Un año había pasado desde que Ares puso un pie en Zelmonia, un territorio consumido por el fuego y el caos. Durante esos doce meses, el nombre del coronel se convirtió en una leyenda entre las tropas y los sobrevivientes de la región. No había rincón donde su influencia no se sintiera, donde su presencia no dejara huella.
Zelmonia era ahora un terreno de guerra fría bajo su mando. En lugar de la anarquía que antes reinaba, había un orden brutal y preciso, uno que solo Ares Galanis podía imponer. Los rebeldes habían sido exterminados o sometidos, las facciones divididas reunificadas bajo su puño de hierro. La región, aunque aún destrozada, tenía una apariencia de estabilidad.
Cada misión que emprendió fue letal y eficiente, consolidando su posición como el líder más despiadado que la guerra había visto en años. No le importaba cuántas vidas se perdieran en el proceso, ni las consecuencias de sus decisiones. Para él, todo tenía un propósito: destruir lo innecesario y mantener vivos solo a los que merecían respirar.
★†★
Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, la vida en Phoenix había seguido su curso.
Emma, con 17 años, había conseguido destacar entre las mejores patinadoras del país. Su disciplina y pasión por el patinaje artístico la habían llevado a lo más alto, dejando a sus competidoras muy atrás. Entrenaba día y noche, motivada por la misma determinación que siempre había caracterizado a la familia Galanis. No le interesaba la fama, solo ser la mejor.
-Hermano, no puedo creerlo, -le había escrito en una carta a Ares-. Este año me han seleccionado para representar a nuestro equipo en la competencia internacional. Lo he logrado, como tú siempre dijiste que lo haría.
Pero Ares, aunque orgulloso en silencio, no le había contestado. Su mente estaba muy lejos de esos logros; la guerra demandaba su atención, y eso era todo lo que necesitaba.
Mientras tanto, Rachel, ahora con 21 años, había ascendido a teniente. Había demostrado ser una líder natural en las misiones más críticas de la FEMF, enfrentando peligros con coraje y determinación. Su promoción fue recibida con respeto, pero también con algo de recelo por parte de sus compañeros, que aún la veían como alguien bajo la sombra de Ares.
-Felicidades, Teniente James -le había dicho el general al entregarle su insignia-. Eres una de las mejores, no lo olvides.
Rachel había sonreído, pero en el fondo sabía que aún no había alcanzado lo que realmente deseaba. El coronel Ares Galanis seguía siendo su meta y su obstáculo.
En cuanto a Sam, su vida había seguido un rumbo diferente. Continuaba con sus estudios de medicina, algo que siempre había sido su pasión. Pasaba horas entre libros y hospitales, aprendiendo y mejorando cada día. Mientras sus amigos se involucraban en misiones peligrosas, ella construía su futuro en un mundo muy distinto al de ellos.
Rick, el antiguo general de la FEMF, había decidido retirarse del campo de batalla. Después de años de servicio, sentía que ya no tenía nada más que probar. Su salida fue tranquila y sin alardes. Ahora, como ex general, se dedicaba a una vida más simple, lejos de la violencia que había consumido gran parte de su vida.
Por otro lado, Luciana, seguía brillando en su carrera como científica en la NASA. Sus investigaciones en astrofísica la habían convertido en una de las mentes más reconocidas de su generación. Con su intelecto afilado y su ética inquebrantable, se dedicaba a descubrir los secretos del universo mientras sus amigos seguían sumidos en las guerras terrenales.
Tras un año de imponer su reinado de hierro en Zelmonia, había transformado la región en una máquina de guerra eficiente. Se sentía más vivo que nunca en el caos. Pero mientras sus amigos y seres queridos avanzaban en sus vidas, él permanecía en la oscuridad, gobernando con sangre y fuego, sin mostrar ni un rastro de humanidad.
ESTÁS LEYENDO
El dragón
Fanfiction"Ares Galanis, el enigmático líder de Los Dragones, se sentaba en su trono , sus ojos azules brillantes dominando la habitación con una autoridad implacable. Su cabello negro y despeinado caía sobre su frente, y su sonrisa era una mueca de desdén qu...