Capítulo 39: Secretos Revelados

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La mañana era clara y fresca cuando Marta y Fina escucharon un golpeteo firme en la puerta. Fina, aún somnolienta, abrió mientras Marta, desde la cocina, la observaba con una mezcla de curiosidad y precaución. Frente a la puerta, se encontraban Luz y Begoña, con Luisita y Amelia un poco más atrás, esperando con expresiones de incertidumbre. La noticia que traían no podía ser buena.

—Tenemos que hablar —dijo Begoña con un tono serio, mirando a su alrededor antes de entrar, como si temiera que alguien más pudiera escucharla.

Todas se acomodaron en el salón. Marta notaba en el rostro de Begoña una inquietud inusual, como si estuviera a punto de soltar algo que llevaba tiempo guardado y que no se atrevía a confesar.

—Anoche, escuché algo… y no puedo quedármelo para mí. —Begoña respiró profundamente, mirando a Marta con los ojos entrecerrados—. Escuché a tu hermano Jesús, hablando con Jaime.

El nombre de Jaime resonó como un eco pesado en el aire, y un escalofrío recorrió a todas las presentes. Marta se llevó una mano a la boca y asintió para que Begoña continuara.

—No alcancé a escuchar toda la conversación, pero la idea era clara: están planeando algo en tu contra, Marta. —Begoña bajó la mirada, temiendo el impacto de sus palabras—. Jesús parecía molesto, pero Jaime lo calmaba, le decía que tú no eras tan “dócil” como esperaban y que debían actuar antes de que tomaras más control sobre los negocios.

La sorpresa y el dolor en el rostro de Marta fueron evidentes. Se quedó en silencio, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar. Era difícil de aceptar: su propio hermano, alguien a quien había defendido y apoyado, estaba conspirando con Jaime, el hombre que una vez había amado, pero que ahora no era más que una sombra en su vida.

—Esto no puede estar pasando —murmuró Marta, mirando a Fina con tristeza.

Fina le dio un apretón en la mano, queriendo transmitirle fuerza. Begoña continuó hablando, intentando aportar algo de claridad.

—Lamento mucho tener que decirlo, Marta, pero creo que tu hermano está viendo en Jaime una oportunidad para... para salir de sus problemas,  y salirse con la suya, quizá. —Hizo una pausa, con el rostro tenso—. Sabes que la situación en la que se encuentra Jesús no le gusta, él esperaba que tu padre le diera la responsabilidad de llevar los negocios, y te la dio a ti. Supongo que Jaime lo convenció de que, si te retiraba de la pastelería, podría hacerse con una buena parte del negocio y podrían ser socios.

Amelia, quien había escuchado en silencio hasta entonces, tomó la palabra.

—Eso significa que podrían intentar mover las influencias de Jaime para sacarte de la propiedad o incluso forzarte a renunciar al negocio. —Su mirada era de preocupación y seriedad—. Marta, no podemos dejar que eso pase.

—Pero ¿qué hacemos? —preguntó Luisita, preocupada—. No podemos simplemente enfrentarnos a ellos sin una estrategia. Necesitamos algún plan.

Luz, quien hasta entonces había permanecido en silencio, se inclinó hacia Marta y le tocó el hombro.

—Creo que podríamos usar nuestra discreción a nuestro favor. Ahora que sabemos de sus planes, podríamos adelantarnos. Si tú decides quiénes manejan la pastelería y los bienes, Jaime y Jesús no tendrían manera de controlarlo. Marta, si tomas medidas legales y pones todo a nombre de alguien de confianza… podríamos evitar lo peor.

Marta asintió, aunque el dolor seguía reflejándose en su expresión. La traición de su hermano le resultaba difícil de asimilar.

—Tienes razón, Luz. Si tomo acción antes de que ellos puedan hacerlo, podríamos evitar que se adueñen de lo que tanto esfuerzo me ha costado construir.

Amelia, más directa, propuso algo adicional.

—También deberíamos investigar a Jaime. Algo me dice que no está actuando solo, sino que puede tener otras personas implicadas. Si logramos encontrar algo comprometedor, podríamos usarlo en su contra.

Todas asintieron, dándose cuenta de que no había tiempo que perder.

La conversación continuó, cada una compartiendo ideas y estrategias para proteger a Marta y, al mismo tiempo, salvaguardar la pastelería. Begoña, quien parecía la más afectada por la traición de Jesús, habló con un tono triste pero decidido.

—Jesús siempre ha sido ambicioso, Marta. Creo que yo misma no supe ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar, y te pido perdón por no haberlo notado antes. Pero, si Jaime logra salirse con la suya, todo tu trabajo se perderá.

Fina, siempre solidaria, le ofreció unas palabras de apoyo a Marta.

—No estás sola, Marta. Si Jaime y Jesús creen que pueden intimidarte, no saben con quién están tratando. Las mujeres aquí presentes son tu fuerza, vamos a pelear por ti y junto a ti.

Marta, conmovida, dejó que una lágrima resbalara por su mejilla. La traición dolía, pero la presencia de sus amigas la llenaba de valor. Se prometió que no permitiría que nadie le arrebatara lo que había construido con tanto esfuerzo y sacrificio.

Finalmente, tras casi dos horas de planificación, llegaron a una decisión. La primera acción sería contactar a un abogado de confianza para iniciar los trámites legales necesarios y asegurarse de que la pastelería quedara protegida. Amelia y Luisita se encargarían de investigar cualquier movimiento extraño de Jaime en el pueblo, mientras que Luz y Begoña mantendrían contacto con algunos de sus contactos en las ciudades cercanas, buscando posibles aliados.

—Esto no va a ser fácil —advirtió Luz, con una sonrisa cansada—. Pero juntas, tenemos más fuerza de lo que Jaime y Jesús pueden imaginarse.

Todas se miraron, sabiendo que la batalla no sería sencilla, pero sintiéndose seguras en la compañía y apoyo mutuo.

Mientras se despedían, Marta y Fina se quedaron en el salón, observando cómo el sol iluminaba el patio con un brillo tranquilo. Fina le dio un abrazo a Marta, transmitiéndole toda la fortaleza que sentía en su corazón.

—Vamos a salir de esta, Marta. No hay nada que no podamos vencer juntas.

Marta asintió, abrazándola con fuerza, sintiendo en ese momento la determinación de una mujer que no dejaría que nadie la despojara de sus sueños.

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