Capítulo 28

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Abro los ojos para encontrar unos ojos color café. Me sobresalto al ver a Thomas, observándome con diversión. Dylan no está por ningún lado de la recámara. ¿Cómo es que este chico logró entrar? ¿Y que hacia observándome?

—Vaya, hasta que te despiertas —hace un gesto de asombro—. ¿Sabes? Todavía no sé tu nombre.

—Juan Pablo.

—Bien, Juan Pablo. Tendrás que levantarte ya, porque estamos apunto de salir para el segundo día de excursión.

Mis ojos se abren por completo, mirando inmediatamente el reloj que está en la mesita de noche. «Estúpido Dylan» pienso. El chico castaño aparece por la puerta de la recámara con ropa, que es mía.

Doy un salto fuera de la cama, agarrando mi ropa y marchándome al baño de la recámara. Cierro la puerta con pestillo, aunque logró escuchar como Dylan y Thomas hablan de algo. No les presto atención, centrándome en cambiarme lo más deprisa, para estar en el lobby en cinco minutos y en el autobús en seis.

Salgo de la recámara y la habitación lo más rápido posible, con Dylan a mí lado y Thomas atrás de nosotros. Mis pasos se aceleran mientras avanzamos por el pasillo, hasta llegar al lobby, donde hay un profesor esperándonos con mala cara. No estoy para sermones y menos con el profesor, así que ignoro todo lo que nos dice al respecto de llegar tarde.

—Vale, ya que han llegado tarde —nos recuerda—. Dylan, Thomas. Ustedes irán en el primer autobús. Y Juan Pablo, tú iras en el segundo.

Era asombroso que me cambiara de autobús. Me fije como Dylan y Thomas se metían al autobús, observando como el chico castaño me miraba a mí como diciendo: «Lo siento». El profesor me obligo a subir al siguiente autobús, donde sólo había un lugar vacío. Alado de Amanda Curley. No sé si era alguna especie de broma del destino, ya que justo tenía que ser alado de ella. Decidí de dejar de pensar cosas absurdas y sentarme de una vez, trataría de ignorar cualquier cosa que Amanda me diga.

El primer autobús acelero, segundos después el autobús en donde estaba yo. Mire a mis alrededores, para ver si había alguien que me resultara conocido, hasta que vi a el hermano de Jonás. Francis. Se encontraba a dos asientos atrás de mí. No podía levantarme ya que el profesor me diría algo que prefiero evitar, aparte nunca he hablado con Francis, sólo lo he visto un par de veces. Por otro lado, Amanda no está haciendo nada y se me hace bastante extraño. La vigilo con cautela, cada cinco minutos. Hasta qué se da cuenta.

—¿Qué tanto me vez? —levanta la voz.

—Ehm... Yo... Nada —dije—. Sólo se me hizo un poco extraño que no hicieras nada.

—Eso no te incumbe, estúpido chico.

—¡No tienes porque insultarme!

—¡Claro que tengo que!

La voz de Amanda retumbó por todas partes, llamando la atención de todos en el autobús, incluso el profesor. No le importó, ni tampoco a mí. No me importa llamar la atención ahora.

—¡Me quitaste a Dylan! —exclamó.

—¡No es mi culpa de que hayas jugado con él enfrente de sus narices! ¡Eres una maldita bruja!

Esto último desato todo el caos de Amanda, ya que enseguida me dio una bofetada tan fuerte que me dejo algo sordo de los oídos. Los demás que venían con nosotros tenían los ojos tan abiertos, algunos ya estaban grabando la escena que hemos montado Amanda y yo. Entonces el profesor reacciono, interrumpiendo que me fuera a abalanzar sobre ella. No sentía el dolor de la bofetada, aún.

El autobús por fin se detuvo, en donde haríamos el día dos de excursión. Baje lo más deprisa del vehículo, evitando los llamados del profesor, hasta que se quedo solo con Amanda. No quiero volver a verla por el resto del día. Veo a Dylan bajando con los demás en el otro autobús, este al verme me saluda levantando su mano y sonriendo. Hago como que no me doy cuenta y giró la mirada a otra parte.

Breathe me Donde viven las historias. Descúbrelo ahora