Chapter 25

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Harry se quedó allí, en el centro del salón, paralizado mientras veía cómo Louis tomaba sus cosas. El eco de esas palabras—"Quiero el divorcio"—seguía rebotando en su cabeza. Le ardían los ojos, pero no podía llorar; era un alfa, un alfa de familia, y no se permitía quebrarse. Todo lo que conocía, todo lo que había planeado para su vida, se estaba desmoronando delante de él, y no sabía cómo detenerlo.

Louis, con manos temblorosas pero decididas, comenzó a recoger sus cosas, evitando el contacto visual con Harry. Cada prenda, cada objeto que guardaba en las maletas parecía llevar consigo un pedazo de su corazón, pero no podía detenerse ahora. Si miraba a Harry una vez más, si veía esa mezcla de dolor y desesperación en su rostro, probablemente se desmoronaría. Pero no podía darse ese lujo; no ahora.

—Louis, espera —la voz de Harry rompió el silencio que se había formado entre ellos, un eco cargado de súplica.

Louis se detuvo por un segundo, pero no giró sobre sus talones. Sabía que Harry no había terminado, que las palabras que saldrían a continuación serían una mezcla de ruego y rabia.

—No puedes hacerme esto —Harry avanzó unos pasos hacia él, su voz temblorosa por la ira y el miedo—. Esto no es lo que hacemos. Somos una familia, Louis. Nosotros resolvemos las cosas juntos, no te vas. No puedes llevarte a los niños, no puedes alejarme de ellos.

Louis apretó los puños, los nudillos pálidos por la tensión, mientras su pecho se comprimía. No quería alejar a Harry de sus hijos, no era su intención, pero tampoco podía dejar que el daño emocional continuara.

—Harry... —Louis finalmente habló, su voz un hilo roto de cansancio—. No estoy quitándote nada. Te estoy dando tiempo para pensar, para cambiar. Esto no puede seguir así. Yo... —su voz se quebró—, yo no puedo seguir así.

Harry se acercó más, con las manos temblorosas. Sabía que había manejado mal las cosas, que había dejado que su temperamento se interpusiera entre él y su hijo. Pero en el fondo, no podía aceptar que Jackson estuviera bien con sus decisiones, no podía concebir que algo tan contrario a lo que siempre había creído pudiera ser la realidad para su hijo mayor. Él solo quería corregir el rumbo, quería que las cosas volvieran a ser como antes. Pero al ver la espalda de Louis, temblando bajo el peso de sus propias decisiones, algo dentro de él finalmente se rompió.

—Lo que Jackson está haciendo... —Harry murmuró, con la voz rota por la confusión—, no es natural, Louis. No es lo que un alfa debe hacer. Está confundido, y... y yo solo quería... —Su voz se apagó, incapaz de expresar el caos que sentía en su interior.

Louis se giró lentamente para enfrentarlo. Había dolor en sus ojos, pero también una profunda tristeza. Ese era el problema, Harry seguía aferrado a sus creencias rígidas, incapaz de ver que su hijo no estaba equivocado por ser diferente.

—No hay nada de malo en Jackson, Harry. Nada. Lo que está mal es cómo lo estás tratando —Louis dijo, su voz cargada de una desesperación silenciosa—. ¿Sabes lo que ha sido para él escuchar esas palabras de su propio padre? ¿Ver cómo lo miras con desprecio cada día? ¡Es tu hijo, Harry! ¿Cuándo dejaste de verlo así?

Harry dio un paso atrás, como si esas palabras lo hubieran golpeado en el pecho. ¿Cuándo había cambiado tanto? ¿Cuándo había dejado de ver a Jackson como su hijo, como el niño que alguna vez cargó en sus brazos con orgullo? Sus pensamientos estaban enredados en una maraña de frustración y confusión. No podía aceptar lo que Jackson le había dicho, no podía, pero tampoco podía negar que había perdido algo precioso en su intento de forzar un cambio que no llegaría.

—Yo... no quería hacerles daño —murmuró Harry, con los ojos llenos de una vulnerabilidad que rara vez mostraba—. Todo lo que quería era que él... que tú... estuvieran bien. Seguros.

Louis lo miró fijamente, con el corazón destrozado. Entendía que Harry quería protegerlos, pero su concepto de protección estaba destruyendo a su familia. Las tradiciones que defendía con tanta vehemencia estaban sofocando el amor que alguna vez los unió.

—Seguros de qué, Harry —respondió con suavidad, aunque el filo de sus palabras era evidente—. ¿Seguros de ser ellos mismos? ¿Seguros de que los acepten por lo que son? —Negó con la cabeza, incrédulo—. Eso no es seguridad, Harry. Eso es control, y ya no puedo permitir que controles nuestras vidas de esa manera.

La habitación se llenó de un silencio pesado. Harry se tambaleó, sintiendo que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. No podía permitir que su familia se desintegrara, no así, no por una cuestión que él creía que podía corregirse con el tiempo. Pero ahí estaba Louis, con las maletas listas, dispuesto a irse. Dispuesto a llevarse a los niños. Su familia, el núcleo de su existencia, pendía de un hilo, y no sabía cómo detener la caída.

—No te vayas —suplicó, esta vez con una voz casi quebrada—. Louis, por favor... no te lleves a los niños. No me dejes solo. Yo... puedo cambiar, puedo intentar, pero no me dejes.

Louis sintió cómo su corazón se desgarraba ante esas palabras. Todo su ser quería correr hacia Harry, envolverlo en sus brazos y prometerle que todo estaría bien. Pero no podía mentirse más. Las cosas no estarían bien si Harry no aceptaba el cambio que ya había comenzado en su familia. Y hasta que no lo hiciera, no podía quedarse.

—No es cuestión de intentarlo, Harry. Es cuestión de que realmente cambies, por ti, por nosotros... por nuestros hijos —respondió con firmeza, aunque las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas—. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar, pero no puedo seguir en un hogar donde mis hijos no se sientan amados y aceptados por quienes son. Si no puedes ver eso... entonces no hay nada más que podamos hacer.

Harry lo miró, desesperado, con las manos extendidas como si intentara alcanzar lo inalcanzable.

—Louis... no... no puedo perderte.

Louis respiró profundamente, intentando calmar el temblor en su voz.

—No es que me estés perdiendo, Harry. Es que tienes que decidir qué estás dispuesto a sacrificar por mantenernos juntos. Porque si sigues así, serás tú quien perderá más que a mí... perderás a tus hijos.

Y con eso, Louis se dio la vuelta, caminando hacia la puerta con las maletas en mano, dejando a Harry en el umbral de su propia desesperación.

>Fanytz

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