Después de media hora, el silencio en la habitación era casi palpable. Sofía había dejado de llorar, y un rayo de esperanza iluminó mi corazón. Era el momento perfecto para acercarme y, con mucho cuidado, cargarla en mis brazos. Si estaba dormida, podría llevarla suavemente a la cuna de Molly, para que sintiera el cariño y el calor que tanto necesitaba.
Sin embargo, al ir hacia la caja donde había estado Sofía, mi corazón se hundió al darme cuenta de que ya no estaba allí. Una punzada de inquietud me atravesó cuando salí de la habitación de Molly y vi una figura pequeña caminando por el pasillo, directo hacia las escaleras. Era Sofía.
“Sofía, ¡espera!”, le grité, pero su voz resonó en mis oídos con un tono lleno de desdén. “¡Déjame en paz! Ve a donde tu niñita. Ella es la que te ama y te prefiere”, replicó con rabia.
“No es así”, respondí, tratando de calmarla. “Molly también te ama y te prefiere. No entiendo por qué estás tan triste”. Mi corazón se apretaba ante su dolor, pero sus palabras eran cada vez más hirientes.
Regresé con ella a la habitación de Molly, buscando una manera de calmar su tormenta interna. Pero Sofía se volvió más arrogante y grosera; su actitud era como un torbellino que no podía detener. La frustración crecía en mí mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.
Cuando finalmente volví a la cuna de Molly y me di la vuelta, mi corazón se detuvo: Sofía ya no estaba. En un instante fugaz, la vi en la caja de juguetes. Antes de que pudiera hacer algo para detenerla, desapareció entre los colores y formas del caos juguetón.
Sin pensarlo dos veces, corrí hacia la habitación de los padres de Molly. Aurora y Stanley estaban profundamente dormidos; sus respiraciones eran suaves y tranquilas. Con cuidado, me subí a la cama y me acerqué a Stanley, quien parecía tan ajeno a lo que estaba sucediendo.
“Sígueme”, le susurré urgentemente mientras movía mi mano hacia él. Sin abrir completamente los ojos, Stanley se levantó y me siguió hasta la habitación de Molly.
Una vez dentro, le conté rápidamente lo que había sucedido: cómo Sofía había desaparecido en la caja de juguetes y cómo al abrirla ya no estaba allí. Su expresión cambió rápidamente de confusión a preocupación.
“Debemos encontrarla”, dijo Stanley con determinación mientras comenzábamos a buscar por toda la habitación.
Narra Stanley.
Cuando Dominica y yo cruzamos el umbral de la misteriosa caja de juguetes, un destello de luz nos envolvió y, en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos en un lugar completamente diferente. El aire estaba impregnado de un dulce aroma a caramelo, y risas infantiles resonaban a nuestro alrededor.
Frente a nosotros, un enorme letrero brillaba con colores vibrantes: "Bienvenidos al Mundo de los Juguetes Olvidados". A nuestro alrededor, todo estaba hecho de juguetes: casas construidas con bloques de colores, árboles de peluche y caminos hechos de piezas de rompecabezas. Cada rincón era un festival de colores y formas que desafiaban toda lógica.
—¡Increíble! —exclamé mientras miraba hacia arriba, donde nubes esponjosas parecían hechas de algodón de azúcar.
Dominica sonrió con entusiasmo. —Pero, ¿dónde estamos? ¿Y cómo vamos a encontrar a Sofía?
Mientras explorábamos el lugar, notamos que algunos juguetes parecían tener vida propia. Un tren eléctrico zumbaba alegremente por una vía hecha de cintas adhesivas, mientras muñecos de acción conversaban entre ellos sobre sus aventuras pasadas. Sin embargo, la búsqueda por Sofía pesaba en nuestros corazones.
—Tal vez deberíamos preguntarles a esos muñecos —sugerí, señalando a un grupo que jugaba a las escondidas detrás de una torre construida con bloques.
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El oficial Stanley. Y el criminal de Canterville.
Action¡hey!, ‽qué tal lectores?, yo soy un criminal muy peligroso, también soy conocido por ser el presidente de Canterville y el comisario en jefe. mi nombre es Charlie y yo hago que Canterville sea una ciudad oscura y llena de maldad, pero para mi suert...