Capítulo 16: Anhelos de Mujer

333 28 2
                                    

La tienda estaba sumida en un silencio cargado de sensaciones, roto únicamente por el eco de sus respiraciones entrecortadas. El sol comenzaba a colarse por las ventanas, llenando la pequeña cocina con una luz dorada que hacía que todo pareciera más irreal, como si estuvieran viviendo dentro de un sueño del que no querían despertar.

El roce de sus pieles, el calor de sus cuerpos, y el deseo palpable que había entre ellas, hacía que el aire mismo se volviera denso, difícil de respirar. Marta sentía sus sentidos a flor de piel, como si cada caricia de Fina fuera un incendio lento, consumiéndola por completo. A pesar del torbellino de pensamientos en su mente, no quería parar. No podía. 

Los dedos de Fina, firmes y suaves a la vez, habían desabrochado completamente la blusa de Marta. Sus manos, cálidas y seguras, recorrieron el torso de Marta, dibujando un mapa invisible en su piel que la hacía estremecerse. Marta, vulnerable como nunca antes, dejó escapar un suspiro entrecortado mientras su cabeza caía hacia atrás, cerrando los ojos. Quería dejarse perder en las sensaciones, olvidar el mundo exterior, olvidar lo correcto y lo incorrecto.

Fina, por su parte, se encontraba en un estado de euforia. Sabía que Marta estaba dejando atrás todas las barreras, y sentir esa confianza la hacía aún más irresistible. El roce de sus cuerpos era una sinfonía de anhelos no dichos, y mientras sus labios se encontraban, una y otra vez, más hambrientos que antes, Fina decidió que ya no habría vuelta atrás. La sujetó por la cintura, aferrándose a Marta con una intensidad que hasta ahora no había mostrado, queriendo hacerle sentir cada segundo, cada latido.

Sus bocas se movían con una desesperación que ninguna de las dos había sentido jamás. Los besos, que al principio eran suaves, ahora eran profundos, voraces. Fina mordió suavemente el labio inferior de Marta, arrancándole un gemido que resonó en la habitación. Ese sonido encendió algo más profundo en Fina, una pasión que no estaba dispuesta a contener. Sus manos bajaron por la espalda de Marta, trazando líneas de deseo hasta llegar a su cintura, donde la aferró con fuerza, atrayéndola más hacia sí.

Marta sintió el cuerpo de Fina tan cerca del suyo que parecía que no hubiera espacio entre ellas. Sus respiraciones eran rápidas, irregulares, y aunque sabía que no debían continuar, que aquello podía cambiar todo, no podía detenerse. Sus manos, temblorosas al principio, ahora eran seguras mientras recorrían la piel de Fina, acariciando cada curva, sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo.

—Fina... —murmuró Marta, apenas capaz de hablar entre los besos, pero sin ser capaz de decir más.

Fina sonrió contra los labios de Marta y bajó su boca hacia el cuello de ella, dejando un rastro de besos húmedos y calientes que hicieron que Marta arqueara la espalda y soltara un gemido bajo. Sus manos, antes titubeantes, ahora eran atrevidas, explorando el cuerpo de Marta con una seguridad que hacía que ambas se perdieran aún más en el momento.

El tiempo parecía haberse detenido en esa pequeña cocina, mientras ambas se sumergían en el deseo, en el anhelo que habían estado reprimiendo durante tanto tiempo. Marta, que siempre había sido la mujer correcta, la que seguía las reglas, ahora se encontraba al borde de un precipicio, pero no quería retroceder. Sabía que lo que sentía por Fina no podía compararse con nada de lo que había experimentado antes.

Las manos de Marta bajaron hacia la cintura de Fina, desabrochando su pantalón con dedos temblorosos pero decididos. Fina la observaba con intensidad, su respiración acelerada, su pecho subiendo y bajando mientras sentía el roce de las manos de Marta en su piel desnuda. No dijo nada, pero su mirada, oscura y cargada de deseo, lo decía todo. Fina la dejó hacer, disfrutando de cada caricia, de cada gesto.

Cuando el pantalón de Fina cayó al suelo, ambas quedaron frente a frente, con los cuerpos expuestos, vulnerables y llenos de anhelo. Marta no pudo evitar mirarla detenidamente, recorriendo su figura con los ojos, admirando cada detalle, cada curva. Fina, por su parte, la observaba con una mezcla de ternura y lujuria, como si aquel momento fuera lo más preciado que había experimentado en mucho tiempo.

El primer rayo del sol iluminaba el rostro de Marta, resaltando sus facciones suaves y sus ojos entrecerrados por el placer. Fina no pudo resistirse más. Se acercó, acortando la distancia entre sus cuerpos, y la besó de nuevo, pero esta vez fue diferente. Este beso no era solo deseo, era más profundo, más íntimo. Era un beso cargado de emociones, de algo que ninguna de las dos quería poner en palabras todavía.

Marta, al sentir la intensidad de ese beso, respondió con igual pasión. Sus manos recorrieron el cuerpo de Fina con más seguridad, mientras sus labios se movían en perfecta sincronía. El calor de los cuerpos, el deseo palpable, todo se mezclaba en una vorágine de sensaciones que hacía que Marta se olvidara de todo lo demás. En ese momento, solo existían ellas dos.

Fina, sin apartarse de Marta, la empujó suavemente contra la pared de la cocina. Sus cuerpos estaban tan cerca que sentían cada latido del corazón de la otra. Los labios de Fina dejaron los de Marta y bajaron hacia su cuello, mordisqueándolo suavemente, provocando un nuevo gemido de Marta, que se aferró a los hombros de Fina, sintiendo que el control sobre su propio cuerpo se desvanecía.

—No puedo... parar... —murmuró Marta, con la voz ronca, mientras sus manos bajaban por la espalda de Fina, buscando más contacto, más de ese calor que parecía consumirlas a ambas.

Fina, con una sonrisa cómplice, deslizó una mano por el muslo de Marta, subiéndola lentamente, disfrutando de cada segundo, de cada reacción que provocaba en ella. El roce de la piel de Fina contra la suya hizo que Marta se estremeciera. Cada caricia, cada beso, era como una descarga de electricidad que recorría sus cuerpos.

Marta, perdida en las sensaciones, dejó que su cabeza cayera hacia atrás, apoyándose en la pared mientras sus ojos se cerraban, completamente entregada a lo que estaba sintiendo. Fina aprovechó el momento para intensificar el contacto, deslizando sus labios por el cuello y bajando lentamente, dejando un rastro de besos que hacían que la respiración de Marta se volviera cada vez más irregular.

La cocina, iluminada por la luz del amanecer, parecía un escenario de ensueño, donde el tiempo no existía y donde solo quedaban ellas, perdidas en una tormenta de emociones y deseo. El mundo exterior, con sus reglas y expectativas, había dejado de importar. En ese momento, Marta y Fina eran solo dos mujeres que se habían encontrado en el momento perfecto, en el lugar perfecto, y que no estaban dispuestas a renunciar a lo que sentían la una por la otra.

Sabían que lo que estaban compartiendo en ese instante iba más allá de cualquier decisión racional. Era un momento de conexión profunda, donde los deseos, los anhelos y las emociones se entrelazaban en un baile que ninguna de las dos quería que terminara.

Dulces Secretos 🧁🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora