—¡Quiero ver más! —dijo Erina, iluminando el rostro de Shigaraki con su alegría.

𝐓𝐡𝐞 𝐃𝐞𝐣𝐚 𝐕𝐮 || ˢʰᶤᵍᵃʳᵃᵏᶤ ᵗᵒᵐᵘʳᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora