Capítulo 3

14.1K 1K 183
                                    

Tenía que pensar en algo. No puedo permitirme ir con él al instituto. Le diría a mi tía que estoy enfermo y que no puedo ir. Sí, soy un genio.

Fuera de preocupación, decidí que era el momento de una buena ducha caliente. Cheque por última vez mi móvil y vi otro mensaje.

"¿No qué estarías en casa de Jonás?"

Adrián.

¿Cómo habían conseguido mi número, estos dos? ¿Y cómo sabía Adrián que ya no estaba en casa del Lector? Otra vez la preocupación vino a mí. Sin duda mañana faltaría a clases, aunque fuera el segundo día.

Deje mi móvil en el escritorio y fui al baño de mi habitación. Me quite la ropa para darme esa ducha que tanto quería y poder pensar detenidamente las cosas.

Salí de la ducha con una toalla en la cintura –como suelen hacerlo todos los hombres–. Ya eran las seis de la tarde

Es muy temprano para irme a dormir pensé.

Me convencí a mí mismo para ir vagando por toda la casa. Desde que vivo aquí es lo que hago cuando tengo que pensar con calma.

Mi primer año aquí fue deprimente y espantoso, tenía muchas pesadillas, no comía, siempre estaba deprimido y no quiero mencionar las que faltan. La muerte de mis padres fue un gran golpe para mí. Mi tía se volvió un gran apoyo. Me ayudo a superar, me enseñó a volver a ser feliz. Me dijo que mis padres querrían que yo fuera feliz, que nada me hiciera daño, que ellos me estarían cuidando. Ahora me alimento más, ya no tengo pesadillas y soy feliz viviendo con mi tía. Sé que en donde quiera que estén mis padres, ellos estarían orgullosos al ver a su hijo tan bien.

Me encontré a mi tía en uno de los pasillos de la casa. Esta al verme frunció el ceño.

–¿Por qué no traes ropa? –Preguntó aun con el ceño fruncido–. No es necesario que la casa te vea semi-desnudo.

Reí con su comentario, me causo mucha gracia. La verdad es que la casa ya me ha visto desnudo –cuando mi tía no está–, me siento libre cuando estoy así y pienso mejor.

Me encogí de hombros en disculpa. Mi tía sonrió y me dio un abrazo inesperado.

Esto no es normal me dije en mi mente.

–La cena esta lista –dijo después del abrazo–. Vístete y ve a comer.

Hice caso. Fui a mi habitación, saque unos pantalones deportivos y una camisa sin mangas. Me vestí lo más rápido posible y fui al comedor. Mi tía ya se encontraba ahí, con una taza de té. Al verme me sonrió.

–Por lo menos así te vez decente –echó una leve risa–. Ven, te tengo que decir algo.

Me acerque y tome asiento. Empecé a comer mientras mi tía le daba pequeños sorbos a su té. Espero que lo que me tenga que decir sea algo bueno. Siempre me sale con malas noticias del trabajo.

–Bien. Ya que estas mejor –dijo–. Tengo que hacer un viaje de negocios.

¿Qué? ¿Cuánto tardaría? Mi cumpleaños es en cuatro días. Pero lo más importante es: ¿Cuándo se iría?

–Me iré en una hora –añadió–. Lo siento, no estaré para tu cumpleaños.

Me entristece, ya que no estará para mi cumpleaños, pero a la vez me alegré. No tendría que mentirle para mañana. La casa me quedaría sola –no del todo, por la señora que viene a limpiar–.

Terminamos de cenar. Sólo me despedí de ella, ya que no la volvería a ver hasta la semana entrante. Subí a mi habitación con el humor más bipolar del mundo. Estaba feliz, pero a la vez estaba triste.

Me senté en el ordenador para distraerme un rato. Comencé a leer investigaciones que me encontraba en internet, escuchaba música de Sia –mis favoritas–, miraba uno que otro video.

Termine de usar el ordenador y ya eran las once de la noche. Me asombre cuanto tiempo lo había usado. Mi habitación estaba a oscuras y mi tía de seguro ya se había ido.

Encendí la lámpara de mi escritorio y tome mi móvil para desactivar la alarma, pero llegaron dos mensajes más.

"Buenas noches, chico nuevo. Recuerda que mañana pasó por ti ;)"

Dylan

_______________________________

"Mañana te invito a salir y no acepto un NO como respuesta"

Adrián

Sería una lástima que alguien no fuera mañana a clases. Reí estúpidamente sin importar quien escuchara.

Me tire en mi cama y deje mi móvil en la mesita de noche. No me di cuenta cuando fue el momento en que me había quedado dormido.

Me desperté sudando y con la respiración agitada. Mire mi móvil, eran las cuatro de la madrugada.

¡Grandioso! Las pesadillas habían vuelto. Aunque no la recordaba con exactitud sabía que era una pesadilla, me preocupaba que volvieran a empezar. Después de ese mal sueño ya no pude dormir. Ahora tengo que hacer algo antes de que venga el aburrimiento.

Podría mandarle un mensaje a alguien del trío de amigos... rayos no tengo el número de ninguno de los tres. Los únicos números que tenía registrado eran el de los hermanos fastidiosos y el de mi tía.

Ni idiota le mando mensaje a los hermanos y no molestare a mi tía sólo porque estoy sin nada que hacer. Deje mi móvil a un lado y me puse a pensar en todo lo que pasó el día anterior.

Mejor haré mi "desayuno perfecto", de aquí para cuando termine serán las siete u ocho.

Momento exacto en que había acabado todo mi "desayuno perfecto" pensé con quien iba a compartirlo. Siempre que lo hacia lo compartía con mi tía.

El timbre sonó, sacándome de mis pensamientos de compartir. ¿Quién sería a estas horas de la mañana?

Tenía esperanza de que fuera mi tía; que su viaje había sido cancelado y vino justo a tiempo para compartir mi desayuno.

Al abrir la puerta todo rastro de esperanza desapareció. El chico castaño se encontraba parado ahí, observando su móvil. Al verme sonrió.

–¿Qué haces aquí? –pregunte molesto.

El chico castaño se sorprendió y después hizo cara de indignado. Arqueé la ceja, confundido.

–Qué manera de saludarme –contestó el chico castaño–. ¿Me dejas entrar?

Dio un paso y entre cerré la puerta. No le he dado permiso. Volvió a dar otro paso y cerré la puerta en su cara.

–Esperare aquí –dijo.

¿Ahora qué hago? No quiero que luego este molestando. Ya sé, le diré que no iré a clases.

–No iré a clases hoy, VETE.

–Me quedare aquí, hasta que abras esa puerta –contestó.

Mierda, tengo que hacer algo para que se valla. ¿Pero qué? ¿Qué puedo hacer?

Aún no escucho que un auto arranque, está cumpliendo su palabra. Este imbécil me está fastidiando mucho. Creo que el trío tenía razón de alejarme de él y su hermano. Nunca debí aceptar que me trajera.

–Sigo esperando, Juan Pablo –dijo detrás de la puerta.

Decidí abrirle para que por fin se fuera y me dejara en paz. Apenas abriendo, él entro y cerró la puerta a sus espaldas.

Breathe me Donde viven las historias. Descúbrelo ahora