Chapter 1

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Styles despertaba cada día con la misma sensación de gratitud y satisfacción que lo había acompañado desde que formó su familia. El suave pitido de la alarma resonó en la penumbra del cuarto, anunciando que eran las seis de la mañana. Estiró su brazo para apagarla y giró la cabeza hacia su izquierda, donde Louis, su esposo de toda la vida, dormía plácidamente, arropado hasta el cuello. Le dedicó una mirada de cariño antes de inclinarse y dejarle un suave beso en los labios, agradecido por la vida perfecta que habían construido juntos.

Harry se levantó con energía, dispuesto a comenzar su jornada como agente inmobiliario. Adoraba su trabajo, y eso lo mantenía motivado cada día. Se dirigió a la ducha para una rápida sesión matutina antes de ponerse su típico atuendo: un elegante traje azul marino perfectamente ajustado, camisa blanca sin corbata, y un reloj caro en la muñeca izquierda. A pesar de sus cuarenta y tres años de edad, Harry mantenía una figura envidiable, producto de su rutina de ejercicios matutina y la vitalidad que le daba su vida familiar.

Bajó al comedor, donde Louis ya había comenzado a preparar el desayuno. Louis siempre lucía impecable, incluso a primeras horas de la mañana. Vestía una delicada bata de seda color rosa palo que llegaba hasta sus rodillas pero se ajustaba a su figura por medio de un fino cordón de la misma, ocultando su ropa de cama que consistía en una delgada blusa de tirantes y un pequeño short del mismo material y color, a Harry le encantaba cómo Louis lo llevaba con tanta naturalidad y gracia.

—Buenos días, cariño —dijo Harry, rodeando a su esposo por la cintura y depositando otro beso en su cuello mientras Louis terminaba de revolver los huevos.

—Buenos días, mi amor —respondió Louis con una sonrisa cálida—. Los chicos ya están bajando, pero Oliver parece que no quiere levantarse.

—Lo despertaré —dijo Harry con una risita, sabiendo que su pequeño omega, Oliver, de ocho años, tenía la costumbre de quedarse remoloneando en la cama.

Subió rápidamente las escaleras y entró en la habitación del niño, donde Oliver estaba completamente envuelto en su edredón, con solo una pequeña parte de su rostro asomando.

—Vamos, príncipe, es hora de levantarse —dijo Harry suavemente mientras destapaba a su hijo.

Oliver, con su pijama de florecitas, gruñó en protesta, pero pronto se incorporó, frotándose los ojos. Harry lo llevó en brazos al baño para que se lavara la cara, y luego ambos bajaron al comedor, donde el resto de la familia ya estaba reunido.

Jackson y Nick, los gemelos alfas de diecisiete años, ya estaban sentados a la mesa. Jackson, como siempre, lucía una camiseta negra sencilla y jeans oscuros, mientras que Nick, aunque también vestía informalmente, llevaba un toque más pulido con una camisa de cuadros. A pesar de ser idénticos físicamente, sus personalidades y estilos eran muy distintos, algo que Harry y Louis siempre comentaban entre risas.

El desayuno era un ritual sagrado para la familia Styles. Louis servía los huevos revueltos, tostadas, y jugo de naranja mientras Harry tomaba un sorbo de su café negro. Oliver, ahora más despierto, se quejaba de que la leche estaba "muy caliente", lo que hizo que sus hermanos mayores rodaran los ojos con una sonrisa divertida.

—Entonces, chicos —dijo Harry, aprovechando el momento familiar—, ¿cómo les está yendo en la escuela?

Nick fue el primero en hablar, como de costumbre, su entusiasmo siempre evidente. —Bastante bien, papá. Hay un omega en mi clase... es muy bonito. Llevo semanas pensando en pedirle una cita, pero... me pongo nervioso cada vez que pienso en ello.

Harry sonrió ampliamente, recordando cómo él mismo había sentido esos mismos nervios cuando conoció a Louis. —¿Un omega bonito, eh? Bueno, te daré un consejo, hijo. A los omegas les gusta que los traten con respeto, pero también que les muestres confianza. Yo estaba igual de nervioso cuando conocí a tu madre, pero la clave fue ser sincero y mostrarle cuánto me importaba. ¿Cómo se llama ese omega?

—Se llama Ethan —dijo Nick, sonrojándose ligeramente—. Es... diferente a los demás. Muy amable, y tiene una sonrisa increíble.

Harry le dio una palmada en el hombro, alentándolo. —Tú puedes, Nick. Solo debes ser tú mismo.

Luego, Harry se volvió hacia Jackson, quien había estado comiendo en silencio. —¿Y tú, hijo? ¿Qué tal va lo de Monica? La última vez que hablamos, estabas cortejándola.

Jackson pareció tensarse un poco. Bajó la mirada y jugueteó con el tenedor. —No funcionó, papá. Decidimos que... no éramos compatibles.

Harry arqueó una ceja, extrañado. Sabía que Jackson no solía hablar de sus emociones, pero algo en su comportamiento le pareció raro. Sin embargo, decidió no presionarlo.

—Bueno, hay muchos omegas allá afuera, hijo. Ya encontrarás al adecuado —dijo Harry, sin darle mayor importancia, aunque algo en su interior le decía que había más detrás de esa ruptura.

Finalmente, Oliver, el pequeño de la familia, habló con la inocencia que lo caracterizaba. —En mi clase hay un alfa muy bonito, papá. Se llama David, y es el hijo de los Smith.

Louis y Harry se miraron, sonriendo ante la adorable confesión del pequeño.

—Oh, ya estás mirando alfas, ¿eh? —bromeó Harry—. Pero escúchame bien, Oliver, no puedes tener un alfa hasta que cumplas treinta años. ¿Entendido?

Oliver frunció el ceño, pero luego soltó una risita cuando su madre lo acarició dulcemente en la cabeza.

—Deja que sea, Harry. Aún es un bebé —dijo Louis, con su habitual tono protector.

Harry rió y negó con la cabeza, su corazón lleno de amor por su familia. Sin embargo, no podía sacarse de la cabeza el comportamiento extraño de Jackson. Aunque no lo sabía, su hijo mayor cargaba con un secreto que temía revelar. Louis, por su parte, observaba en silencio, con la intuición de un omega que conocía bien a sus hijos, esperando el momento en que Jackson se sintiera listo para hablar.

Por ahora, Harry se concentraba en el presente, disfrutando de su vida perfecta con el amor de su vida y sus tres preciosos hijos. Para él, no había mayor satisfacción que lo que había construido junto a Louis, y cada mañana, como aquella, era un recordatorio de lo afortunado que era.

>Fanytz

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