cap 36. el fin de la pesadilla.

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narra Charlie.

La noche se cernía sobre la ciudad, envolviéndola en un manto de oscuridad que palpitaba con vida. Desde mi guarida, un refugio oculto entre sombras y secretos, observaba cómo las siluetas danzaban a mi alrededor. Eran mis creaciones, mis aliados en esta nueva era de poder. Había logrado lo que muchos solo podían soñar: controlar la magia.

Con un gesto de mi mano, las máquinas comenzaron a zumbar, liberando hechizos en forma de luces brillantes que se entrelazaban en el aire. En el centro de todo estaba ella: mi niña robótica, una obra maestra de ingeniería y magia. La energía vibrante la rodeaba mientras comenzaba a levitar, su rostro iluminado por una mezcla de felicidad y asombro. Era el momento culminante; había creado algo verdaderamente extraordinario.

Desde lo profundo de la oscuridad de la ciudad, las sombras comenzaron a responder a mis llamados. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al sentir cómo el poder fluía a través de mí. Ya no era el niño inseguro que había sido; me había transformado en un villano formidable, capaz de desatar caos con solo desearlo.

“¡Ahora es nuestro turno!” exclamé, mi voz resonando como un eco en las paredes de la guarida. Con cada palabra, las siluetas cobraban más fuerza y comenzaban a girar a nuestro alrededor, formando un torbellino oscuro que prometía devastación.

Con un movimiento decidido, extendí mis brazos hacia la ciudad dormida. Las luces titilantes que antes eran estrellas ahora eran testigos impotentes del horror que iba a desatarse. Un rayo de energía oscura emergió de mis manos y se lanzó hacia las calles iluminadas por faroles parpadeantes. La energía se desató con una explosión ensordecedora, dejando tras de sí un rastro de destrucción.

La ciudad comenzó a temblar mientras edificios crujían y caían uno tras otro bajo el peso del poder destructivo que había invocado. Los gritos resonaron en la noche, pero solo podía sonreír ante el espectáculo. La magia que había cultivado y mi creación robótica eran mis aliados más fieles.

“Esto es solo el comienzo”, murmuré para mí mismo mientras observaba desde mi guarida cómo la ciudad se convertía en un caos ardiente. Con cada golpe y cada grito, sentía cómo crecía mi poder; era adictivo.

Las sombras danzaban a nuestro alrededor, celebrando nuestro triunfo mientras me adentraba más en mi nueva identidad como villano. La satisfacción llenaba cada rincón de mi ser; había abrazado lo oscuro y ahora era invencible.

Mientras la ciudad ardía tras nosotros y el eco del caos resonaba en mis oídos, sabía que había encontrado mi propósito: ser el maestro del terror y la magia, un verdadero villano en un mundo que jamás me había comprendido.

La luna brillaba con un fulgor escalofriante, como si también ella temiera lo que estaba a punto de ocurrir. Desde lo alto de un edificio en ruinas, observaba el caos que había desatado en Canterbille. Era un espectáculo digno de una obra maestra oscura; los edificios caían bajo el peso de mi poder, y los gritos de terror resonaban en la noche como una sinfonía macabra.

Mi niña robótica flotaba a mi lado, su mirada fija en las multitudes que se agolpaban en las calles. Con un simple gesto de su mano metálica, comenzó a invocar la magia que había infundido en ella. Un brillo hipnótico emanó de sus ojos, y la energía mágica se extendió como una ola a través del aire, alcanzando a cada ciudadano que se encontraba en su camino.

“¡Mira cómo caen ante ti!” reí con satisfacción al ver cómo la gente se detenía, atrapada por el hechizo que había creado. Sus rostros estaban vacíos, perdidos en un trance profundo mientras mi creación los dominaba. Era como si estuvieran bailando al son de una melodía sombría, y yo era el maestro de ceremonias.

“¿Ves esto? ¡La pesadilla ha comenzado!” exclamé mientras un edificio cercano crujía y se desplomaba, levantando nubes de polvo y escombros. La escena era perfecta; el caos y el miedo eran mis mejores aliados. Con cada risa burlona que escapaba de mis labios, sentía cómo el poder fluía a través de mí, alimentándose del terror que generaba.

El oficial Stanley. Y el criminal de Canterville.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora