Capítulo 33: Bajo la Sombra de la Decisión

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Aquella tarde, la tensión se respiraba en cada rincón de la pastelería. Marta y Fina apenas habían logrado concentrarse en el trabajo, atrapadas entre el miedo al paso que estaban por dar y la incertidumbre de lo que podría suceder con Jaime. Desde la visita de su padre, la situación se había vuelto una mezcla de preocupación y decisión, pero ambas estaban decididas a defender su vida y lo que estaban construyendo juntas.

La pequeña campanilla de la puerta sonó con suavidad, y Marta levantó la vista desde el mostrador. Para su sorpresa, vio entrar a Isidro, el padre de Fina, el amigo y confidente que había estado junto a ella desde que era una niña. Su rostro reflejaba una expresión de profunda preocupación, y en su mirada Marta detectó algo más: un temor silencioso que, hasta ahora, nunca había visto en él.

—Isidro, ¿estáis bien? —le preguntó Marta, dejando a un lado el paño que usaba para limpiar.

Isidro asintió, pero su rostro no transmitía tranquilidad. Se acercó lentamente al mostrador y miró a Marta, luego a Fina, y después nuevamente a Marta, como si intentara encontrar las palabras correctas para lo que estaba por decir.

—He oído rumores, Marta. El pueblo no es grande y... la gente habla —comenzó, con una voz cargada de cuidado y preocupación—. Y no solo la gente común... Jaime también. Ayer mismo lo vi en la plaza. Parecía... alterado, por decir lo menos.

Marta asintió en silencio, sin sorpresa alguna, aunque el corazón le dio un vuelco al escuchar el nombre de Jaime en labios de Isidro.

—Lo sabemos, ha decidido que hará lo que sea necesario para... "Compensarse" por nuestro lo sucedido —explicó Marta en voz baja, observando con atención la reacción de Isidro.

Fina se acercó al mostrador, colocando una mano en el hombro de Marta en un gesto silencioso de apoyo. Isidro miró a ambas y suspiró profundamente.

—No solo es eso, Marta. La situación es más delicada de lo que crees —murmuró Isidro, bajando aún más la voz—. Jaime está hablando con los comerciantes del pueblo, diciendo cosas sobre ti, sobre... sobre vosotras dos —hizo una pausa, incómodo por lo que estaba revelando—. Quiere poner al pueblo en tu contra, Marta. Dice que... —se detuvo, eligiendo cuidadosamente sus palabras—, que la pastelería no tiene los valores de antes, que ha perdido la "honorabilidad" de la familia.

Fina apretó los labios, intentando contener el enfado que sentía al escuchar las palabras de Isidro, aunque su expresión la delataba. Marta, sin embargo, logró mantener la compostura, aunque en su interior también luchaba contra la rabia y la tristeza.

—¿Te dijo algo más, Isidro? —preguntó Marta, con la esperanza de obtener algo más concreto sobre las intenciones de Jaime.

—Lo que me preocupa es que intentará presionar para que ciertos clientes dejen de venir. Y no dudo que quiera hacer algo con la familia, Marta. Jaime no va a rendirse fácilmente —respondió Isidro, mirando a Marta con preocupación.

—¿La familia? —preguntó Fina, mirando de reojo a Marta.

—Sí, la familia y los valores —contestó Isidro, enfatizando el tono sarcástico—. Creo que está dispuesto a hacer cualquier cosa para demostrar que "lo tradicional" está en peligro.

Marta lo miró con una mezcla de determinación y dolor.

—Gracias, Isidro, por contárnoslo. Sabía que esto iba a complicarse, pero no imaginé que llegaría tan lejos —dijo con voz firme—. Sin embargo, no me va a detener. Ni a mí ni a Fina.

Isidro asintió lentamente, comprendiendo la valentía que había en las palabras de Marta. Sabía que ella siempre había luchado por lo que creía correcto, y esta vez no sería diferente.

—No quiero ser entrometido, pero... esto puede traeros problemas más grandes, Marta. La pastelería, tu reputación, hasta tu lugar en esta comunidad. Y puede poner en peligro a mi hija.

Marta miró a Fina, quien le devolvió una mirada cálida y llena de comprensión. Habían llegado hasta ese punto juntas, y no dejarían que las amenazas de Jaime rompieran lo que estaban construyendo.

—Es mi vida, Isidro. Y es mi decisión. Si tengo que enfrentarme a Jaime y a lo que sea que quiera hacer, lo haré. Pero esta es mi casa, y esta es la vida que quiero tener. Y no voy a permitir que Fina corra peligro, te lo prometo —contestó Marta, con una resolución que sorprendió incluso a Fina.

Isidro observó a ambas y asintió lentamente.

—Entonces cuenta conmigo. Pase lo que pase, estaré aquí para apoyaros. Siempre he creído en ti, Marta. Y seguiré creyendo —dijo con una pequeña sonrisa.

Fina, sintiendo una profunda gratitud, le sonrió.

—Gracias, Isidro. Tu apoyo significa mucho para nosotras —respondió Marta con sinceridad.

Después de un breve silencio, Isidro se disculpó, dejando a Marta y Fina solas en la pastelería, inmersas en sus pensamientos. Aunque la conversación había sido dura, ambas sentían un nuevo aire de fortaleza entre ellas.

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