Capítulo 34

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Navidad y Noche buena habían pasado. Todo había salido bien, fue una fiesta increíble, donde mi tía hizo varios juegos para que nos divirtiéramos sin recurrir al alcohol, como lo hace la mayoría de la gente en estas fechas.

El veinticinco, me la pase con Dylan todo el tiempo, jugando con la nieve que quedo después de la nevada que hubo en la noche. Hicimos muñecos de nieves, ángeles de nieves, incluso en la tarde invitamos a los chicos para hacer una guerra de bola de nieves.

Los próximos tres días pasaron con tranquilidad. Ahora nos estamos preparando para año nuevo, en donde volverán a venir los mismos que en la noche buena, a excepción del padre de Fernando, que sólo vino para hablar un rato con él. A la mañana siguiente ya se había ido, sin dejar rastro alguno.

Justo ahora me encuentro acurrucado con Dylan, cerca de la chimenea con chocolate caliente que preparamos. El frío nos ha atacado justo hoy. Mi tía fue por los suministros para la fiesta de año nuevo, para no ir mañana.

—¿Qué tal si nos damos calor de otra manera? —pregunta Dylan de una forma picara.

—No seas un sucio.

Dylan se echa a reír, lo cual hace que se me escapé una pequeña risita, mientras que él se carcajea muy fuerte. Al final le doy un golpe en el hombro, para que se calme. No funciona, sino lo contrario, hace que la risa se vuelva más fuerte. El chico castaño se está agarrando el estómago y yo sólo miro.

Cuando termina de reírse, se quita las lágrimas que le han salido por la risa. Luego me toma de las mejillas para atraer mis labios a los suyos. Me encanta cuando me besa, siempre siento muchas cosas cuando lo hace. A veces emoción, otras felicidad, excitación. Todo depende de como me bese. Dylan tiene varias maneras de besarme y usa cada una según la ocasión.

Termina el beso y su móvil comienza a sonar. Lo contesta.

—¿Diga? —contesta—. Sí, él habla... ¿Qué? ¿Hizo qué? ¿Dónde nos vemos? De acuerdo voy para allá.

Cuelga la llamada y guarda su móvil en el bolsillo de su pantalón. Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla.

—¿A dónde vas? —preguntó

—Son asuntos nada importantes... —contesta nervioso—. No te preocupes.

Entonces desaparece por la puerta. Está extraño que lo llamen de la nada, más extraño que tenga que salir así deprisa. Espero que no sea nada malo. Nunca he visto que Dylan se ponga así, noto que me oculto algo, por su nerviosismo, eso siempre lo delata.

Vuelvo a donde había dejado mi taza con chocolate aún caliente. Agarro una manta que está en el sofá y me siento en la alfombra de piernas cruzadas, cerca de la chimenea. Necesito calor y ahora que se fue Dylan, esto es lo único que me ofrece calor por mientras.

El chocolate se acaba cuando menos me doy cuenta y me entra el sueño. Caigo rendidamente en la alfombra, mientras el fuego de la chimenea sigue encendido. Mi tía no tarde y llega con Fernando, así que ellos pueden estar pendientes del fuego. Mis ojos se cierran lentamente. Echare una siesta, total no tengo nada que hacer ahora.


Mis ojos se abren, para fijarme en el ventanal. Está nevando, otra vez, pero está vez más fuerte. La chimenea sigue encendida. Puedo notar que no ha llegado nadie, ya que toda la casa está a oscuras, excepto la sala, por la chimenea. Es raro que no haya llegado nadie. Se supone que mi tía ya debería estar aquí.

Me levanto para ir a mi habitación, pero primero apago la chimenea y me quedo completamente a oscuras. Prendo mi móvil para guiarme por la oscura casa. Está anocheciendo, pero aún así está oscuro, por la nevada. Mientras camino por la casa, no encuentro a nadie, pero sí encuentro las escaleras para irme a mi habitación y no hacer nada hasta que llegue alguien.

Breathe me Donde viven las historias. Descúbrelo ahora