capitulo 16

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Estaba revisando algunos informes cuando su teléfono vibró en la mesa. El nombre de Emma apareció en la pantalla, iluminando el dispositivo. Frunció el ceño. No era común que ella lo llamara. De hecho, prefería que no lo hiciera. Tomó una respiración profunda antes de responder.

-¿Qué quieres? -preguntó con su habitual tono frío.

-Ares... te necesito -dijo Emma, su voz era suave, casi suplicante.

Ares apretó la mandíbula. ¿Qué podría necesitar de mí? pensó, fastidiado.

-No tengo tiempo para tus tonterías, Emma -respondió con indiferencia, ya planeando colgar.

-Por favor, hermano. Te necesito. Quiero verte -insistió ella, su tono más firme.

Ares permaneció en silencio por un momento. Había una urgencia en su voz que lo irritaba. Sabía que, en el fondo, Emma siempre había intentado mantener una conexión que él no deseaba. Sin embargo, había algo en su tono que lo hizo detenerse. Finalmente, exhaló con frustración.

-Está bien -cedió-. Iré. Pero no esperes demasiado.

El vuelo a Phoenix fue un mero trámite para Ares, acostumbrado a los viajes rápidos y sin complicaciones. Durante todo el trayecto, se cuestionaba por qué había aceptado ir. No soy el hermano que ella cree tener, pensaba constantemente, intentando convencer a su mente de que aquello era una pérdida de tiempo.

Al llegar, no podía evitar su desdén por la mansión James, una propiedad que a sus ojos no era más que una pocilga, carente de la grandeza que él consideraba esencial. Observó la estructura con desprecio antes de avanzar hacia la entrada, su paso firme y determinado.

La puerta se abrió rápidamente, revelando a su madre, Luciana, quien lo recibió con una sonrisa cálida y los brazos extendidos.

-Ares, hijo mío... -comenzó ella, intentando abrazarlo.

Pero Ares la esquivó con frialdad, pasando junto a ella sin siquiera mirarla. Sabía que ese tipo de afecto no significaba nada para él. Luciana se quedó de pie, herida por la indiferencia de su hijo, pero sin decir una palabra. Sabía que Ares no era alguien fácil de tratar, y mucho menos de amar.

Subió las escaleras sin pausa, sus pasos resonando en el vacío silencio de la mansión. Llegó hasta la habitación de Emma, encontrándola dormida, como si el mundo fuera un lugar pacífico. Ares frunció el ceño. No había venido hasta allí para perder el tiempo.

Tomó un vaso de agua de la mesita cercana y sin dudarlo, lo lanzó en la cara de Emma, despertándola de golpe. El agua fría la sobresaltó, y por un momento, no entendió qué estaba pasando. Pero cuando vio a Ares, su sorpresa se transformó en felicidad.

-¡Ares! -exclamó, lanzándose hacia él para abrazarlo.

Ares permaneció inmóvil, sin devolver el abrazo. Su expresión permanecía tan fría como siempre, pero Emma, ignorando su frialdad, apretó más fuerte, como si eso pudiera romper la coraza que su hermano había construido a su alrededor.

-Te extrañé -dijo ella con una sonrisa, sus ojos brillando de alegría.

-Lo dudo -respondió Ares, apartándola suavemente de él-. ¿Qué es lo que quieres, Emma?

-Solo quería verte -replicó ella, aún sonriendo.

Ares suspiró, cruzándose de brazos mientras la miraba, claramente irritado. Pero Emma no se desanimó. Para ella, la presencia de su hermano ya era suficiente, incluso si él no lo demostraba.

-¿Eso es todo? -preguntó impaciente.

Emma asintió, todavía sin borrar la sonrisa de su rostro. Sabía que su hermano era difícil, pero también sabía que, a su manera retorcida, se preocupaba por ella. Aunque él nunca lo admitiera.

El dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora