𝑪𝒉𝒂𝒑𝒕𝒆𝒓 𝟑𝟖

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  -¿𝐎𝐭𝐫𝐚 𝐯𝐞𝐳 𝐯𝐨𝐬?

El sonido del celular vibrando en la mesa de luz me sacó de un sueño profundo. Abrí un ojo y me encontré con la pantalla encendida mostrando el nombre de Gio. Todavía medio dormida, lo atendí.

—Dale, Valen, ¿te vas a dormir todo el día? —la voz de Gio sonaba impaciente y cargada de esa energía que siempre tenía de más por la mañana.

Miré el reloj y casi me caigo de la cama. Eran las 8:28, y el plan era que ella me esperara en la terminal para ir a su casa juntas. Con un salto, me levanté y fui directo al baño. El agua de la ducha estaba fría al principio, y el escalofrío me despejó de inmediato. Me lavé rápido, sintiendo cómo el cansancio de los días anteriores se iba junto con el agua. Era la primera mañana de estas vacaciones, y quería disfrutar cada segundo.

Después de la ducha, me puse un buzo y unos jeans cómodos. Me miré en el espejo mientras me ataba el pelo en un rodete desprolijo, y respiré hondo, como preparándome para el día que me esperaba. Agarré el celular y le mandé un mensaje rápido a Gio para que supiera que estaba saliendo.

Tomé un taxi hasta la terminal, y ahí la vi: Gio, esperando con los brazos cruzados y ese gesto de "te dije que no llegabas". Apenas me vio, me tiró una sonrisa y me dio un abrazo fuerte, de esos que te hacen sentir en casa.

—Tardaste mil años, eh. —me dijo, pero en su tono había más alegría que reproche.

Le hice una mueca y nos subimos juntas al taxi. Mientras el auto avanzaba por las calles de nuestra ciudad, el paisaje se iba llenando de recuerdos que hacía tiempo no visitaba. A medida que nos acercábamos a los barrios y esquinas que conocíamos de memoria, empezamos a señalar las casas, los locales y hasta los parques que habían sido escenario de nuestra infancia.

—¿Te acordás cuando nos caímos de la bici en esa esquina? —le dije, señalando una calle donde solíamos jugar de chicas. La imagen de ambas con rodillas raspadas, entre risas y lágrimas, me sacó una sonrisa.

—¡Obvio! Y mirá, ahí está la placita donde nos escondíamos de tu mamá cuando nos llamaba para irnos a casa —respondió Gio, riéndose.

Era como si cada lugar tuviera una historia guardada, un pedacito de nuestra vida congelado en el tiempo. El taxista, que probablemente nos escuchaba, esbozó una sonrisa, pero nos dejó seguir en nuestra nube de nostalgia sin interrumpir. Giramos en una esquina y la casa de Gio apareció ante nosotras. Un poco más desgastada por el tiempo, pero igual de acogedora.

Cuando nos bajamos del taxi, la puerta se abrió antes de que pudiéramos tocar el timbre. La mamá de Gio estaba ahí, sonriendo con los brazos abiertos, y en cuanto nos acercamos, nos envolvió a ambas en un abrazo que era todo ternura y calidez.

—¡Ay, mis nenas! —exclamó, y en su voz había una mezcla de alegría y emoción—. ¡No saben cuánto las extrañé!

Nos soltó, pero se quedó mirándonos con una sonrisa llena de orgullo y nostalgia, como si estuviera viendo a esas dos nenas que solíamos ser y que ahora, de alguna forma, habíamos vuelto a ser por un momento. La casa de Gio tenía ese aroma familiar, entre el olor a café recién hecho y el perfume suave de los jazmines que siempre tenía en un florero en la entrada. Era como si el tiempo no hubiera pasado.

—Pasen, pasen, las estaba esperando con unas tortas fritas. No saben lo lindas que salieron, ¡parece que las hice pensando en ustedes! —dijo su mamá, llevándonos al comedor.

Gio y yo nos miramos, compartiendo esa complicidad que solo nosotras entendíamos. A medida que avanzábamos por el pasillo, volvíamos a reconocer cada detalle, desde los cuadros con fotos familiares hasta el mantel que usaban en cada reunión especial.

𝐂𝐞𝐫𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐓𝐢 - 𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨 𝐂𝐚𝐫𝐫𝐞𝐫𝐚-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora