Capítulo 10: Una Conexión Inesperada

332 35 0
                                    

El aroma dulce y reconfortante de la pastelería llenaba el ambiente, mientras Marta y Fina terminaban de limpiar la cocina después de haber trabajado juntas en la preparación de los famosos bollos suizos. Marta observaba a Fina con una sonrisa en los labios, agradecida por la ayuda y, de alguna manera, por la inesperada complicidad que se había creado entre ellas.

—Fina, de verdad, no sé cómo agradecerte todo lo que has hecho hoy —dijo Marta, dejando a un lado el trapo con el que estaba limpiando la encimera—. Creo que no me queda otra opción más que ofrecerte el puesto de trabajo. Si quieres, por supuesto. Te necesito aquí. Contigo, esto funciona mucho mejor.

Fina, sorprendida por la noticia y sin poder contener la emoción, sintió un torrente de alegría que no supo cómo expresar. Antes de pensarlo dos veces, se lanzó hacia Marta y la abrazó con fuerza. El gesto fue repentino, pero sincero. Marta, al principio, quedó sorprendida, pero pronto correspondió el abrazo, sintiendo la calidez y la gratitud de Fina.

Al separarse, quedaron a pocos centímetros de distancia, sus respiraciones se entrelazaban en el aire y, de nuevo, esos ojos azules como el mar se encontraron con la mirada intensa y profunda de Fina. Ninguna de las dos podía apartar la vista, como si una fuerza invisible las mantuviera unidas.

—Gracias, Marta... de verdad, gracias —murmuró Fina, susurrando en un tono que parecía cargado de emociones contenidas.

Pero ninguna de las dos se movió. Algo en el aire había cambiado, y aunque la lógica les pedía que se separaran, sus cuerpos seguían conectados como si de imanes se tratara, incapaces de romper ese delicado equilibrio. La tensión entre ellas era palpable, y ambas sabían que lo que estaban sintiendo en ese momento era algo más grande de lo que jamás habrían imaginado.

Marta, casi sin pensar, levantó una mano y, con una ternura que la sorprendió a sí misma, limpió con delicadeza un rastro de harina que había quedado en la mejilla de Fina. El toque fue suave, casi imperceptible, pero lleno de una proximidad que les resultaba imposible ignorar. En ese instante, Marta olvidó por completo que era una mujer casada, que su vida estaba trazada de una manera diferente. Solo estaban ella y Fina, en ese pequeño espacio compartido.

Fina cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por el toque de Marta, disfrutando de la suavidad con la que la acariciaba. Al abrirlos de nuevo, la miró con una expresión diferente, una mezcla de admiración, cariño y algo más profundo, algo que no se atrevía a nombrar. Su mirada era felina, intensa, como si quisiera decirle tantas cosas sin pronunciar una sola palabra.

Marta, al recibir esa mirada, no pudo evitar sonreír tímidamente. Su sonrisa era preciosa, cálida, pero también llena de una leve vergüenza. Sus mejillas se tiñeron de un suave tono rosado mientras agachaba la cabeza, consciente de lo que estaba sucediendo, pero sin poder evitarlo.

Fina, notando esa vulnerabilidad en Marta, tomó una decisión que no pudo controlar. Lentamente, con una suavidad que solo hacía más evidente la conexión entre ellas, levantó la barbilla de Marta con delicadeza, guiando su rostro hacia el suyo. Los ojos de Marta, ahora completamente expuestos, se encontraron de nuevo con los de Fina, y en ese instante supieron que algo estaba cambiando entre ellas.

Era imposible ignorar la intensidad de ese momento. Lo que Amelia y Luisita habían intuido horas antes, lo que ambas habían tratado de negar o de evitar, estaba ocurriendo. Había una verdad innegable entre ellas, algo que estaba floreciendo de manera inesperada pero inevitable.

Los segundos parecieron alargarse mientras se miraban, atrapadas en ese espacio de tiempo en el que todo lo demás desaparecía. Fina, sin apartar la mirada, sonrió con una ternura que desarmó a Marta por completo.

—Creo que Amelia y Luisita tenían razón... —dijo Fina en un susurro, como si compartiera un secreto que ambas apenas comenzaban a descubrir.

Marta, aun con las mejillas sonrojadas, intentó responder, pero las palabras parecían atrapadas en su garganta. Lo único que pudo hacer fue seguir sonriendo, mientras su corazón latía desbocado en su pecho. Sabía que algo dentro de ella estaba cambiando, que Fina había llegado a su vida en el momento más inesperado y, de alguna manera, más oportuno.

Finalmente, Marta rompió el silencio, pero lo hizo de la única forma que se atrevía en ese momento, con una sonrisa temblorosa.

—No sé en qué momento llegaste, Fina, pero... creo que te necesitaba aquí más de lo que pensaba.

Ambas se quedaron quietas, sabiendo que, aunque no habían cruzado ninguna línea clara, estaban al borde de hacerlo. Era un terreno incierto, pero la conexión entre ellas seguía siendo innegable.

Dulces Secretos 🧁🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora