capitulo 14

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La central de Grecia hervía de actividad. Hombres uniformados iban y venían, ocupados en las tareas del día. Pero, cuando Ares atravesó la puerta principal, una quietud casi palpable lo siguió. Sabían quién era. Ares, el prodigio que había salido de Afganistán luego de tres años en el infierno, con solo quince años pero con el semblante de alguien que había visto el rostro de la guerra.

Los soldados a su alrededor murmuraban en voz baja, no sabían cómo reaccionar ante su presencia. Para muchos, él era una leyenda, el "Pequeño Capitán", el apodo que el General León le había otorgado. Ares ignoraba esos murmullos, con la mirada fija al frente, las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta militar. Su expresión era impasible, sus ojos fríos como el acero, calculadores. No sentía nada por esas personas, para él, eran peones. Cada uno de ellos no era más que una herramienta a ser usada.

Atravesó el pasillo principal con paso firme, dirigiéndose directamente hacia las instalaciones de entrenamiento. Ni una sola vez vaciló. Había pasado por un infierno en Afganistán, y ahora solo deseaba retomar su entrenamiento. No le importaba lo que pensaran de él. No buscaba aprobación, afecto o comprensión. Para el la empatía era una debilidad, y que el apego a otros era solo una distracción que te hacía vulnerable.

Al llegar al área de entrenamiento, su mirada se encontró con la del General León. Era un hombre imponente, con una presencia tan fuerte que solo podía ser comparada con la de un león. Su nombre no era mera coincidencia. Los otros soldados lo respetaban, pero Ares, aunque no lo decía, sabía que el respeto no significaba nada para él. nunca había necesitado la admiración o el cariño de nadie, ni siquiera del General.

-Pequeño Capitán, has vuelto -dijo León con una sonrisa leve, algo cálida, como si viera en Ares un hijo al que había guiado y entrenado.

Ares se mantuvo firme, con el rostro imperturbable.

-General -fue todo lo que dijo, con una voz fría, carente de cualquier emoción.

El general observó al chico que alguna vez había entrenado con tanto entusiasmo. Sabía que algo en él había cambiado. Sus ojos ya no brillaban con la misma chispa que cuando llegó por primera vez. Pero no podía evitar sentir ese afecto paternal por él, a pesar de que sabía que Ares no correspondía esos sentimientos.

-Has hecho un buen trabajo en Afganistán. Todos aquí están impresionados con lo que lograste. Pero no todo se trata de la guerra, Ares. -León intentó una vez más alcanzar esa parte humana en él, esa que había visto alguna vez, aunque fuera una fracción.

-La guerra es todo lo que importa, General. Es lo único que mantiene la disciplina -respondió con una frialdad que cortaba el aire.

Rodríguez, el instructor que también había sido una figura importante en la formación de Ares, estaba parado a un lado, observando la interacción. Sentía lo mismo que León, un afecto profundo por ese chico que había demostrado ser más fuerte y determinado que cualquiera de los otros soldados que había entrenado. Pero también sabía que Ares ya no era el mismo.

Rodríguez dio un paso adelante. -Ares, vamos a comenzar el entrenamiento nuevamente. Sabemos que eso es lo que quieres, ¿verdad? -preguntó, aunque en realidad no era necesario. Ambos sabían la respuesta.

Ares asintió, sin molestarse en dar más explicaciones. El entrenamiento era lo único que le daba una sensación de propósito. No porque quisiera mejorar o demostrar algo, sino porque entrenar lo mantenía enfocado, lo mantenía afilado. En su mente, cada momento de debilidad podría significar su caída en la próxima batalla.

El resto de los soldados continuaba observándolo desde la distancia. Algunos lo admiraban, otros lo temían, pero Ares no sentía nada por ninguno de ellos. Para él, eran sombras, figuras que solo existían a su alrededor, pero que no influían en su mundo. El único que parecía importar, de alguna forma distante, era el General León, quien le había dado el apodo de "Pequeño Capitán". Pero, incluso ese apodo, aunque lo llevaba con cierto orgullo interno, no lograba penetrar la coraza que había construido alrededor de sus emociones.

El dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora