Capítulo 9

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Nos detuvimos en una casa enorme, con una gran entrada. Adrián y Lana bajaron del auto.

–Espera aquí –dijo Lana–. Ya volvemos.

Asentí. Ellos entraron en la enorme casa, que más bien era una mansión. Era el doble de grande que la mía. ¿Aquí vivirán los hermanos? No sé ni porque me interesó si viven aquí.

El silencio reinaba en el coche sin techo y afuera de él. Estaba solo, era relajante, no tener que escuchar ningún tipo de ruido.

Lo cierto es que ya estaba acostumbrado a estar solo. Nunca tuve alguien que me molestara –mi tía no cuenta–. Los chicos volvieron, no tardaron nada. Mi silencio cómodo se esfumo con el cerrar de las puertas del auto.

–¿A dónde quieres ir primero, Lana? –habló primero el chico de anteojos.

Lana se puso a pensar detenidamente. Pareció que recibió una señal divina, ya que su cara se ilumino después de pensarlo.

–Pensé en una lista de lugares que podíamos visitar. Primero vayamos a un parque de diversiones, luego vamos de compras, después vamos a la playa, no se preocupen por la ropa, y por último vamos a cenar a un restaurante –dijo emocionada la chica lectora.

Yo acepté su propuesta. Adrián se lo pensó tranquilamente, pero al final acepto. Arranco el auto y nos dirigimos al primer destino de nuestra Aventura por la ciudad.

Sólo estoy con ellos, por Lana, no por Adrián. Ni loco aceptaría salir a solas con Adrián, ni con Dylan. Sería una caída muy baja si aceptaría una salida con ellos.

Llegamos a una feria que estaba algo lejos de la casa gigantesca esa. Era una feria muy grande, sólo están aquí por unos días. La verdad esta ciudad no tiene parques de diversiones estables.

Lana se veía emocionada, como una niña pequeña, al parecer ver tantos juegos mecánicos, juegos de suerte y muchos peluches saco su lado infantil. Adrián estaba serio como siempre y yo tenía una leve sonrisa al ver a Lana así.

–¡Quiero subirme a ese! –chilló Lana, señalando un juego de gran altura que más bien era una torre. Te hacia subir, te dejaba un rato allá y luego te dejaba caer. Se veía emocionante.

Adrián se veía aterrado al ver aquel juego, lo cual me causaba gracia. Estaba sacando emociones que no conocía de él.

Lana nos empujó hasta llegar al gran juego, que se veía más enorme de cerca. Adrián pagó dos entradas y nos las entrego sin decir más.

–¿Qué estás pensando? Tú subirás con nosotros, así que ve a comprar otra entrada –exclamó Lana que hizo que Adrián se sobresaltara. Ella tenía el control sobre él. Me pregunto si a Dylan igual lo controlará. Me gustaría saberlo.

Adrián se formó de nuevo en la fila y compró otro boleto, para que él pudiera subir con nosotros también.

Ya era nuestro turno de subirnos. Lana se sentó en medio de los tres asientos, yo al lado y Adrián al otro. El encargado nos puso los seguros y checo que todo estuviera en orden. El chico de anteojos –que ya no los traía puestos– se veía totalmente espantado.

El gran círculo de asientos comenzó a subir lentamente sobre la enorme torre. Se sentía genial. Cuando llegamos a la cima se podía ver casi todo. A lo lejos se veía una playa. Era tan pacifico, pero nuestro momento de paz fue interrumpido por un gran estruendo. Luego el círculo de asientos comenzó a descender a toda velocidad.

–¡Vamos a morir! –grito Adrián aterrado, mientras Lana y yo gritábamos de la emoción y nos reíamos del chico espantado.

Antes de llegar a la plataforma, el círculo de asientos se impulsó de nuevo hacia arriba y de nuevo nos dejó caer, deteniéndose lentamente antes de llegar a la plataforma.

Casi cuatro horas nos llevamos en la feria. No nos subimos a ningún juego mecánico que fuera demasiado extremo por Adrián. Nos la pasamos más en juegos de suerte. Me gane un enorme peluche, Lana unos enormes lentes en forma de corazón y Adrián un peluche más chico que el mío.

–No puedo creer que no nos hayamos subido a otro juego extremo –dije algo decepcionado.

–No puedo creer que te gusten esas cosas del demonio –dijo Adrián, haciéndome reír al acordarme de los gritos que daba en el que nos subimos. Lana comenzó a reír conmigo haciendo que la cara de Adrián se pusiera roja.

Caminamos a la salida de la feria con nuestros asombrosos premios. Era hora de ir a nuestro siguiente destino de nuestra Aventura.

Nos subimos al coche rojo, que seguía en el mismo lugar dónde se dejó. Adrián arranco este, poniéndose de nuevo los lentes de sol.

–¿Qué paso con el chico miedoso? –preguntó Lana, haciendo que me echara a reír, sin poder evitarlo. Adrián se volvió a poner rojo como tomate.

El auto acelero, llevándonos a quién sabe dónde. Adrián cada vez iba recuperando su tono natural, pero todavía tenía un leve todo rojizo en sus mejillas.

Era gracioso cuando se pone rojo. No parece el chico serio que siempre ha sido. Sólo me falta ver a Dylan y a Jonás sonrojarse. Con Dylan quizás lo logre con ayuda de Lana, y no sé porque estoy haciendo un plan para ver al chico castaño rojo.

Mi vista capto un gran centro comercial, el más grande y conocido de la ciudad. Adrián se estacionó en uno de los puestos que estaba disponible. Aunque fuera día de semana, el estacionamiento inmenso estaba lleno de autos.

Adrián hizo que el techo del auto volviera a su lugar, se veían un poco de nubes grises. Espero que empezara a llover otra vez.

Entramos en el gran centro comercial, haciendo que Lana se emocionara al ver una tienda de libros. Fue el primer lugar a dónde fue, muy rápido.

Adrián sólo la iba siguiendo, con su misma cara seria, mientras que yo me iba a una tienda de golosinas. Me fascinaban. Comería hasta pudrirme los dientes.

Salí de aquella tienda con una bolsa llena de golosinas. Lana igual salió de la tienda con Adrián con muchos libros entre ellos, entre ellos los favoritos de Jonás.

Fuimos a una tienda de relojes, Adrián quería checas los precios de algunos. Después nos fuimos a una tienda de videojuegos, a mí ni a Lana nos interesaba pero sólo estábamos ahí por Adrián.

Tardamos mucho tiempo en esa tienducha de videojuegos. Adrián estaba como niño, queriendo unos videojuegos que según él, acababan de salir a la ventas. Lana y yo tratábamos de sacar al chico a empujones.

Lograr alejarlo de la tienda fue lo más difícil. Se aferraba a querer comprar esos videojuegos.

–Puedes olvidarte de esos videojuegos –le regaño Lana, tirando del cabello de Adrián.

–Bueno. ¡Pero no me despeines! No me veo formal –dijo enfadado por lo que hizo Lana– Sera mejor irnos, pronto caerá la noche. Así que vamos a un restaurante. Lo de la playa se cancela hasta nuevo aviso.

Esta vez yo subí a la parte del copiloto. Lana se subió a la parte trasera. Estaba algo cansado, sólo quería llegar a mí casa de una buena vez. Note la mirada de Adrián en mí. El auto acelero en camino a un restaurante que desconocía.

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Avisó, que apartir de ahora tardare en subir capítulos (Aunque ya tardaba). Sólo para avisar :)

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