Una opina que aquello no esta bien

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Era una tarde tranquila en el departamento de Gala y Karime. Para ambas, ese espacio compartido era su refugio, el lugar donde podían ser ellas mismas sin miedo al juicio de nadie. Estaban cocinando juntas y riendo por un chiste interno, cuando el sonido del timbre interrumpió el momento.

Gala frunció el ceño, extrañada, ya que nadie solía visitarlas sin avisar. Al abrir la puerta, se encontró cara a cara con su madre, quien le lanzó una mirada fría y dura, evaluando con un claro disgusto.

—¿Mamá? ¿Qué haces aquí? —preguntó Gala, intentando ocultar la sorpresa y la incomodidad en su voz.

Sin pedir permiso, su madre entró al departamento, mirando alrededor con desdén, como si lo que veía no estuviera a la altura de lo que esperaba. Al ver a Karime en la sala, ni siquiera disimuló su expresión de desaprobación.

—Señora, bienvenida —dijo Karime, intentando mostrarse amable a pesar de la hostilidad que percibía.

La madre de Gala le dedicó una breve mirada de desprecio y luego se dirigió exclusivamente a su hija.

—Necesito hablar contigo a solas, Gala —ordenó, en un tono autoritario.

Gala sintió cómo el ambiente se volvía pesado, pero asintió, llevándola a la cocina mientras Karime se quedaba en la sala, preocupada.

Una vez en la cocina, su madre no perdió tiempo en expresar lo que realmente pensaba.

—No puedo entender cómo llegaste a esto, Gala. ¿De verdad piensas que esto es una vida digna para ti? —comenzó, cruzando los brazos con una expresión de total desaprobación.

Gala la miró, incrédula y herida.

—Mamá, no entiendo por qué te molesta tanto. Karime y yo somos felices. Este es nuestro hogar —respondió, tratando de mantener la calma.

La madre de Gala la interrumpió con un gesto de la mano, claramente molesta.

—¿Hogar? ¿Esto? ¿Y con ella? Gala, siempre pensé que tenías metas, que querías algo mejor para tu vida, pero parece que prefieres conformarte con una... vida sin rumbo —dijo, sus palabras cargadas de veneno—. Esta relación solo te va a traer problemas y vergüenza. No puedo entender cómo te rebajas así.

Gala sintió un nudo en el pecho, pero antes de que pudiera responder, Karime apareció en la puerta de la cocina. Había escuchado lo suficiente y no podía quedarse callada.

—Señora, con todo respeto, Gala no se está rebajando a nada —dijo Karime, con un tono firme pero respetuoso—. Ella ha tomado sus decisiones porque la hacen feliz, y si realmente la quiere, debería apoyarla en eso.

La madre de Gala la miró con frialdad, casi con odio.

—No te metas en esto, Karime. Tú eres la razón de todo este desastre. Desde que apareciste en su vida, Gala ha cambiado, y no precisamente para mejor. Le has quitado todo lo que era importante y la estás alejando de su familia, de sus valores.

Karime mantuvo la calma, aunque las palabras le dolían profundamente. Sabía que la relación no había sido fácil para Gala, pero jamás se imaginó que su madre pudiera ser tan hiriente.

—Mamá, basta —intervino Gala, su voz temblando de indignación—. No puedes venir a mi casa y tratar a Karime así. Ella es la persona que amo, y si eso te molesta, entonces eres tú quien tiene un problema, no yo.

La madre de Gala negó con la cabeza, visiblemente enfurecida.

—¿Así es como me hablas ahora? ¿Por ella? —su voz se llenó de amargura—. Gala, estás ciega. Esta relación no te llevará a ningún lado. Solo espero que un día abras los ojos y te des cuenta de que estás cometiendo el peor error de tu vida.

En ese momento, Beba, la hermana de Gala, apareció en la puerta del departamento. Había llegado a visitar a su hermana y, sin querer, escuchó la conversación desde la entrada. Decidida a defenderlas, entró a la cocina con una mirada desafiante dirigida a su madre.

—Mamá, ya basta —dijo Beba, alzando la voz con firmeza—. No tienes ningún derecho a tratar a Gala y a Karime de esta manera. Si Gala está feliz con Karime, entonces eso es lo único que debería importarte.

La madre de Gala la miró, sorprendida por su intervención.

—¿Y tú qué sabes, Beba? Eres demasiado joven para entender —respondió, intentando minimizarla.

Pero Beba no se dejó intimidar.

—Sé suficiente para entender que lo único que estás haciendo es lastimar a Gala. Ella y Karime han construido una vida juntas, un hogar, y tú no tienes derecho a venir aquí y menospreciarlas así. Si realmente la amas, deberías aceptar que este es su camino.

Gala sintió un enorme alivio al escuchar a su hermana defenderlas de aquella manera, y se acercó a Karime, tomándola de la mano en un gesto de apoyo.

—Beba tiene razón, mamá. Esta es mi vida, y Karime es la persona con quien quiero estar. No voy a permitir que nadie, ni siquiera tú, me haga sentir que estoy equivocada por elegir mi felicidad.

La madre de Gala, atónita, miró a sus dos hijas. No esperaba esa reacción y, por un momento, pareció perdida. Sin embargo, la dureza en su rostro no se desvaneció.

—No puedo apoyarte en esto, Gala. Me duele verte destruir tu vida de esta manera, pero si eso es lo que quieres, allá tú. Yo no seré parte de este... error —dijo finalmente, en un tono cortante.

Con esas palabras, la madre de Gala se dio la vuelta y salió del departamento sin mirar atrás. El silencio que dejó fue abrumador, pero, al mismo tiempo, Gala sintió una liberación. Aunque había sido doloroso, finalmente había defendido su relación con la firmeza que merecía.

Karime, aún impactada, miró a Gala con gratitud y amor. Gala le devolvió la mirada, tomando su mano con fuerza.

—Gracias por estar a mi lado, Kari. Pase lo que pase, quiero que sepas que no me arrepiento de nada —dijo Gala, su voz cargada de emoción.

Beba se acercó y las abrazó a ambas, dándoles un gesto de apoyo que significaba el mundo para ellas.

—Para eso estoy, hermanita. Solo quiero que seas feliz —dijo Beba, con una sonrisa cálida.

Las tres permanecieron abrazadas, y en ese momento, supieron que, aunque algunas personas nunca aceptarían su relación, siempre contarían con el amor y apoyo de quienes realmente les importaban.

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