Capítulo 20: El Juego de las Miradas

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La tienda se fue llenando poco a poco con el bullicio de los clientes, el sonido de las campanillas en la puerta y las conversaciones que llenaban el aire. Marta y Fina seguían atendiendo a los clientes como si nada, pero había una corriente subterránea de tensión entre ellas, algo que no podían disimular por completo. Las miradas fugaces, los pequeños roces, y la complicidad que habían compartido la noche anterior seguían presentes, aunque bajo la atenta vigilancia de quienes las rodeaban.

Luisita y Amelia se habían marchado, pero ambas sabían que no sería por mucho tiempo. Marta tenía esa sensación persistente de que Amelia seguía investigando, queriendo averiguar qué estaba ocurriendo exactamente entre ella y Fina. Sin embargo, intentaba mantener la calma. El trabajo de la tienda la ayudaba a concentrarse, aunque su mente, cada tanto, se desviaba hacia Fina, hacia los recuerdos de la noche anterior, y hacia el extraño torbellino de emociones que ahora la envolvía.

Fina, por su parte, seguía igual de enfocada, pero sentía el escrutinio en cada uno de sus movimientos. Sabía que tenía que mantener una distancia prudente con Marta, pero la química entre ellas hacía que fuera difícil no caer en pequeños gestos que delataban más de lo que deberían. Cada vez que Marta pasaba cerca de ella, el aire parecía cargarse de electricidad. Aunque trataban de disimular, los destellos de complicidad eran innegables.

El timbre de la puerta sonó de nuevo, y Marta levantó la vista, encontrándose con la figura inconfundible de Amelia, quien había regresado. Luisita no la acompañaba esta vez, pero eso solo hizo que Marta sintiera una ligera punzada de preocupación. Sabía que Amelia estaba allí por algo más que por los pasteles.

Amelia caminó con calma hasta el mostrador, con una expresión aparentemente inocente, pero sus ojos no dejaban de moverse de Marta a Fina, como si estuviera buscando algún indicio más claro de lo que había sospechado.

—He vuelto para llevarme unos bollos suizos —dijo Amelia, apoyándose ligeramente en el mostrador, mientras su mirada se detenía un segundo más de lo normal en Fina—. Y también porque olvidé algo importante que quería comentar.

Marta la miró, intentando mantener la calma.

—¿Sí? ¿Qué era eso? —preguntó con una sonrisa que intentaba ser relajada.

Amelia hizo una pausa dramática, como si estuviera saboreando el momento.

—Oh, nada grave. Solo quería preguntarte si vamos a organizar alguna reunión pronto. Siento que hace tiempo que no nos vemos en un ambiente más… personal —respondió con una sonrisa astuta.

Fina, que estaba cerca, pero fingía no escuchar la conversación, sintió que algo en la atmósfera cambiaba. Amelia estaba jugando con ellas, tirando de un hilo invisible que parecía amenazar con deshacer todo lo que habían intentado mantener en secreto. La mención de una "reunión personal" no era casual, y ambas lo sabían.

—Podría ser una buena idea —respondió Marta, sin saber exactamente a dónde quería llegar Amelia—. A veces estamos tan ocupadas que olvidamos darnos un respiro.

Amelia asintió, pero sus ojos estaban llenos de una especie de diversión interna. Parecía disfrutar del hecho de que tenía algo de control sobre la situación, como si supiera algo que Marta y Fina no querían admitir.

—Sí, un respiro nunca viene mal. Sobre todo después de noches largas y agotadoras, ¿verdad? —dijo Amelia con una entonación que no dejaba lugar a dudas de que estaba insinuando algo.

Marta sintió un leve rubor en sus mejillas, y Fina, aunque mantenía una fachada inmutable, sabía que Amelia estaba cerca de descubrir más de lo que querían mostrar.

—Sí… agotadoras… —repitió Marta, intentando mantener la compostura.

La conversación fue interrumpida por un grupo de clientes que entraron en la tienda, y Marta aprovechó la oportunidad para atenderlos, escapando momentáneamente del interrogatorio velado de Amelia. Sin embargo, Amelia no se movió de su lugar, observando todo con esa mirada analítica que la caracterizaba.

Cuando Marta terminó de atender a los nuevos clientes, Fina aprovechó el momento para acercarse a ella, fingiendo que necesitaba ajustar algo en el mostrador. Sus cuerpos quedaron cerca, y aunque no dijeron una palabra, el contacto entre ellas fue suficiente para que ambas sintieran esa conexión que compartían. Amelia, por supuesto, no pasó por alto ese pequeño gesto.

—Bueno, no quiero quitaros más tiempo. —Amelia finalmente decidió marcharse, pero no sin antes añadir—. Espero que descansen bien esta noche. A veces es necesario dormir, pero otras veces hay cosas más importantes que hacer. —La frase quedó suspendida en el aire, cargada de significado.

Marta la despidió con una sonrisa nerviosa, y cuando Amelia salió de la tienda, ambas se miraron en silencio. El ambiente estaba tenso, pero había algo más que tensión entre ellas. Había una complicidad, una sensación de estar compartiendo un secreto que, aunque peligroso, también las emocionaba.

—Creo que Amelia sabe más de lo que dice —comentó Fina en voz baja, sin dejar de mirar a Marta.

Marta asintió, suspirando.

—Sí, y no va a parar hasta que lo averigüe todo —dijo Marta, pasándose una mano por el cabello en un gesto de nerviosismo—. Pero, ¿qué vamos a hacer? No podemos seguir así mucho tiempo.

Fina se acercó un poco más, sus ojos fijos en los de Marta, llenos de una determinación que le daba una especie de confianza inquebrantable.

—Nosotras lo manejaremos —dijo Fina con firmeza—. No podemos dejar que nadie decida por nosotras lo que queremos.

Marta la miró, sintiendo cómo esa firmeza de Fina la envolvía, dándole una seguridad que hacía tiempo no sentía. Pero a pesar de todo, sabía que lo que estaba ocurriendo entre ellas era complicado. No era solo la cuestión de Amelia y Luisita, sino también el hecho de que Marta seguía siendo la jefa, y cualquier rumor podía poner en peligro más que solo su reputación.

La tarde siguió su curso, pero la conversación con Amelia seguía pesando en el aire. Cada vez que Marta y Fina se miraban, esa tensión que habían intentado mantener bajo control parecía subir un poco más de nivel. No era solo el peligro de ser descubiertas, sino también la intensidad de lo que sentían. Estaban en un terreno peligroso, y ambas lo sabían.

Cuando la tienda empezó a vaciarse, y ya casi no quedaban clientes, Marta decidió que necesitaban hablar. No podían seguir así, bajo la mirada constante de Amelia y Luisita, sintiendo que cada pequeño gesto podía ser malinterpretado o, peor aún, descubierto.

—Fina, tenemos que hablar —dijo Marta en cuanto el último cliente salió por la puerta.

Fina la miró, sabiendo que esta conversación era inevitable.

—Lo sé —respondió con calma, aunque en el fondo, sentía que algo importante estaba por definirse.

Marta caminó hasta la puerta, cerrándola para asegurarse de que nadie más entrara. Luego se volvió hacia Fina, quien la miraba con una mezcla de expectación y preocupación.

—No podemos seguir así —comenzó Marta—. Amelia ya está sospechando, y si sigue investigando, va a descubrir todo. Y no solo eso… Tú y yo… —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. No sé hasta qué punto podemos separar lo profesional de lo personal.

Fina la miró con seriedad, pero también con cariño.

—Marta, sé que esto es complicado, pero lo que sentimos no va a desaparecer solo porque intentemos ocultarlo. Y sé que no es fácil, pero no quiero que tengas miedo por lo que pueda pasar. —Fina hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Estamos en esto juntas.

Marta suspiró, sabiendo que Fina tenía razón, pero también consciente de que estaban jugando con fuego. El riesgo de ser descubiertas no solo podía complicar su relación profesional, sino también personal.

Finalmente, tras unos segundos de silencio, Marta asintió lentamente.

—Tienes razón. No podemos seguir ocultándonos, pero tampoco podemos dejar que esto lo arruine todo.

Fina la miró con una intensidad que Marta reconoció al instante. Era la misma intensidad con la que la había mirado la noche anterior, cuando todo había comenzado a cambiar entre ellas.

—Lo que importa es que sabemos lo que queremos, y lo vamos a manejar de la mejor manera posible —dijo Fina, y en ese momento, Marta supo que, aunque el camino sería difícil, lo recorrerían juntas.

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