Capítulo 2: Detrás de la máscara

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El peso de las responsabilidades de ser el vizconde Bridgerton comenzaba a aplastar a Anthony con más fuerza que nunca. Aunque su vida era un torbellino de decisiones, compromisos y expectativas sociales, la sombra de su padre siempre estaba allí, ineludible. Edmund Bridgerton había sido el modelo perfecto: un hombre respetado, amado por su familia, firme pero bondadoso. Anthony, a pesar de sus logros y de mantener a su familia unida, no podía evitar sentir que nunca llegaría a estar a la altura de su legado. Y, aunque lo ocultaba bien, ese temor lo consumía.

Una tarde, después de una larga reunión de negocios en White’s, Anthony se encontró en su despacho, solo. El silencio de la habitación acentuaba sus pensamientos más oscuros. Miró hacia el retrato de su padre que colgaba en la pared y sintió una oleada de inseguridad. Su padre había dejado una marca imborrable en la sociedad, y Anthony sentía que, por más que se esforzara, jamás podría llenar ese vacío.

"Todo lo que soy, todo lo que hago, es por esta familia", pensaba mientras sostenía una copa de brandy en sus manos. "Pero... ¿y yo? ¿Quién soy más allá de las expectativas? ¿Tengo derecho a desear algo para mí mismo?".

En lo profundo de su ser, Anthony sabía que había estado posponiendo el amor, no porque lo considerara innecesario, sino porque temía no ser capaz de amar con la intensidad y la devoción que su padre había mostrado hacia su madre. La idea de encontrar una esposa solo para cumplir con su deber, sin emoción ni pasión, lo sofocaba. Pero esa era la vida que había elegido, o más bien, la vida que creía que estaba destinado a llevar. El amor, según Anthony, era un lujo que no podía permitirse.

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Al otro lado de Londres, en la residencia Featherington, Penelope se encontraba en su habitación, oculta entre plumas y papeles, redactando el próximo número de Lady Whistledown’s Society Papers. Desde que había asumido este rol en secreto, había encontrado una manera de liberar parte de su frustración con la sociedad, pero el peso de su doble vida también comenzaba a cobrarle factura. Penelope había pasado toda su juventud sintiéndose inferior, eclipsada por las presencias brillantes y deslumbrantes de Daphne Bridgerton, de las hermanas más bellas y perfectas de la alta sociedad, y, más recientemente, por su propia madre y hermanas que no dudaban en señalarle sus aparentes defectos.

Siempre había sido "la simpática" o "la buena amiga", pero nunca "la hermosa" o "la deseada". Y aunque su ingenio afilado se plasmaba en sus escritos, donde podía decir lo que realmente pensaba de la superficialidad de la sociedad, en su vida cotidiana, Penelope se sentía invisible. Su amor no correspondido por Colin Bridgerton solo empeoraba la situación. Había pasado años soñando con un futuro junto a él, imaginando que algún día él se fijaría en ella. Pero con cada temporada que pasaba, con cada sonrisa de Colin que se dirigía a cualquier joven excepto a ella, Penelope comenzaba a perder la esperanza.

Esa noche, después de terminar su último artículo como Lady Whistledown, Penelope se observó en el espejo. La tenue luz de las velas iluminaba su rostro, y aunque se esforzaba por mostrarse fuerte y segura, en su interior una vocecita la atormentaba:

"Jamás serás lo que ellos buscan. Jamás serás suficiente para alguien como Colin".

Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, pero se las secó rápidamente. Había aprendido a ocultar sus sentimientos, a enterrarlos bajo la fachada de la joven amistosa y siempre dispuesta a escuchar. Pero el dolor de sentirse ignorada, de nunca ser vista realmente, era profundo. Y esa noche, por primera vez, Penelope sintió que tal vez Colin nunca sería el hombre que ella esperaba. Tal vez era hora de dejar atrás esa ilusión, aunque su corazón no estuviera listo para aceptar esa realidad.

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Los días siguientes, el destino volvió a reunir a Anthony y Penelope en diversas ocasiones. Uno de esos encuentros ocurrió en una tarde de paseo por los jardines de los Bridgerton. Eloise había invitado a su inseparable amiga a acompañarla, y Penelope, aunque siempre nerviosa al estar cerca de Colin, había aceptado. Sin embargo, fue Anthony quien la sorprendió esa tarde.

Mientras Eloise se entretenía discutiendo sobre sus nuevas teorías sociales, Anthony se acercó a Penelope. Ella, como era habitual, trató de mantener la compostura, aunque había algo en la presencia del vizconde que la ponía nerviosa.

—Señorita Featherington —la saludó Anthony, con esa formalidad que siempre lo caracterizaba—. Me pregunto, ¿alguna vez se ha sentido... atrapada?

Penelope lo miró, sorprendida. Esa no era la típica conversación que uno esperaba de Anthony Bridgerton.

—¿Atrapada, mi lord? —respondió, intentando descifrar la verdadera intención de sus palabras.

Anthony suspiró, algo que rara vez hacía frente a los demás. Pero, por alguna razón, sentía que podía hablar con Penelope de una manera que no lograba con otras personas.

—A veces siento que todo está decidido para mí. Mi vida, mis deberes... Incluso lo que se espera de mí como esposo y cabeza de la familia. Y aunque sé que es mi responsabilidad, no puedo evitar sentir que, en todo este proceso, me he perdido a mí mismo.

Penelope lo miró fijamente, sintiendo una conexión en las palabras de Anthony. Aunque sus vidas eran distintas, ambos compartían una sensación similar de ser insuficientes. Ella, siempre a la sombra de los demás; él, siempre bajo el peso de su apellido y su legado.

—Es curioso que diga eso, mi lord —dijo Penelope después de un momento de silencio—. A veces siento lo mismo, aunque de una forma diferente. En este mundo, parece que hay lugares ya designados para cada uno de nosotros, y a veces... esos lugares no son los que desearíamos.

Anthony la miró con una intensidad que Penelope no había sentido antes. Durante años, él la había visto solo como la amiga de su hermana, una presencia inofensiva en los eventos sociales. Pero en ese momento, Anthony comenzó a percibir algo más en Penelope. No era solo una joven tímida y modesta, sino alguien que, como él, lidiaba con sus propios demonios internos.

—No sabía que compartíamos esa sensación —comentó él, suavemente—. A veces pienso que nunca encontraré una verdadera conexión, algo real.

Penelope, sintiendo una oleada de vulnerabilidad, sonrió con tristeza.

—Tal vez... tal vez la conexión que buscamos no está donde esperamos encontrarla —dijo ella, sus palabras cargadas de una sabiduría que sorprendió a Anthony.

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Ese encuentro quedó marcado en la mente de ambos, aunque ninguno lo reconociera abiertamente. Anthony, por primera vez, había sentido una conexión genuina con alguien que no esperaba, y Penelope, aunque aún se debatía entre su amor por Colin y su creciente desilusión, comenzó a ver a Anthony bajo una nueva luz.

Ambos estaban atrapados en sus propios miedos e inseguridades. Anthony, convencido de que jamás podría ser el hombre que su padre fue; Penelope, resignada a la idea de que nunca sería suficiente para ser amada por alguien. Pero en esa tarde, en medio de sus vulnerabilidades compartidas, algo comenzó a cambiar, aunque aún no lo sabían.

El comienzo de un cambio (Anthony x Penelope?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora