Rusia, seis meses después..
El frío era implacable en la central rusa, un gélido recordatorio de la brutalidad del entorno en el que Christopher se encontraba. Había llegado a este lugar con un solo propósito: entrenar, fortalecerse y superar a Ares James. El joven Morgan había dejado atrás las comodidades de la mansión familiar en Londres para sumergirse en un régimen de entrenamiento extremo, uno que pondría a prueba su mente y su cuerpo más allá de cualquier límite conocido.
Cada mañana, antes del amanecer, salía a correr por la nieve espesa, sintiendo cómo el aire helado le quemaba los pulmones. Las temperaturas bajo cero eran sofocantes, pero Christopher no se permitía un respiro. Los instructores rusos, curtidos por años de entrenamiento militar, no tenían piedad. Lo empujaban a sus límites, desafiando su resistencia física y mental. Las sesiones de combate cuerpo a cuerpo eran intensas, y aunque a menudo terminaba golpeado y magullado, no se permitía desfallecer.
-¿Es esto lo mejor que tienes, Morgan? -gruñía uno de los instructores mientras lo empujaba al suelo durante un entrenamiento de lucha-. Ares James ya estaría de pie, ¿y tú?
Esas palabras eran como una daga en el orgullo de Christopher. Ares, siempre Ares. No importaba dónde estuviera, la sombra del capitán prodigio lo seguía como un espectro, recordándole constantemente lo lejos que estaba de alcanzarlo. Pero eso no lo detenía. Si algo había aprendido en estos meses de brutal entrenamiento era que la única forma de superar a Ares era perseverar, avanzar sin descanso.
Cuando no estaba en combate, pasaba horas en el polígono de tiro, perfeccionando su puntería. Los instructores lo observaban, criticando cada movimiento, cada disparo que fallaba el blanco. Pero el joven Morgan se enfocaba, ajustaba su postura y corregía sus errores. No solo estaba entrenando su cuerpo, sino también su mente. Ares podía ser frío y calculador, pero Christopher iba a ser más rápido, más fuerte y más preciso.
Cada noche, en la soledad de su pequeña habitación en los barracones, miraba el techo y se preguntaba cómo sería el siguiente día. Cómo sería enfrentar a Ares cara a cara cuando todo esto terminara. Porque en el fondo, sabía que ese era su verdadero desafío. No importaba lo que lograra aquí, no importaban los elogios de los rusos; lo que realmente importaba era demostrarle al mundo, y a sí mismo, que él, Christopher Morgan, podía superar al chico que todos creían imbatible.
Antártida, central secreta de la femf.
A miles de kilómetros al sur, en un paisaje completamente diferente, Ares James estaba inmerso en su propia misión. La vasta extensión blanca de la Antártida se desplegaba ante él, un terreno hostil donde pocos humanos podían sobrevivir. Pero para el, esto era simplemente otro reto que estaba dispuesto a dominar.
La misión que se le había asignado era extremadamente delicada. La FEMF había detectado actividad inusual en la Antártida, en una región donde se creía que operaba un grupo criminal internacional conocido por su capacidad de esconderse en lugares inhóspitos. Según los informes de inteligencia, los khergin, una de las familias más poderosas en el tráfico de personas, estaban utilizando la Antártida como un punto de transferencia para sus operaciones. con su habilidad táctica y su mente fría, era el capitán perfecto para investigar y desmantelar esa operación.
Vestido con equipo especializado para soportar las bajas temperaturas, avanzaba a través de la nieve con un pequeño equipo de élite. No había tiempo para errores. Sabía que los khergin no solo eran astutos, sino también letales. Y aunque la mayoría de los miembros de su equipo confiaban en su experiencia, siempre actuaba como si no pudiera depender de nadie más que de sí mismo. Era su forma de ser: no confiar en nadie completamente, no mostrarse vulnerable ante ningún obstáculo.
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El dragón
Fanfic"Ares Galanis, el enigmático líder de Los Dragones, se sentaba en su trono , sus ojos azules brillantes dominando la habitación con una autoridad implacable. Su cabello negro y despeinado caía sobre su frente, y su sonrisa era una mueca de desdén qu...