Capítulo 32

5.2K 362 22
                                    

Estoy al lado de Dylan, esperando a que el chico lector salga. Apenas llevamos unos cuantos segundos de haber tocado el timbre. Tengo la mano del chico castaño agarrada y puedo sentir que le suda.

Jonás por fin sale de la puerta de su casa y viene a abrirnos el portón de entrada. Está algo tenso y le tiembla un poco la mano al querer meter la llave para abrir. Nos deja entrar, Dylan entra demasiado inseguro, como si esto se tratara de una broma o una venganza hacia él. Yo sólo avanzo lentamente. No me gustan los momentos incómodos y eso queda claro.

La casa de Jonás está oscura, sólo hay una poca luz que pasa del sol por las nubes y entra por los grandes ventanales. Pareciera como si fuese abandonada. Es algo terrorífica ahora. La última vez que vine, estaba algo más alegre y viva está casa, ahora sólo se puede ver la única emoción que es la tristeza o eso es lo que pienso yo.

No hay rastros de la familia de Jonás, al parecer está completamente solo. Su rostro es inexpresable, no veo ningún sentimiento a través de él. Es como si fuera una hoja totalmente en blanco. Dylan en cambio es una hoja con muchos garabatos en ella, ya que seguro ahora sus pensamientos están revueltos.

Me quedo totalmente quieto y espero a que alguien diga algo. Los dos se miran, pero no como sí quisieran matarse. Sino como sí quisieran hablarse, pero el orgullo de Jonás es muy alto e irrompible, o al menos eso era, hasta que hablo.

—Quiero pedirte perdón —dijo—. Por haberte dejado de hablar hace tres años y después hacer como sí nada hubiera pasado...

—No tienes por que disculparte —interrumpe Dylan—. Yo fui un imbécil por no haberte creído, preferí no creerte y confiar en mi relación con Amanda.

—Oh, claro que fuiste un imbécil, pero yo lo fui más al romper nuestra amistad diciéndote eso. Ese día, después de entrar a mi casa y escucharte llorar, me arrepentí, me arrepentí de habértelo dicho todo eso. Pero mi orgullo es más fuerte.

Los dos guardan silenció un buen rato. Yo los miro, esperando a que hagan algo. Los dos son imbéciles, justo ahora se deberían estar abrazando, pero no. Después de un segundo sólo llegan a darse un apretón de manos. ¿Eso es todo?

Me acerco a ellos, con el ceño fruncido. Ninguna reconciliación enfrente de mí será algo sencilla. Yo quiero más emoción. Empujo a Dylan y a Jonás, haciendo que se abracen. Al principio sólo lo hace porque están confundidos, pero después reaccionan a mi plan y se abrazan mejor. A eso es lo que yo llamo una reconciliación.

—Lo siento —dicen los dos al mismo tiempo.

Me dan unas ganas terribles de llorar. Esto es simplemente bello. Ver a dos amigos que no se hablaban por mucho tiempo, sólo por una arpía que manipulo a uno. Después del abrazo, los dos sonríen y luego me miran a mí, que estoy al borde de las lágrimas de la emoción.

Por fin, los problemas se van resolviendo. Esto es bueno, porque el universo está equilibrando las cosas. La primera cosa buena que nos ha sucedido esta semana.

Lana sale de una habitación con una cervilleta, limpiándose las lágrimas.

—¡Fue hermoso! —suelta entre llantos.

Pienso que ella fue la que lo convenció de que hablara con Dylan. Al parecer cambio de plan y descarto usar a Thomas para volverlos a juntar.

Jonás se acerca a Lana con una sonrisa y luego la rodea con sus brazos. Ese acto me deja sorprendido. ¿Son pareja? Sabía que algún día iba a ocurrir, pero no tan pronto. Esto es increíble.

—¿Son novios? —pregunta Dylan.

Los dos lectores asienten, provocándome que suelte un chillido, como cuando Lana se enteró que Dylan se me confeso o que hicimos "cosas" el día de la fiesta de negocio de sus padres. Son muchas emociones en tan sólo un día, tanto que ya me siento agotado.

—¿Desde cuándo? —logró formular la pregunta.

—Desde hoy —contesta Lana—. Hace unas horas atrás me lo pidió, pero le pedí la condición de que volviera a hacerse amigo de Dylan.

—Pues felicidades —suelta Dylan con una gran sonrisa.

Está feliz por ellos, al igual que yo. Sé que ellos igual están felices por nosotros, aunque hemos pasado muchos problemas, que espero que ellos no pasen.

Salimos de la casa de Jonás, después de una tarde haciendo que Dylan y el chico lector logren entablar una buena conversación, al parecer Jonás le ha pegado la adicción a los libros al chico castaño, ya que le ha prestado diez de sus libros.

—¿Pretendes leerte todos esos libros? —Dylan observa la bolsa llena de libros.

—Sí, ¿por qué no?

—No eres muy fanático a leer libros, Dylan.

—Pues ahora lo soy.

Me guiña el ojo, luego subimos al auto y nos marchamos a casa. Ha sido un día malo, pero a la vez bueno. Aún sigo impactado por la noticia de que Lana y Jonás sean novios. Por lo que me contó Lana, los dos se atraía mutuamente, pero algo sé los impedía. El orgullo de Jonás. Hasta qué sé lo dijo hoy, Lana aprovecho para igual volver a juntar la amistad de Dylan y él. Hizo muy bien, es una genio para reconciliar a la gente.

Llegamos a casa tan rápido a como nos fuimos. El carro de Clara está aquí. Eso quiere decir que ha venido a ver a Dylan.

El chico castaño por lo menos sabe que no todos en su familia lo rechazan. Sólo Andrew es el de la mente cerrada, por lo que dijo y todo eso.

Entramos a la casa para ver a Clara y Leticia hablando con mi tía. Sé que le están contando todo, yo no le conté nada porque no me ha dado tiempo en absoluto de hablar con ella. Al ver a Dylan, su hermana y su madre sonríen, levantándose de prisa para ir a abrazarlo.

Sin duda el día está pasando de ser una mierda a un gran día. Eso es bueno. El chico castaño sonríe mientras abraza a su madre y su hermana.

—¿Dónde está Mit? —pregunta Dylan.

—Está con Fernando en su habitación, enseñándole algo —contesta mi tía.

«Oh, no» pienso. Dylan y yo nos miramos, porque sabemos que Fernando puede pervertir más a Mitchell con sus mangas yaoi y enseñarle varias cosas de esa. No lo permitiré.

Camino hacia la habitación de Fernando, dejando que Dylan disfrute estar con Clara y Leticia.

Entro sin tocar a la habitación, porque Fernando tampoco tiene privacidad alguna. Mis ojos se abren por completo al ver a Majo igual, enseñándole mangas a Mit. El niño está muy concentrado. Fernando está buscando en unos estantes donde dice: «Yaoi Hard». No quiero saber que contiene ese tipo de yaoi. Sólo sé que este niño quedara completamente pervertido y pronto acosador de parejas de hombres.

—No pueden pervertir a un niño, ¿están locos? —digo mientras entro en la habitación.

—Lo sabemos, muchas veces nos los han dicho —contesta Majo.

—¿Nos?

—Ella y yo hemos estado pervirtiendo niños en un parque —sigue Fernando.

Estoy apunto de desmayarme. Sí, estos dos están completamente desquiciados. ¿Cómo se les ocurre enseñar eso a unos niños menores de diez años? Se los dejaría pasar si fueran adolescentes o no sé, universitarios quizás.

—¡Quiero leer este! —exclama el pequeño Mit alzando un manga.

—¿Seguro? Ese está muy fuerte —contesta Fernando.

—No hay nada que no pueda soportar.

Es asombroso que un niño de dos o tres años sea más pervertido que yo. No quiero seguir viendo esto, así que salgo de la habitación para regresar con Dylan.

El chico castaño me agarra desprevenido al llegar a la sala, me abraza por la espalda y me besa la oreja. Siento como inhala el olor de mi cabello.

—¿Qué tal? —preguntó.

—Bien, tu tía se quedo hablando con mi madre y Leticia. Así que podemos hacer cosas a solas.

Me lanza una mirada coqueta. Sonrió involuntariamente y le golpeo leve el hombro. Sigue siendo un pervertido.

Lo tomo de la mano, para llevármelo a su habitación. Lo complaceré y mucho, así que me pondré manos a la obra.

Breathe me Donde viven las historias. Descúbrelo ahora