Chapter 26

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Los días después de que Louis se fue con los niños fueron una pesadilla para Harry. El silencio de la casa, que alguna vez fue un refugio lleno de risas y caos familiar, se convirtió en un eco insoportable que lo perseguía. Cada rincón del hogar le recordaba lo que había perdido: la risa de sus hijos, la calidez de Louis, el olor a café en la mañana, la rutina que solía tener sentido cuando ellos estaban allí.

Harry comenzó a refugiarse en el alcohol, una distracción que le quemaba la garganta pero que adormecía el dolor que lo consumía. Pasaba las noches sentado frente a la televisión, con un vaso de whisky en la mano, mirando comerciales de familias perfectas, sonrientes, que parecían tener todo lo que él había dejado escapar. Ver esos anuncios le llenaba de un coraje indescriptible, una furia que lo hacía apretar los puños hasta que los nudillos se le ponían blancos. ¿Cómo era posible que esas familias tuvieran lo que él ya no tenía? Se sentía traicionado por el destino, por Louis, incluso por sus propios hijos.

Cada sorbo de whisky lo llevaba más lejos de la realidad, y cada vez que apagaba el televisor en un arrebato de rabia, se hundía más en la soledad. Su hogar, que alguna vez fue el centro de su vida, ahora era solo un cascarón vacío, lleno de fantasmas.

Una tarde, en un arranque desesperado por encontrar respuestas, Harry decidió visitar a su madre. Sabía que ella podría darle algún consejo, algún tipo de orientación. Siempre había sido el sostén de la familia, la voz de la razón cuando él no podía ver más allá de su propia furia. Pero cuando llegó a su casa, lo que encontró no fue consuelo.

—No puedo creer que hayas dejado que esto llegara tan lejos, Harry —le dijo su madre, mirándolo con una mezcla de decepción y frustración—. ¿Qué esperabas que hiciera Louis? ¿Quedarse y ver cómo destrozabas a tus hijos por no aceptar quiénes son?

Harry se sintió como si lo hubieran golpeado en el estómago. Las palabras de su madre lo atravesaban como dagas. Él había venido buscando apoyo, pero todo lo que recibía era juicio.

—Mamá, solo quería lo mejor para ellos —intentó justificarse, aunque sabía que sonaba débil incluso para él—. Quería que Jackson... que todos ellos crecieran con las mismas tradiciones, con la misma... normalidad.

—¿Normalidad? —replicó su madre, casi indignada—. Harry, no hay nada de normal en lo que has hecho. ¡Le diste la espalda a tu propio hijo! ¿Cuándo te volviste tan ciego?

Harry cerró los ojos, cansado de escuchar lo mismo. Para él, todo esto era un error, una desviación de lo que consideraba correcto. Jackson solo necesitaba tiempo, una corrección, y volvería a ser el alfa que él quería que fuera.

—Pensé que venir aquí sería una buena idea, pero veo que fue una pérdida de tiempo —espetó, con el orgullo dolido, levantándose de la mesa con brusquedad.

—Si piensas que escuchar la verdad es una pérdida de tiempo, entonces estás más perdido de lo que pensaba —le dijo su madre, antes de que él saliera de la casa.

El aire frío lo golpeó cuando salió, pero la sensación de vacío dentro de él no se desvanecía. Se sentía más solo que nunca, incapaz de ver el error de sus acciones. Con cada paso que daba, se alejaba más de cualquier posibilidad de redención. Harry estaba cegado por sus propias creencias, atrapado en un ciclo de orgullo y negación.

Los días pasaron, y el whisky continuó siendo su fiel compañero. Pero eventualmente, necesitaba volver al trabajo, aunque solo fuera para escapar de las paredes vacías de su hogar. Se presentó en la oficina, con el semblante duro y frío de siempre, pero algo en su interior se había quebrado.

Durante un almuerzo, su amigo Jacob, uno de los pocos con los que realmente tenía una relación cercana, notó su estado.

—¿Qué te pasa, Harry? —preguntó Jacob mientras tomaban café en la sala de descanso de la oficina—. Has estado apagado, más que de costumbre. ¿Es por Louis?

Harry suspiró, sabiendo que no podía ocultarlo más. Jacob era su amigo, uno de los pocos en los que confiaba.

—Louis me dejó —confesó Harry con un nudo en la garganta—. Se llevó a los niños. Todo por culpa de Jackson y su... confusión.

Jacob lo miró en silencio por un momento, esperando que Harry continuara.

—Jackson... me dijo que no le gustan los omegas, que no le atraen. ¿Te lo imaginas? Mi propio hijo, alfa, y me sale con algo así. No puedo entenderlo. —Harry apretaba los puños mientras hablaba, la frustración burbujeando de nuevo en su interior—. Y ahora Louis está de su lado, como si estuviera bien, como si fuera algo que simplemente debiera aceptar. ¿Cómo se supone que acepte eso?

Jacob permaneció en silencio por un momento, su expresión cada vez más seria. Harry notó el cambio en su semblante, pero no entendió lo que estaba pasando.

—Harry... —comenzó Jacob lentamente, como si eligiera con cuidado sus palabras—. No puedo creer lo que estás diciendo. ¿Te escuchas a ti mismo?

Harry frunció el ceño. Esperaba comprensión de Jacob, no críticas. Pero lo que vino a continuación lo dejó completamente atónito.

—Soy gay, Harry —soltó Jacob de golpe, sus ojos fijos en los de su amigo—. Vivo con una alfa. Y soy feliz.

El mundo de Harry se detuvo. Las palabras de Jacob resonaron en su cabeza, pero le costaba procesarlas. ¿Jacob? ¿Su amigo Jacob? ¿Gay? ¿Viviendo con una alfa? La realidad pareció derrumbarse a su alrededor. ¿Cuántas cosas más no había visto? ¿Cuántas más lo rodeaban sin que él siquiera lo supiera?

—¿Qué? —Harry apenas pudo pronunciar la palabra. Sentía como si el aire se le escapara de los pulmones.

—Así es —continuó Jacob, sin perder el control de su tono—. He estado con mi pareja por meses. Nunca te lo dije porque, honestamente, nunca pensé que sería algo importante. Pero ahora veo que lo es. No puedes seguir viviendo en este mundo cerrado, Harry. No puedes seguir rechazando a las personas que amas solo porque no encajan en tu versión de lo que está bien.

Harry se levantó de golpe, su corazón acelerado, con las emociones desbordadas. Sentía como si estuviera rodeado de una mentira, como si todo lo que conocía estuviera fuera de control. No solo había perdido a su familia, ahora se daba cuenta de que su amigo más cercano también era parte de lo que él no comprendía, de lo que rechazaba.

—Esto... esto no puede ser —murmuró, sin poder mirar a Jacob a los ojos—. Todos ustedes... están equivocados.

—¿Equivocados? —replicó Jacob, levantándose también, su rostro lleno de incredulidad—. ¿Equivocados por ser quienes somos? ¿Equivocados por ser felices? ¡Harry, el único que está equivocado aquí eres tú!

Harry salió de la sala de descanso antes de que Jacob pudiera decir algo más. Se sentía asfixiado, rodeado de personas que no entendía, que le resultaban completamente ajenas. Y lo peor de todo era que no sabía qué hacer con esa realidad.

>Fanytz

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