Capítulo 20: Tranquilidad

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El sol apenas comenzaba a asomarse por la ventana cuando Erina se despertó

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El sol apenas comenzaba a asomarse por la ventana cuando Erina se despertó. Miró a su alrededor y vio que su papá seguía durmiendo profundamente a su lado. Sin querer despertarlo, se deslizó suavemente de la cama, asegurándose de no hacer ruido. Con sus pequeños pies descalzos, caminó por el pasillo hasta llegar a la cocina.

Erina sabía que su papá siempre hacía el desayuno para ella, pero esta vez, decidió que quería sorprenderlo. Recordó haber visto algo de comida en la nevera vieja, así que se puso manos a la obra. Abrió la puerta de la nevera, que emitió un leve chirrido, y encontró un frasco de mermelada en una esquina. No había mucho más allí, pero eso no la desanimó. En una de las alacenas, encontró un paquete de pan, algo duro y viejo, pero pensó que serviría.

Se subió a una silla para alcanzar mejor el pan y la mermelada, su pequeña lengua asomando de concentración mientras untaba torpemente la mermelada en las rebanadas de pan. El cuchillo que usaba era casi tan grande como su mano, pero lo manejaba con determinación, queriendo hacer el mejor desayuno para su papá.

Cuando terminó, se quedó mirando las dos rebanadas de pan con mermelada. Para ella, se veían perfectas. Sonriendo satisfecha con su trabajo, Erina tomó el plato con ambas manos y lo llevó de vuelta a la sala donde Shigaraki seguía durmiendo.

Se acercó con cuidado a la cama, puso el plato en una pequeña mesa al lado y se quedó allí de pie, observando a su papá. Después de unos segundos, decidió que era hora de despertarlo. Con una mano pequeña, sacudió suavemente el brazo de Shigaraki.

—Papá… papá, despertate —dijo en voz baja, con la esperanza de que no se enojara por despertarlo tan temprano.

Shigaraki abrió un ojo, algo confuso, y luego el otro. Lo primero que vio fue la sonrisa de Erina frente a él.

—¿Qué pasa, Erina? —murmuró, su voz aún ronca por el sueño.

—Te hice desayuno —dijo la niña, señalando orgullosa el plato con el pan y la mermelada.

Shigaraki parpadeó, sorprendido. Se incorporó lentamente y miró el pequeño esfuerzo de su hija. Aunque el pan parecía un poco duro y la mermelada no estaba esparcida de la mejor manera, no pudo evitar sonreír. Ver a Erina tan emocionada por algo tan simple hizo que se sintiera extrañamente cálido por dentro.

—Vaya, gracias —dijo, tomando el plato. Le dio un mordisco al pan, que crujió un poco, pero no le importó—. Está delicioso.

Erina lo miraba con expectación, esperando su aprobación. Al ver que Shigaraki seguía comiendo, sonrió de oreja a oreja, satisfecha con su trabajo.

—Te lo mereces, papá —dijo Erina con un tono dulce, subiéndose a la cama para sentarse junto a él.

Shigaraki, aún algo desconcertado por la sorpresa matutina, solo pudo asentir, sintiendo que, en esos pequeños momentos, ser un padre no era tan malo como hubiera pensado.

𝐓𝐡𝐞 𝐃𝐞𝐣𝐚 𝐕𝐮 || ˢʰᶤᵍᵃʳᵃᵏᶤ ᵗᵒᵐᵘʳᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora