capitulo 33

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Tres meses después.

El cumpleaños número 22 de Ares finalmente había llegado, pero él lo sentía como cualquier otro día. Sin embargo, Giorgios y Ana habían aparecido inesperadamente para cenar con él. Decidido a no rechazar sus insistencias, aceptó, y los tres terminaron en uno de los restaurantes griegos más lujosos de la ciudad.

La cena fue agradable, o al menos así lo percibía Ana, que mantenía la conversación animada. El apenas participaba, respondiendo con monosílabos o asentimientos, mientras bebía su vino. Giorgios, por otro lado, se mostraba relajado, aunque vigilante de cada movimiento de todos.

Al terminar la velada, los tres regresaron a su mansión. Al entrar, Ana aprovechó el momento para sacar una caja elegantemente envuelta y se la extendió con una sonrisa.

-Feliz cumpleaños, Ares. Espero que te guste -dijo con entusiasmo mientras le entregaba el paquete.

Ares tomó la caja y la abrió. Dentro había un reloj exquisito, de diseño sofisticado, con el apellido Galanis grabado delicadamente en la parte posterior. Sabía que Ana había elegido algo que iba con su peculiar manía: grabar su apellido en todo lo que poseía.

-Lo hice especialmente para ti -añadió, emocionada-. Como sé que te gusta tener tu nombre en todo...

Ares miró el reloj por unos segundos, en silencio, luego asintió con la cabeza. No era necesario que dijera nada.

Giorgios se acercó y sacó su propio obsequio: una impresionante katana de hoja plateada que había traído de uno de sus viajes a Japón. En la hoja, cuidadosamente grabado, estaba también el apellido Galanis.

-Esto es para ti. Algo digno de un guerrero como tú -dijo, con una leve sonrisa-. No solo es una reliquia, sino que mandé grabar tu nombre para que quede marcado como parte de tu legado.

Tomó la katana, admirando brevemente la artesanía, pero sin mostrar ninguna emoción.

-No hacía falta -fue lo único que dijo, con un tono neutral.

Giorgios solo asintió, acostumbrado a la falta de agradecimiento verbal por parte de su líder. Sabía que su silencio lo decía todo.

Ana, queriendo romper el ambiente de frialdad, sonrió con ternura.

-Sabes que te queremos, Ares.

El susodicho ni la miró. Solo asintió, ignorándola mientras su mente vagaba en otros pensamientos.

Recordó el obsequio que le había llegado esa misma mañana, su "insufrible" hermana que no compartía su apellido, pero que siempre lo trataba como si lo fueran. El regalo era una foto de ambos cuando eran niños: Emma, usando sus medallas y su sombrero, mientras Ares la observaba en la imagen. Había una dedicatoria:

"Hermano que no lleva mi apellido, feliz cumpleaños. Lamento no poder hacer como siempre y es llenarte el rostro de besos mientras comes el pastel hecho por mí. Con cariño, Emma, o mejor dicho, tu insufrible."

Aunque jamás lo admitiría, esa foto la había guardado en su caja fuerte, bien lejos de miradas curiosas. No porque le importara... o al menos eso se decía a sí mismo.

Ana se acercó más, mirándolo con dulzura.

-Te quiero mucho.

No se molestó en responder. La ignoró por completo, como si no hubiera dicho nada. Se quedó observando la katana y el reloj, objetos que ahora eran parte de su colección, símbolos materiales que podían tener un valor superficial, pero que para él no significaban más que posesiones.

Su mente volvió a divagar, pensando en el poder, en los enemigos que aún quedaban por aplastar, y en lo que el futuro le deparaba. Emociones como el cariño o el afecto eran distracciones, y no permitía distracciones en su vida.

El dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora