Chapter 22

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Las semanas transcurrieron con una tensa calma para Jackson. Después de la charla con el obispo y las constantes presiones de su padre, las cosas parecían haberse relajado un poco. Harry, satisfecho con la aparente estabilidad de la relación de su hijo con Daisy, dejó de insistir tanto en el tema de los omegas, lo que permitió a Jackson respirar un poco más libremente. La sensación de asfixia que lo había acompañado comenzó a disiparse, y, con esfuerzo, poco a poco fue intentando conseguir el perdón de Sam después de muchos intentos, suplicas y explicaciones.

Sam, aunque todavía muy herido por la situación, empezó a abrirse nuevamente, a darse otra oportunidad. Jackson se había esforzado en demostrarle que no había dejado de pensar en él, que lo que sentía era genuino. Los momentos juntos se hacían más frecuentes, aunque siempre con la sombra de la mentira que Jackson aún no había podido resolver.

Sin embargo, la aparente paz fue rota abruptamente una tarde, cuando Jackson recibió un mensaje inesperado de Daisy. El tono del mensaje era urgente, casi desesperado, y aunque hacía semanas que no la veía, Jackson sintió que no podía ignorarlo.

"Necesito verte. Es urgente"

Fue todo lo que decía el mensaje.

Jackson, que en ese momento estaba disfrutando de un día tranquilo con Sam, sintió un mal presentimiento. Pero, como siempre, la culpa lo empujó a aceptar. Sam, que estaba sentado a su lado, lo miró con una leve desconfianza al ver el nombre de Daisy en la pantalla.

—¿Todo bien? —preguntó Sam, aunque la duda ya se reflejaba en su rostro.

Jackson dudó por un segundo, pero decidió ser honesto, sabiendo que el camino a la reconciliación con Sam pasaba por la sinceridad.

—Es Daisy... dice que necesita verme, parece algo importante —respondió, mientras apagaba el teléfono con un suspiro pesado—. No quiero ir, pero no puedo ignorarla. Esto ya ha causado suficientes problemas, y... no sé, algo me dice que no es lo que parece.

Sam asintió, aunque su expresión se endureció.

—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó, y aunque el ofrecimiento parecía amigable, había una clara tensión en su tono.

Jackson lo miró sorprendido por un momento, y luego asintió, pensando que era lo mejor. Si Daisy iba a confesar algo importante, mejor que Sam estuviera presente, para no generar más malentendidos entre ellos. Lo último que necesitaba era más secretos.

Cuando llegaron al parque donde habían quedado con Daisy, la vieron esperando, sentada en un banco con una expresión completamente distinta a la que Jackson recordaba. La sonrisa habitual que solía acompañar cada una de sus miradas coquetas había desaparecido. En su lugar, un rostro pálido y demacrado, con ojos hinchados y llenos de angustia. Daisy apenas alzó la mirada cuando vio a Jackson acercarse acompañado por Sam, y su cuerpo tembló visiblemente.

—Daisy... —Jackson la saludó con cautela, tomando asiento frente a ella, mientras Sam se quedó de pie, un poco más alejado, pero lo suficientemente cerca como para escuchar.

Daisy permaneció en silencio unos segundos, jugueteando nerviosamente con las manos, hasta que finalmente levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas.

—Jackson, he cometido un terrible error, estoy tan asustada—su voz salió en un susurro entrecortado.

Jackson frunció el ceño, preocupado, pero intentó mantener la calma.

—¿Qué sucede, Daisy? —preguntó con suavidad, aunque el nerviosismo comenzaba a crecer en su pecho.

Daisy tragó saliva, y sus labios temblaron antes de soltar las palabras que parecían pesarle en el alma.

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