cap 30. el misterio de las cosas desaparecidas.

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Narra Stanley.

Me encontraba en mi oficina de la estación de policía, rodeado de informes y documentos que necesitaban mi atención. La luz del sol se filtraba a través de la ventana, creando un ambiente cálido y acogedor. Todo estaba en su lugar, o al menos así lo creía. Mi lapicero favorito, un regalo de mi abuelo, reposaba a un lado de mis papeles, listo para ser utilizado en cualquier momento.

De repente, Clarissa entró en la oficina con una expresión seria en su rostro. “Stanley, necesito hablar contigo sobre el caso de anoche”, dijo con urgencia. Sin dudarlo, dejé de lado todo lo que estaba haciendo; su preocupación era contagiosa.

Mientras hablaba, me sumergí por completo en nuestra conversación. Sus manos se movían con energía mientras explicaba cada detalle del caso. Era fácil perderse en su relato y olvidar el mundo exterior. El tiempo pasó volando y no me di cuenta de que había dejado mi lapicero olvidado en el escritorio.

Cuando finalmente Clarissa terminó, sentí que había algo que debía hacer. “Un momento, voy a buscarlo”, le dije mientras me giraba hacia mi escritorio. Pero al mirar, el lapicero había desaparecido. En su lugar, solo quedaba un espacio vacío donde antes había estado.

“¿Dónde está mi lapicero?”, exclamé sorprendido, buscando entre los documentos desordenados. Clarissa frunció el ceño y empezó a mirar alrededor de la oficina como si pudiera encontrarlo solo con desearlo.

“Tal vez lo dejaste en otro lugar”, sugirió ella con una leve duda en su voz. Pero sabía que eso no era cierto; nunca había dejado ese lapicero fuera de mi vista.

Revisé cada rincón del escritorio; nada parecía fuera de lugar excepto por esa ausencia inquietante. “Esto es extraño”, murmuré mientras movía papeles y carpetas sin éxito. La incomodidad comenzó a apoderarse de mí.

Clarissa se unió a la búsqueda, moviendo cosas rápidamente con determinación. “¿Alguna vez has oído hablar del fenómeno de cosas que desaparecen?”, preguntó con curiosidad.

“Sí”, respondí pensativo, “pero nunca pensé que me pasaría a mí”. Miré el espacio vacío donde debería estar mi lapicero y sentí una punzada de preocupación.

A medida que buscábamos, empezamos a recordar otros objetos perdidos en la estación: llaves olvidadas, gorras extraviadas e incluso un viejo reloj de pared que había desaparecido meses atrás. La idea de que hubiera algo más detrás de estas desapariciones me intrigó.

“Quizás haya algo más en juego aquí”, dijo Clarissa mientras miraba hacia la puerta como si esperara ver algo extraordinario aparecer.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda; la idea de un misterio me emocionaba y aterrorizaba a la vez. “¿Qué tal si investigamos?”, propuse con entusiasmo; el detective dentro de mí despertaba ante la posibilidad de resolver un enigma inesperado.

Clarissa sonrió ante la idea y asintió entusiasmada; juntos éramos un gran equipo para desentrañar misterios pequeños y grandes por igual. Decidimos interrogar a nuestros compañeros sobre sus propias experiencias con objetos desaparecidos en la estación…

La investigación comenzaría allí mismo; no podía dejar que un simple lapicero se interpusiera entre nosotros y la verdad detrás del misterio que estábamos a punto de descubrir.

Con la mente aún en el misterio de mi lapicero desaparecido, decidí que era hora de preguntar a mis compañeros si habían visto algo. Me dirigí al área común donde Jakob, James, Jackson, Kevin y Max estaban reunidos, disfrutando de un momento de descanso.

“¡Chicos!”, llamé su atención. “¿Alguien ha visto mi lapicero? Es el azul con detalles dorados”. Todos levantaron la vista, y sus expresiones variaron entre sorpresa y confusión.

El oficial Stanley. Y el criminal de Canterville.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora