Prólogo

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Es un día tan sombrío para mí. Un día en donde lo que más quería se fue de mi vida.

Estaba en el cementerio. Apunto de ver como enterraban a mis padres.

Me sentía tan vacío, tan triste por su pérdida. Nunca llegue a pensar en que me quedaría sin ellos, porque desafortunadamente yo no tengo amigos. Ellos eran mis únicos amigos.

Vi como una mujer vestida de negro –de las pocas personas que había– se acercaba a mí.

En cuándo estaba a lado mío, me observo de arriba hacia abajo. Se quedó callada mientras yo observaba como sepultaban los ataúdes de mis padres.

Justo después de eso, ella se giró hacia a mí para verme a los ojos, y dijo:

–Juan Pablo, soy tu tía Estela. A partir de hoy tengo tu custodia y te iras a vivir conmigo.

La mire confundido. ¿Tenía una tía? Sabía que sólo tenía tíos de parte de mi madre.

–Para que me creas –añadió mientras me daba una carta–. Toma. Era de tu padre, en donde planeaba decirte que tenías una tía.

Ella me observo curiosa, mientras yo leía la carta de mi padre.

"Juan Pablo, después de este viaje que tu madre y yo haremos, quisiera llevarte a conocer a mi hermana, tu tía.

Ella vive en otra ciudad, tiene un trabajo exitoso y tiene treinta y tres años. Se llama Estela, y desde hace tiempo me ha fastidiado para poder conocerte.

Así que después te llevare a conocerla."

Tu Padre.

No pude contener las lágrimas. Mi padre no podrá hacer lo que escribió en esta carta.

–Bien, debemos irnos –agregó ella–. Yo cuidare muy bien de ti.

Luego me dio un fuerte abrazo, le correspondí mientras sollozaba al recordar a mis padres.

Hice una última mirada en donde ellos estaban, evitando el impulso de correr hacia sus tumbas.

–Adiós –susurré.

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