Chapter 11

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El día del cumpleaños de Oliver llegó finalmente, y la casa de los Styles se transformó en un auténtico escenario de safari, con grandes decoraciones de animales de la selva, globos verdes y dorados, y una gran mesa repleta de bocadillos temáticos. Oliver, con su camiseta de un pequeño explorador y un sombrero de safari, no podía contener la emoción. Corría de un lado a otro, mostrando a sus amigos el enorme rinoceronte inflable en el jardín y el pastel en forma de jeep que su mamá había escogido especialmente para él.

Los invitados comenzaron a llegar en masa. Harry, quien normalmente disfrutaba ser el anfitrión, sentía una mezcla de incomodidad y tristeza. Aunque sonreía a cada padre que llegaba con sus hijos, su mente estaba enfocada en otra cosa: Louis. Desde aquella discusión, Louis apenas le había dirigido palabras amables. Seguían cumpliendo con sus responsabilidades como padres, pero el afecto que solía rodearlos había desaparecido, dejándolo ansioso y frustrado.

Louis, por su parte, se dedicaba a asegurarse de que Oliver estuviera teniendo el mejor día posible. Reía junto a los otros padres y supervisaba a los niños, pero evitaba el contacto visual con Harry. Sabía que Harry lo estaba observando, pero no estaba listo para ceder. Las palabras de Harry sobre Jackson y los alfas seguían resonando en su cabeza, y aún le costaba aceptar la rigidez de su esposo en ese tema.

Entre los invitados estaban los padres de Harry, quienes se unieron a la celebración con entusiasmo. Los papás de Louis también estaban presentes, disfrutando del ambiente festivo y elogiando el trabajo de su hijo y su yerno en la organización. Mientras Harry seguía recibiendo a los invitados, decidió tomarse un momento para hablar con su madre, quien estaba sentada bajo la sombra de un gran árbol, mirando a sus nietos jugar.

—Mamá, necesito hablar contigo —dijo Harry, sentándose junto a ella. Había una seriedad en su voz que su madre, Anne, no pudo ignorar.

Anne miró a su hijo, percibiendo su incomodidad, y asintió suavemente.

—Dime, cariño. ¿Qué te preocupa?

Harry suspiró, mirando hacia la fiesta antes de hablar.

—Louis y yo... hemos estado peleando. No me habla como antes, está molesto conmigo por algo que... no sé cómo manejar —confesó, frotándose las sienes—. Jackson... Louis cree que podría gustarle alguien que no es un omega, pero eso no es posible, ¿verdad?

Anne lo miró con una mezcla de comprensión y confusión. Los tiempos habían cambiado, y aunque Anne amaba a su hijo y a su familia, se daba cuenta de que el mundo en el que había crecido ya no era el mismo.

—Harry... no sé qué decirte. Sabes que en mi época estas cosas no se hablaban como ahora. Pero si Louis está preocupado por Jackson, tal vez deberías escuchar —respondió, tratando de ser lo más neutral posible—. Los hijos no siempre siguen los caminos que imaginamos para ellos.

Harry apretó los labios, sintiéndose aún más perdido. Quería una respuesta clara, pero su madre, como Louis, parecía estar diciéndole que debía ser más flexible. Algo que, hasta ese momento, le resultaba muy difícil aceptar.

De repente, vio a Jackson entrando en el jardín con alguien más. Era un alfa, alto y de complexión fuerte, que sonreía mientras hablaba con su hijo. Harry se tensó al verlos juntos, pero se forzó a pensar que solo era un amigo de Jackson. No quería imaginar lo contrario, aunque una punzada de molestia surgió cuando se dio cuenta de que Jackson ignoraba completamente al omega que él mismo le había presentado.

Mientras tanto, Nick estaba radiante, presentando a su novio, un omega simpático de su edad. Los dos se complementaban perfectamente, y la alegría de Nick trajo un pequeño alivio a Harry. Al menos, uno de sus hijos seguía el camino que él consideraba correcto, lo cual le dio una pequeña pero significativa sensación de consuelo.

En cuanto a Jackson, aunque sonreía y conversaba con el alfa que lo acompañaba, mantenía una distancia física que intentaba parecer casual. Su madre, Louis, le había sugerido invitar a Sam bajo la premisa de que podrían convivir como amigos, lo que le brindó cierto alivio, ya que significaba que Louis apoyaba sus sentimientos. Sin embargo, Jackson aún temía que su padre pudiera darse cuenta de lo que realmente sentía, por lo que continuaba manteniendo las apariencias frente a él.

A medida que la tarde avanzaba y la fiesta llegaba a su clímax con la llegada del pastel, Harry intentó persuadir a sus hijos mayores para que durmieran con sus abuelos, con la esperanza de poder pasar un momento a solas con Louis y, tal vez, reconciliarse con él. Sin embargo, Nick y Jackson tenían otros planes con sus respectivas citas. Ambos alfas se excusaron, alegando que ya habían hecho compromisos, lo que dejó a Harry solo con Oliver, quien, agotado por la emoción del día, aceptó gustosamente pasar la noche con sus abuelos.

Con Oliver fuera de la casa, Harry sintió una pequeña chispa de esperanza. El único obstáculo que quedaba entre él y la oportunidad de reconciliarse con Louis era el propio Louis. Había pasado días planeando cuidadosamente cómo pedirle perdón, y ahora era el momento de poner todo en marcha.

...

Cuando Louis subió a su habitación esa noche, cansado pero satisfecho por lo bien que había salido la fiesta, lo que encontró lo dejó sin palabras. La habitación estaba iluminada solo por la luz suave de decenas de velas, dispuestas estratégicamente por toda la estancia. En el centro de la cama había un enorme ramo de rosas rojas, y una botella de vino exquisito descansaba sobre la mesita de noche. El olor embriagador de las flores y el ambiente cálido de las velas lo hicieron detenerse en seco.

Harry, que estaba de pie junto a la cama, lo observó en silencio, nervioso pero decidido. Sabía que había cruzado una línea con Louis, pero también sabía que no podía soportar más días de distancia entre ellos.

—Lou —comenzó Harry, su voz baja y casi suplicante—. Amor, sé que me equivoqué. Sé que he sido terco y cerrado, pero te amo. Y no puedo soportar más esta distancia entre nosotros.

Louis, mirando la escena frente a él, sintió cómo su corazón comenzaba a ablandarse. Había pasado días molesto, dolido por la intransigencia de Harry, pero ver cuánto esfuerzo había puesto en este gesto lo conmovió.

—Harry... —dijo, dejando escapar un suspiro, su voz suave pero cansada—. No sé qué decir.

Harry dio un paso hacia él, con las manos extendidas.

—No tienes que decir nada, solo dame una oportunidad de arreglar esto —pidió Harry, su mirada llena de sinceridad—. Solo quiero que volvamos a estar bien.

Louis, débil ante los esfuerzos de su esposo, miró alrededor de la habitación, dejando que el ambiente lo envolviera. Las rosas, las velas, el vino... todo hablaba del amor que Harry aún sentía por él. Y en el fondo, él también lo extrañaba.

Sintió las grandes manos de su esposo en sus caderas y su tibio aliento en su oreja.

—Hay que tomar un baño, mi amor, fue un día agotador, deja que yo me encargue.

Finalmente, tras unos largos segundos, Louis asintió con la cabeza, dándole el beneficio de la duda.

>Fanytz

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