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Chapter 6

Louis vio la preocupación en el rostro de Jackson, la forma en que su hijo mayor apretaba los labios mientras miraba por la ventana del auto. Sabía que el miedo de Jackson no era infundado. Harry tenía expectativas muy claras para sus hijos, especialmente para los alfas. Sin embargo, Louis también sabía que el amor de Harry por sus hijos era incondicional, incluso si le costaba adaptarse a ciertos cambios.

—Cariño, no tienes que hacerlo todo de golpe —dijo Louis suavemente mientras seguían conduciendo hacia la heladería—. Puedes tomarte tu tiempo. No tienes que decirle a tu papá hasta que te sientas listo, y cuando lo hagas, estaré a tu lado. Él te ama, Jackson, lo sé. Solo hay que encontrar el momento adecuado.

Jackson asintió lentamente, aunque el miedo seguía ahí. Sabía que su madre siempre estaría a su lado, y eso le daba un consuelo enorme. Pero la incertidumbre de cómo reaccionaría Harry lo mantenía en tensión constante.

—Gracias, mamá —murmuró Jackson—. No sé qué haría sin ti.

Louis le sonrió y estacionó el auto frente a la heladería. Salieron juntos, disfrutando del pequeño respiro de la tarde. Mientras Jackson elegía su helado, Louis lo observaba, recordando la primera vez que él y Harry se habían conocido a una edad similar. Era evidente que Jackson estaba enamorado, y a pesar de las dificultades que podían venir, Louis estaba feliz de que su hijo mayor hubiera encontrado algo tan especial en Sam.

Días después, durante la cena familiar, la atmósfera estaba relajada. Louis y Harry estaban sentados frente a frente, con los tres chicos repartidos a lo largo de la mesa. Oliver, el más pequeño, hablaba emocionado sobre su día en la escuela y las clases de danza. Louis le daba pequeñas sonrisas de apoyo, mientras Harry escuchaba atentamente.

—¿Y cómo te fue en tu clase de ballet hoy, príncipe? —preguntó Harry, inclinándose un poco hacia su hijo menor.

Oliver, con su uniforme aún puesto, sonrió ampliamente. —¡Fue genial, papá! Pero... —el niño hizo una pausa, mirando a sus padres con cierta inseguridad—, quería preguntarte algo.

Harry frunció el ceño, pero animó a su hijo a continuar. —Claro, dime, pequeño.

Oliver respiró hondo antes de soltar la bomba. —Quiero unirme al equipo de fútbol de la escuela.

El silencio se apoderó de la mesa durante unos segundos. Jackson y Nick intercambiaron miradas, sabiendo lo que se avecinaba. Louis también lo sintió, y por un momento quiso interrumpir, pero sabía que esta conversación era inevitable.

Harry carraspeó, tratando de mantener la calma. —Oliver, ya hemos hablado de esto. El fútbol es un deporte para alfas. ¿No preferirías seguir con ballet o alguna otra actividad más adecuada para un omega?

Oliver frunció el ceño, claramente descontento con la respuesta. —Pero me gusta el fútbol, papá. No quiero hacer solo ballet.

Harry negó con la cabeza, su voz firme. —No, Oliver. No quiero que te lastimes en un deporte tan rudo. Hay muchas otras cosas en las que puedes destacar como omega.

—Pero mamá dice que los omegas pueden hacer lo que quieran —replicó Oliver, cruzando los brazos.

Louis intervino, su voz suave pero firme. —Es verdad, Harry. Si Oliver quiere jugar fútbol, deberíamos apoyarlo. Los tiempos han cambiado, y los omegas también pueden jugar si eso es lo que les hace felices.

Harry se veía incómodo, como si la idea de su pequeño omega jugando en un campo lleno de alfas lo superara. —Lo sé, Lou, pero... el fútbol no es para él. No quiero que se lastime. Es solo un niño.

Oliver bajó la cabeza, claramente herido por la negativa de su padre. Jackson, que había permanecido en silencio hasta ese momento, observó la escena con el corazón pesado. Si su padre no podía aceptar que Oliver quisiera jugar al fútbol, ¿cómo iba a aceptar que a él no le gustaban los omegas? Jackson sentía que cada vez tenía menos espacio para ser él mismo en la familia, y la presión crecía.

—Está bien, papá —dijo Oliver en voz baja, aunque Louis pudo notar la tristeza en su tono—. Supongo que seguiré con ballet.

Harry asintió, pensando que había resuelto el problema, pero no se dio cuenta del efecto que sus palabras habían tenido en sus hijos. Louis lo observaba en silencio, sabiendo que la discusión no había terminado realmente. Lo que Oliver quería era algo más que una actividad; quería la libertad de ser quien él decidiera ser, y Louis temía que Harry no lo viera así.

Después de la cena, Jackson fue a su habitación más temprano de lo habitual. Louis lo siguió, sabiendo que su hijo necesitaba hablar.

Jackson estaba acostado en su cama, mirando el techo, cuando Louis entró. Sin decir una palabra, Louis se sentó a su lado, y Jackson se volvió hacia él, sus ojos llenos de frustración.

—¿Viste lo que pasó con Oliver? —murmuró Jackson, sin mirarlo directamente.

Louis asintió, esperando que Jackson continuara.

—Eso es lo que me preocupa, mamá —dijo finalmente Jackson—. Si papá no puede aceptar que Oliver quiera jugar al fútbol, ¿cómo va a aceptar que yo...?

Su voz se apagó antes de poder terminar la frase, pero Louis entendió perfectamente lo que quería decir.

—Cariño, esto no es lo mismo —respondió Louis suavemente, tomando la mano de su hijo—. Lo que tú sientes es mucho más profundo, y entiendo que tengas miedo. Pero no puedes compararlo. Harry te ama, incluso si le cuesta entender algunas cosas. Y cuando llegue el momento, te apoyará.

Jackson suspiró, mirando a su madre con incertidumbre. No estaba seguro de si podía creerle. Pero el simple hecho de tener a Louis de su lado era suficiente por ahora.

—¿Sabes? —dijo Louis en un tono más suave—. Yo también conocí a Sam el otro día. Parece un buen chico.

Jackson sonrió, agradecido por el cambio de tema. Hablar de Sam era más fácil que enfrentarse a la posibilidad de decepcionar a su padre.

—Lo es —admitió Jackson, con una pequeña sonrisa—. Y... me gusta mucho, mamá.

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