Marta y Fina permanecían en la tienda, inmersas en un silencio cargado de emociones. Las horas habían pasado como si fueran segundos, sin que ellas se dieran cuenta del tiempo. Cada minuto compartido había sido una mezcla de miradas, suspiros, y esa tensión palpable que parecía llenar el aire entre ellas. Marta, sin saber cómo o cuándo, había permitido que Fina se convirtiera en el centro de sus pensamientos y deseos, y ahora, bajo la luz tenue de las primeras horas del amanecer, ese momento parecía inevitable.
El primer rayo dorado del sol se coló por la ventana de la tienda, reflejándose en ambas. El cálido resplandor iluminaba sus rostros, marcando el inicio de algo nuevo, algo que ninguna de las dos había planeado, pero que ya no podían negar.
Fina respiró profundamente, sabiendo que había llegado el momento. Durante horas había estado conteniendo sus emociones, luchando contra ese impulso de acercarse más a Marta, pero ya no podía más. El deseo la consumía, la necesidad de acercarse a esa mujer que, sin siquiera intentarlo, había puesto su mundo patas arriba. Decidida, Fina levantó sus manos y las posó suavemente sobre las mejillas de Marta. Sus dedos acariciaron su piel con la delicadeza de alguien que temía romper algo frágil, pero con la determinación de quien sabe que ha llegado al punto de no retorno.
Marta, sorprendida, pero completamente inmóvil, sintió el calor de las manos de Fina recorrer todo su cuerpo. Era como si el tiempo se hubiera detenido. El único sonido que podía percibir era el de su respiración, cada vez más rápida, más nerviosa. Sus ojos se encontraron con los de Fina, y en ese momento no hubo más palabras, ni miedos. Solo un sentimiento que las conectaba, más profundo que cualquier cosa que Marta hubiera sentido en años.
Fina no pudo resistir más. Lentamente, casi en cámara lenta, cerró los pocos centímetros que las separaban y, con una suavidad que contrastaba con la intensidad de sus emociones, besó los labios de Marta. Era un beso que llevaba horas, días, quizás años en gestación. Un beso que rompía las barreras, que desafiaba el miedo y la duda, y que traía consigo una liberación tan profunda que ambas sintieron que el suelo bajo sus pies desaparecía.
Marta, sorprendida por la valentía de Fina, dejó que sus propios instintos tomaran el control. Sus miedos e inseguridades se disolvieron en el calor de ese beso, en la dulzura con la que Fina la envolvía. Lentamente, sus manos encontraron la cintura de Fina, y, con un leve tirón, la acercó más a su cuerpo. Era una sensación que nunca había experimentado antes, una mezcla de pasión y ternura, una conexión que iba mucho más allá de lo físico. Marta sabía, en lo más profundo de su ser, que no podría aguantar mucho tiempo sin que esto ocurriera. Desde el momento en que Fina había entrado por la puerta de la pastelería, con esa seguridad que la caracterizaba, su mundo había comenzado a tambalearse.
Mientras sus labios se entrelazaban en un beso lento y lleno de significado, Marta se dio cuenta de que ya no podía negar lo que sentía. Durante años había llevado una vida que, aunque cómoda y conocida, nunca había despertado en ella esa chispa, esa necesidad de algo más. Pero con Fina, todo era diferente. Cada segundo que pasaba a su lado se sentía como una revelación, como si estuviera descubriendo una parte de sí misma que había mantenido oculta durante tanto tiempo.
Fina, por su parte, estaba sumida en una mezcla de emociones que casi la abrumaban. Besar a Marta era un sueño hecho realidad, algo que nunca se había permitido pensar que pudiera suceder. Marta, esa mujer que desde pequeña había admirado desde la distancia, ahora estaba entre sus brazos, respondiendo a su beso con una pasión contenida, pero palpable. Los labios de Marta eran suaves, cálidos, y cada movimiento que hacía llenaba a Fina de una sensación de pertenencia, como si este fuera el lugar donde siempre debió estar.
Sin embargo, el beso no solo fue una explosión de pasión. También fue un momento de profunda conexión emocional. Marta y Fina compartían algo más allá del deseo físico; compartían la necesidad de ser comprendidas, de encontrar un refugio en alguien que las mirara más allá de las apariencias. En ese instante, se dieron cuenta de que estaban comenzando algo que cambiaría sus vidas para siempre.
El beso se fue desvaneciendo lentamente, pero ambas permanecieron cerca, sus frentes tocándose. Marta abrió los ojos lentamente, y lo primero que vio fue la mirada felina de Fina, que la observaba con una mezcla de admiración y cariño. Marta no pudo evitar sonreír, una sonrisa pequeña, tímida, pero sincera. Sin embargo, su mente ya empezaba a recordarle la realidad, las posibles consecuencias de lo que acababa de suceder.
Fina, por otro lado, se sentía completamente segura. A pesar de las dudas que pudieran surgir después, en ese momento todo lo que importaba era Marta, y lo que habían compartido. Sabía que las cosas no serían fáciles, que había un mundo de complicaciones que las esperaba, pero también sabía que no podría haber dejado pasar esta oportunidad. Era ahora o nunca.
Ambas permanecieron así, en ese abrazo silencioso, hasta que el sol, ya completamente en el cielo, las recordó que la noche había terminado, y que con ella, el mundo exterior pronto llamaría a su puerta. Pero en ese momento, ninguna de las dos estaba dispuesta a soltar a la otra. Porque aunque sabían que el futuro sería incierto, también sabían que lo que acababa de nacer entre ellas era más fuerte que cualquier duda o temor.
El primer día de su nueva realidad acababa de comenzar.
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Dulces Secretos 🧁🌙
FanfictionEn Cielos de Azúcar, Marta inaugura la pastelería que siempre soñó abrir junto a su madre, enfrentando sola los desafíos tras su muerte. Con la ayuda de sus amigas Luisita y Amelia, Marta intenta sobrellevar la decepción de la ausencia de su marido...