Capítulo 11: El Inicio de Algo Más

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El aire en la pastelería estaba cargado de una tensión suave, delicada, pero innegable. Marta se encontraba inquieta, su corazón latiendo con una fuerza que nunca había sentido antes, al menos no así. Fina estaba frente a ella, mirándola con esos ojos que parecían ver más allá de su fachada, como si fueran capaces de descifrar los sentimientos que Marta aún no lograba entender del todo. Por primera vez en mucho tiempo, sentía una conexión que iba más allá de lo físico, una seguridad que con Jaime siempre había faltado, y eso la asustaba, pero también la llenaba de una calma que no sabía que necesitaba.

Fina, consciente de la inquietud de Marta, acercó una mano lentamente y acarició su mejilla con una suavidad casi reverente. Marta cerró los ojos en respuesta, una pequeña señal de que estaba dispuesta a dejarse llevar por ese momento, a confiar en lo que sentía. Era como si ese simple gesto le confirmara que lo que ocurría entre ellas era real, tangible. Las frentes de ambas se juntaron en una lluvia de emociones compartidas, en una burbuja donde solo existían ellas dos, aisladas del resto del mundo.

Fina no apartó la mano, sus dedos rozando la piel de Marta con una delicadeza que le hacía sentir vulnerable, pero segura al mismo tiempo. Marta, aun con los ojos cerrados, dejó escapar un suspiro, como si estuviera soltando una carga que llevaba dentro desde hacía mucho tiempo. No había necesidad de palabras en ese instante. Todo lo que no se atrevían a decir en voz alta estaba implícito en sus miradas, en sus gestos. Fina sabía que Marta estaba en un mar de dudas, que lo que sentía era tan nuevo como abrumador, pero también sabía que en ese momento estaban en sintonía perfecta.

Mientras tanto, en la plaza del pueblo, Luisita y Amelia se habían encontrado para hablar sobre Marta y Fina. La complicidad entre ambas era evidente, como siempre lo había sido. Amelia, con su capacidad innata para observar y descifrar a la gente, no había tardado en notar la tensión entre Marta y Fina, y quería asegurarse de que Luisita también lo percibiera.

—¿Sabes qué? —dijo Amelia con una sonrisa divertida—. Fina ha sido contratada por Marta. Hoy mismo.

Luisita, al escuchar eso, no pudo evitar que una enorme sonrisa se dibujara en su rostro. Sus ojos brillaron de emoción, casi como si hubiera adivinado lo que estaba por venir.

—¿En serio? ¡Eso es maravilloso! —exclamó Luisita, incapaz de ocultar su entusiasmo—. Esto va a ser muy interesante... Ya me imagino lo que puede pasar entre ellas.

—Precisamente de eso quería hablar contigo —añadió Amelia, con una expresión más seria—. No sé si Marta se da cuenta de lo que está empezando a sentir, pero lo que vi hoy entre ellas no es casualidad. Hay algo ahí, y no sé si será fácil para ninguna de las dos.

Ambas caminaron hacia la pastelería, hablando animadamente sobre lo que podrían hacer para ayudar a Marta y Fina en este momento tan incierto. Mientras se acercaban, Luisita no podía evitar pensar en cómo Marta siempre había sido alguien discreta con sus emociones, y cómo Fina, con su carácter, podía ser exactamente lo que ella necesitaba para romper esas barreras.

—¿Crees que deberían estar juntas? —preguntó Luisita, casi con un tono de confidencia, mientras Amelia la miraba con una sonrisa cómplice.

—No lo sé —respondió Amelia con sinceridad—. Pero lo que sí sé es que ninguna de las dos puede negar lo que está empezando a pasar. Solo espero que no les haga daño.

Cuando llegaron a la pastelería, vieron que las luces estaban apagadas y las puertas cerradas. Luisita frunció el ceño, algo decepcionada, ya que pensaban que podrían encontrarlas allí.

—Bueno, parece que ya no están aquí —comentó Luisita, cruzándose de brazos.

—Eso parece... —dijo Amelia, aunque algo en su interior le decía que tal vez, aunque no las vieran, algo más importante estaba sucediendo en ese preciso instante.

Y tenía razón.

Dentro de la pastelería, Marta y Fina seguían compartiendo uno de los momentos más especiales de sus vidas. Aunque las palabras seguían sin salir, la atmósfera estaba cargada de algo que las dos comprendían, aunque fuera a nivel subconsciente. Fina, con una seguridad que contrastaba con la vulnerabilidad de Marta, la miraba con ternura, comprendiendo las dudas y las inseguridades que la asaltaban. Ella misma las había tenido alguna vez, pero ahora, al estar tan cerca de Marta, sentía que todo cobraba sentido.

—Gracias por confiar en mí, Marta —murmuró Fina finalmente, con una voz suave, rompiendo el silencio de forma casi imperceptible.

Marta, aún algo abrumada por lo que estaba sintiendo, abrió los ojos lentamente, encontrándose con la mirada llena de cariño de Fina. Sabía que algo estaba cambiando dentro de ella, que Fina había tocado una parte de su corazón que hasta ahora había permanecido cerrada y apagada. Su vida con Jaime había sido de apariencias, de ausencias y silencios, pero con Fina, todo parecía diferente. Se sentía viva, apreciada de una manera que no sabía que necesitaba.

—Gracias a ti, Fina... —respondió Marta en un susurro, aunque algo en su voz denotaba la lucha interna que aún libraba.

El silencio volvió a instalarse entre ellas, pero esta vez no era incómodo. Era un silencio lleno de promesas, de posibilidades que aún no se atrevían a nombrar. Marta, sin pensarlo, levantó la mano y limpió una vez más la harina que quedaba en el rostro de Fina, un gesto lleno de ternura. En ese instante, Fina cerró los ojos, disfrutando del toque suave de Marta, sabiendo que lo que estaban viviendo era el comienzo de algo más.

Al abrir los ojos, los de Marta se encontraron de nuevo con los de Fina. La tensión seguía allí, palpable, pero ahora había una nueva certeza. Ambas sabían que este era el primer paso hacia una nueva etapa, una etapa que les dejaría huella, que las cambiaría de formas que aún no podían imaginar.

Luisita y Amelia podían intuir lo que estaba ocurriendo, pero solo ellas dos. Marta y Fina, comprendían la verdadera magnitud de lo que estaban sintiendo. Aunque tanto Amelia como Luisita serían testigos y apoyo en este viaje. Marta y Fina estaban a punto de embarcarse en algo que sería solo suyo. Una etapa llena de dudas, sí, pero también de una fuerza que ninguna de las dos podía ignorar.

Este momento, el que acababan de compartir, sería recordado siempre como el inicio de algo más. Algo que cambiaría sus vidas para siempre.

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