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El sonido de sus pasos resonaba por los pasillos de las instalaciones subterráneas de Overhaul. Shigaraki no tenía idea de por qué había decidido regresar a ese lugar en particular. Tal vez había algo que lo había llamado, una inquietud que no podía sacudirse. Desde aquella reunión, la imagen de la pequeña niña de cabello celeste no lo dejaba en paz.
No era alguien que se conmoviera fácilmente, y la mayoría del tiempo su desprecio por la humanidad era suficiente para mantener cualquier empatía a raya. Pero aquella niña, con sus ojos asustados y el miedo tan evidente en su pequeño cuerpo, había despertado algo en él que no comprendía del todo. Shigaraki se decía a sí mismo que solo estaba curioso por lo que Overhaul estaba haciendo con ella. Después de todo, no era su problema.
Sin embargo, cuando llegó al pasillo donde sabía que la mantenían, escuchó un sollozo bajo y constante. Se detuvo. Los lamentos le revolvieron el estómago. Sin pensarlo más, abrió la puerta de una patada y se encontró con la escena que no esperaba.
Allí estaba ella, sentada en el suelo contra la pared, encogida sobre sí misma. Lágrimas gruesas corrían por sus mejillas mientras apretaba con fuerza sus piernas contra su pecho, como si intentara protegerse. Pero lo que realmente llamó la atención de Shigaraki fueron las pequeñas manchas de sangre que goteaban desde su pelvis, empapando el suelo a su alrededor.
El corazón de Shigaraki se detuvo un segundo, la náusea lo golpeó como un tren en pleno impacto. No era difícil entender lo que había sucedido. Las piezas encajaban con una rapidez abrumadora.
—Mierda… —murmuró entre dientes, su mandíbula tensa de rabia contenida.
La niña lo miró, sus ojos llenos de terror al reconocer su presencia. Pero algo en la forma en que Shigaraki la miraba parecía diferente. No había amenaza, ni ese frío desapego que había mostrado antes. En su lugar, un destello de algo que ni él mismo entendía brillaba en sus ojos carmesí.
Se acercó lentamente, agachándose frente a ella. La niña se encogió aún más, esperando lo peor, pero no se movió. Shigaraki apretó los puños con fuerza, resistiendo el impulso de destruir todo a su alrededor en ese instante.
—¿Quién te hizo esto? —preguntó, su voz más baja de lo habitual, aunque cargada de un enojo visceral.
Ella no respondió, simplemente sollozó más fuerte, su cuerpo temblando incontrolablemente. Shigaraki miró las pequeñas manchas de sangre y supo de inmediato que Overhaul estaba detrás de esto. Claro, era un villano, pero jamás se consideraría un monstruo de ese calibre. Él mataba, destruía, pero esto… esto era otra cosa.
—¿Fue él? —preguntó Shigaraki, su voz en un susurro afilado. La niña no necesitaba responder; el silencio fue suficiente para confirmarlo.
Shigaraki se levantó bruscamente, sus manos temblando de pura rabia contenida. A pesar de todo, lo que más lo sorprendía era la furia que sentía. No solo por lo que le habían hecho a la niña, sino porque alguien como Overhaul, que se jactaba de tener un "propósito superior", podía caer tan bajo.
