El calor en la pequeña cocina se había vuelto sofocante, pero no por la temperatura ambiente, sino por la tensión entre Marta y Fina. El beso que habían compartido no era solo un acto de deseo, sino una rendición total a lo que ambas sentían. Marta, por primera vez en años, se sentía libre, dejándose llevar por algo más poderoso que la razón: la atracción intensa e irrefrenable que la conectaba con Fina.
Con la camisa de Fina desabrochada, la piel al descubierto era una tentación irresistible. Marta no pudo contenerse más, sus dedos rozaron el torso de Fina, delineando cada centímetro de su piel desnuda. El tacto de su piel cálida bajo las yemas de sus dedos hacía que su propio cuerpo temblara de anticipación. Nunca había sentido algo así antes, ni siquiera con Jaime. Era como si Fina hubiera encendido una chispa en su interior que la consumía desde lo más profundo, llevándola a un punto de no retorno.
Fina, que hasta ahora había mantenido el control, sintió cómo el deseo dentro de ella crecía aún más con cada caricia de Marta. No pudo evitar sonreír cuando vio la expresión de sorpresa y anhelo en los ojos de Marta, una mezcla de inocencia y pasión que la hacía aún más irresistible. Sin decir una palabra, Fina bajó las manos hasta la cintura de Marta, aferrándola con más fuerza, y la empujó suavemente contra la mesa de la cocina, inclinándose sobre ella hasta que sus cuerpos quedaron completamente pegados.
Los labios de Fina volvieron a los de Marta, esta vez con más intensidad, con más hambre. Era un beso profundo, cargado de un deseo que no pedía permiso, que no buscaba control. Marta se entregó por completo, sus manos recorriendo la espalda de Fina, aferrándose a ella como si fuera lo único que la mantenía en pie en ese momento. Los cuerpos de ambas se movían al compás de ese beso, y el roce de sus pieles desnudas provocaba una corriente eléctrica que parecía recorrer cada fibra de sus cuerpos.
El aire se volvía más denso con cada segundo que pasaba. Los suspiros de Marta se entremezclaban con los gemidos apenas contenidos de Fina, mientras ambas se entregaban a esa danza salvaje y apasionada que parecía no tener fin. Las manos de Marta, antes tímidas, comenzaron a moverse con más seguridad, bajando por el abdomen de Fina hasta llegar a su pantalón. Dudó solo un segundo, pero la mirada de Fina, oscura y cargada de deseo, la empujó a continuar.
Marta desabrochó el botón del pantalón de Fina con dedos temblorosos, y al hacerlo, sintió cómo el pulso de ambas se aceleraba aún más. Fina, al sentir el contacto, no pudo evitar soltar un pequeño jadeo. El control que hasta ese momento había mantenido comenzó a desmoronarse. Sus labios se movieron hacia la mandíbula de Marta, luego su cuello, dejando un rastro de besos que quemaban en cada centímetro de su piel. Fina se detuvo un segundo para observar a Marta, que respiraba entrecortadamente, su pecho subiendo y bajando rápidamente, mientras la miraba con los ojos entrecerrados, perdida en el éxtasis del momento.
—Marta... —murmuró Fina en su oído, su voz baja y ronca, cargada de deseo—. ¿Estás segura?
Marta no respondió con palabras, pero su mirada lo decía todo. Levantó la cabeza para que sus ojos se encontraran, y en ese cruce de miradas se dijeron más de lo que cualquier palabra podría expresar. Fina lo entendió, y con un suspiro profundo, dejó que sus manos se movieran con más libertad, recorriendo el cuerpo de Marta con una urgencia que había estado reprimiendo hasta ahora.
El sonido de la respiración pesada de ambas llenaba la habitación. Fina deslizó una mano bajo la blusa de Marta, subiéndola lentamente hasta que sus dedos encontraron la suave piel de su abdomen. Marta cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones, mientras Fina continuaba su viaje ascendente, acariciando con delicadeza y al mismo tiempo con una firmeza que hacía que el corazón de Marta latiera más rápido.
El tiempo parecía haberse detenido. Las luces del amanecer que entraban por la ventana dibujaban sombras sobre sus cuerpos entrelazados, mientras ambas se dejaban llevar por el deseo. Marta, con el rostro encendido, soltó un gemido que hizo que Fina sonriera, y en respuesta, aferró a Marta con más fuerza, presionando sus caderas contra las suyas hasta que ya no quedaba espacio entre ellas.
—No puedo... parar —susurró Marta con la voz entrecortada, sus manos ahora enredadas en el cabello de Fina, tirando de él con suavidad mientras sus labios se buscaban una y otra vez.
Fina la miró, y esa mirada lo decía todo. No había vuelta atrás, no después de lo que habían compartido, de lo que estaban compartiendo. Fina inclinó la cabeza y rozó sus labios con los de Marta, apenas un toque, antes de deslizar su mano con más firmeza por la espalda de Marta, bajando lentamente, mientras sus cuerpos se movían al unísono.
El deseo que sentían no solo las consumía, sino que las unía de una manera que ninguna de las dos había previsto. En cada caricia, en cada beso, había una urgencia, un anhelo por más, por explorar cada rincón del cuerpo de la otra. Y aunque sabían que el tiempo no estaba de su lado, en ese momento, en esa cocina, el mundo exterior dejó de existir. Solo estaban ellas, su respiración, sus susurros y el deseo que las arrastraba más y más profundo en esa espiral de pasión.
Marta, que nunca había sentido algo tan poderoso, se dejó llevar por completo. Por primera vez en su vida, dejó de pensar en lo que debía hacer, en lo que los demás esperaban de ella. Y en lugar de eso, se permitió sentir, se permitió ser.
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Dulces Secretos 🧁🌙
FanfictionEn Cielos de Azúcar, Marta inaugura la pastelería que siempre soñó abrir junto a su madre, enfrentando sola los desafíos tras su muerte. Con la ayuda de sus amigas Luisita y Amelia, Marta intenta sobrellevar la decepción de la ausencia de su marido...