Capítulo 18: Sospechas en el Aire

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La luz de la mañana empezaba a colarse por las ventanas de la pastelería "Cielos de Azúcar", pero en el interior, Marta y Fina estaban demasiado ocupadas para notar los rayos dorados. Se movían entre el mostrador y la cocina, preparando pasteles y organizando los bollos para la apertura del día. Todo parecía normal, salvo por un pequeño detalle: las dos seguían usando la misma ropa del día anterior.

Fina, con su camisa ligeramente arrugada, y Marta, con la blusa que llevaba horas antes, intercambiaron miradas cómplices mientras trabajaban. Ambas sabían que las cosas podrían ponerse incómodas si Amelia o Luisita llegaban y notaban ese pequeño "descuido".

—Tenemos que hacer algo antes de que lleguen las chicas —comentó Marta mientras terminaba de empaquetar una docena de croissants para un pedido.

Fina la miró y supo exactamente a lo que se refería.

—Tienes razón. Si me ven así, empezarán a sospechar —respondió, con una ligera sonrisa juguetona, recordando todo lo que había pasado entre ellas la noche anterior.

—Ve a casa y cámbiate, rápido. Si llegan antes de que vuelvas, les pondré alguna excusa —dijo Marta, acercándose más a Fina. Sus dedos acariciaron ligeramente el brazo de la joven, lo suficiente como para que un pequeño escalofrío recorriera el cuerpo de Fina.

Asintiendo, Fina se dispuso a marcharse, pero antes de cruzar la puerta, no pudo resistirse a dar un paso atrás, inclinarse hacia Marta y plantarle un suave beso en los labios. Fue un beso rápido, pero lleno de complicidad.

—Nos vemos en un rato —susurró en sus labios, antes de salir por la puerta, dejando a Marta sonriendo en silencio mientras la observaba alejarse.

Fina caminaba rápidamente hacia su casa, intentando mantener un paso firme y evitar a toda costa cruzarse con Amelia o Luisita. Sabía perfectamente que si alguna de ellas la encontraba, sobre todo Amelia, no podría escapar de un interrogatorio implacable. Mientras aceleraba el paso, repasaba mentalmente lo que les diría si las veía. Tenía que pensar en algo convincente, pero nada parecía lo suficientemente bueno.

Al llegar a la plaza, su peor temor se hizo realidad: Luisita y Amelia venían caminando directamente hacia ella por la única calle que podía tomar. No había lugar donde esconderse.

—¡Mierda! —murmuró para sí misma mientras mantenía la compostura y se dirigía hacia ellas.

Amelia fue la primera en notar a Fina. Su mirada se agudizó, como si detectara algo diferente en el aire. Luisita, siempre perceptiva, también se fijó en que Fina parecía más nerviosa de lo normal.

—¡Fina! —exclamó Amelia, acercándose con paso firme y una sonrisa ladeada, claramente sospechando algo—. ¿Qué haces por aquí tan temprano?

Fina intentó sonreír de manera natural, pero sabía que Amelia la estaba analizando con cada palabra, cada gesto. Tenía que ser rápida.

—Oh, solo... olvidé algo en casa —respondió, intentando sonar despreocupada, pero Amelia ya había notado el detalle más importante.

—Llevas la misma ropa que ayer... —dijo Amelia en tono inquisitivo, cruzándose de brazos mientras lanzaba una mirada a Luisita, quien frunció el ceño, como si también estuviera empezando a atar cabos.

Fina sintió que su corazón se aceleraba. Amelia era tan observadora como siempre, y en ese momento parecía un halcón acechando a su presa.

—¿Estuviste toda la noche en la pastelería? —preguntó Amelia, arqueando una ceja. El tono de su voz tenía un toque malicioso, como si ya supiera la respuesta, pero quería ver cómo reaccionaba Fina.

Fina respiró hondo, manteniéndose firme y decidida a no ceder ante la presión.

—Sí, Marta y yo tuvimos que preparar algunos pedidos urgentes. Fue una noche larga, y se nos hizo muy tarde. Al final decidí quedarme en el sofá de la tienda. Nada del otro mundo —respondió, intentando sonar lo más casual posible.

Amelia no parecía del todo convencida. Dio un paso más cerca de Fina, sus ojos fijos en ella.

—¿Solo eso? —preguntó en un tono aún más inquisitivo, su sonrisa traviesa nunca desapareciendo. Estaba claro que no iba a dejarlo pasar tan fácilmente.

Luisita, mientras tanto, se mantenía en silencio, observando la interacción con interés. Sabía que Amelia tenía una intuición afilada y que algo había captado su atención.

Fina, sintiendo la presión de la situación, decidió que lo mejor era no alargar el momento. Cuanto antes saliera de ahí, mejor.

—Claro que sí, solo trabajo. ¿Qué más podría haber pasado? —respondió Fina, aunque su respuesta fue más rápida de lo que había planeado, algo que no pasó desapercibido para Amelia, quien esbozó una sonrisa de satisfacción.

—Ah... entiendo... —dijo Amelia lentamente, como si saboreara cada palabra—. Entonces no te molestamos más, no queremos que llegues tarde a la pastelería. Nos vemos luego.

Fina asintió rápidamente, deseando salir de allí lo antes posible. Con una sonrisa forzada, dio la vuelta y siguió su camino. Mientras se alejaba, pudo sentir los ojos de Amelia fijos en su espalda, y aunque había logrado salir del interrogatorio sin revelar nada, sabía que Amelia no se dejaría convencer tan fácilmente.

De vuelta en la tienda, Marta no había dejado de pensar en Fina desde que se había ido. La mezcla de emociones que sentía la tenía en un estado de confusión constante. Se preocupaba por lo que las chicas pudieran decir o sospechar, pero al mismo tiempo, no podía evitar pensar en los momentos que había compartido con Fina.

Justo en ese momento, el timbre de la puerta sonó, indicando que alguien había entrado en la pastelería. Marta miró hacia la entrada, y para su alivio, era Fina, ya con ropa limpia y fresca.

—Lo lograste sin que te atraparan —dijo Marta con una sonrisa cómplice.

Fina rio suavemente, pero el encuentro con Amelia la había dejado con la sensación de que esto no iba a quedar ahí. Amelia era demasiado astuta, y probablemente no tardaría mucho en atar cabos.

—Casi no me libro. Amelia estaba decidida a sacarme algo de información —respondió Fina, acercándose a Marta y rozando su brazo con el suyo, un gesto sutil, pero lleno de significado.

Marta suspiró y le guiñó un ojo.

—Sabes, esto va a ser más complicado de lo que creíamos. Pero mientras podamos, mantengámoslo profesional, ¿no?

Fina asintió, aunque por la forma en que Marta la miraba, ambas sabían que el límite entre lo profesional y lo personal se desdibujaba cada vez más.

Justo antes de que Fina pudiera responder, Marta se acercó y le plantó un beso rápido en los labios, lo suficiente para robarle una sonrisa y recordarle que lo que había entre ellas era real, aunque complicado.

—Bueno, ¡a trabajar! —exclamó Marta con una sonrisa traviesa, intentando retomar la normalidad antes de que llegaran Amelia y Luisita.

Fina sonrió y se puso a trabajar a su lado, aunque ambas sabían que el día apenas estaba empezando, y que las complicaciones no habían hecho más que comenzar.

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