Lara se sentó en un banco del vestuario, secándose el sudor de la frente con una toalla. La competencia no había terminado aún, y su mente estaba dividida entre la euforia de haber completado su rutina y la ansiedad de lo que vendría después. Camila aún no había patinado, y todo podía cambiar en un instante.
Desde el rincón del vestuario, una pantalla mostraba la pista en directo. Camila se preparaba para salir al hielo. Estaba rodeada por su equipo, como siempre, y la sonrisa autosuficiente no había desaparecido de su rostro. Sabía que era buena, y sabía que todos lo sabían.
—Ahí va la diva —murmuró Clara, sentándose junto a Lara y mirando la pantalla—. Si cae, yo brindo con vos hoy a la noche.
Lara soltó una risa nerviosa.
—No sé si quiero que se caiga... Bueno, tal vez un poquito.
Ambas rieron, pero en el fondo, Lara sabía que las cosas eran más serias de lo que parecía. Camila era su principal rival, y aunque su relación era más bien hostil, no podía evitar sentir una especie de respeto por su habilidad.
La música de Camila comenzó a sonar, y ella despegó con una gracia impresionante. Cada movimiento era preciso, calculado al milímetro. Incluso Lara no pudo evitar admirar su técnica impecable. Era como ver una máquina bien engrasada en acción.
—Mierda... —murmuró Clara—. Está bien... demasiado bien.
Lara no respondió, pero sentía lo mismo. Camila estaba bordando cada salto, cada giro, y los jueces parecían estar encantados. Entonces, ocurrió lo inesperado.
Camila se preparó para su doble lutz, pero algo falló en el giro. El aterrizaje fue torpe, y aunque no cayó del todo, el tambaleo fue lo suficientemente notorio como para que el público emitiera un murmullo.
—¡Ahí está! —dijo Clara, emocionada—. ¡Dios, lo sabía!
Lara no dijo nada. Una parte de ella se sintió aliviada, pero otra parte sabía lo duro que era ese tipo de error en plena competencia. Camila continuó su rutina, pero el daño ya estaba hecho. Esa pequeña falla le costaría puntos.
Lara no podía dejar de mirar la pantalla, donde los jueces calculaban las puntuaciones. El error de Camila en su rutina le había dado una ventaja inesperada, pero aún no sabía si sería suficiente para vencerla. Su corazón latía rápido, como si estuviera compitiendo una vez más, y aunque intentaba calmarse, la ansiedad la tenía atrapada.
—Dios, ¿cuánto tardan en sacar los resultados? —bufó Clara, que también miraba la pantalla desde su lugar en el banco—. Es como si lo hicieran a propósito para hacernos sufrir.
Lara sonrió nerviosamente.
—Sí, podrían acelerar un poco... Me están matando.
En ese momento, Max apareció en la puerta del vestuario. Su presencia siempre la calmaba un poco, aunque él nunca se daba cuenta. Cruzó los brazos y la miró sin decir nada, evaluando la situación como si aún estuvieran en el entrenamiento.
—¿Cómo te sentís? —preguntó él, finalmente rompiendo el silencio.
Lara suspiró.
—Nerviosa. Quiero que den los resultados ya. Me va a dar algo.
Max asintió, sin moverse de la puerta. Su rostro seguía siendo el mismo de siempre: serio, casi imperturbable, pero Lara ya había aprendido a leer los pequeños gestos. Sabía que estaba orgulloso de su rendimiento, aunque no lo dijera abiertamente.
—Hiciste un buen trabajo —dijo él, con ese tono neutro que siempre usaba—. Ganés o no, estuviste impecable.
Lara levantó la mirada, sorprendida. No solía recibir elogios de Max tan fácilmente, así que esas palabras le dieron un pequeño empujón de confianza.
—Gracias —respondió, sonriendo levemente—. Aunque prefiero ganar.
Max soltó una breve risa nasal, pero luego se enderezó.
—El talento de Camila no es lo que me preocupa —dijo, mientras sus ojos iban hacia la pantalla donde las puntuaciones estaban por salir—. Es lo que ella representa en este mundo. Para los jueces, para los patrocinadores. Sabés que estas competencias no siempre se tratan solo de habilidad en la pista.
Lara asintió lentamente. Sabía que el patinaje tenía ese lado más oscuro, donde la política, los contactos y la imagen también jugaban un papel. Camila tenía a la prensa y a las marcas de su lado, y eso, aunque no lo quisiera admitir, la hacía más peligrosa.
—Pero eso no significa que no puedas ganar —continuó Max, mirándola directamente—. La diferencia la hace cómo enfrentás esa presión. Hoy lo hiciste bien. Seguí así.
Antes de que Lara pudiera responder, la pantalla cambió de nuevo y las puntuaciones comenzaron a aparecer. Primero las de Camila. El público en el estadio guardó silencio, expectante.
—Ahí va... —murmuró Clara, inclinándose hacia adelante en el banco.
Los números aparecieron uno a uno, y el murmullo en la sala aumentó. Camila había obtenido una buena puntuación, pero el error en el salto la había afectado más de lo esperado. No sería imposible superarla, pero todo dependía de cómo los jueces valoraran la rutina de Lara.
—Uf... —Clara dejó escapar el aire que estaba conteniendo—. No fue tan mal, pero no está tan bien tampoco. ¡Puede ser tuya, Lara!
Lara se frotó las manos, tratando de controlar el sudor frío que sentía en las palmas. La tensión en el ambiente era casi insoportable. Max seguía de pie en la puerta, mirando la pantalla sin moverse.
Finalmente, aparecieron las puntuaciones de Lara.
El estadio estalló en aplausos cuando los números subieron a la pantalla. La puntuación de Lara era superior a la de Camila, y aunque no por mucho, era suficiente para asegurarle el primer lugar.
Clara gritó, saltando del banco y abrazando a Lara con fuerza.
—¡Ganaste! ¡Ganaste! ¡Te dije que lo harías!
Lara la abrazó de vuelta, todavía aturdida. Había ganado. Todo el trabajo, los entrenamientos duros, las caídas, las dudas... todo había valido la pena. Sonrió, aunque las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos.
Max se acercó lentamente, con las manos en los bolsillos.
—No estuvo mal, ¿eh? —dijo, con esa media sonrisa que solo dejaba ver en momentos especiales.
Lara lo miró, todavía sintiendo la adrenalina en su cuerpo.
—¿Solo "no estuvo mal"? —preguntó, con una sonrisa.
Max la observó por un momento antes de asentir.
—Está bien, ganaste. Te felicito. Pero mañana volvemos al entrenamiento. No quiero que te relajes.
Lara rió entre lágrimas, sabiendo que ese era su modo de mostrar afecto. Para Max, nunca había un "descanso". Siempre había algo que mejorar, algo que afinar, y aunque eso a veces la agotaba, también la motivaba a seguir creciendo.

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Desliz
Fiksi RemajaEn el mundo del patinaje, donde cada movimiento cuenta y cada salto es un desafio, Lara se ha convertido en una estrella brillante, conocida por su elegancia y destreza sobre el hielo. Sin embargo, detras de su exito, se esconde un vacio que sólo el...