Siempre es nuestro hogar

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Después de semanas de reflexión, conversaciones y momentos agridulces, Gala y Karime finalmente se reunieron en la acogedora cafetería donde habían tenido su primera cita. La atmósfera era ligera, llena de risas y murmullos, pero en sus corazones ambas sabían que estaban a punto de dar un gran paso.

—No sé cómo ha sido estar separadas. —dijo Karime, revolviendo su café con un gesto nervioso—. Cada rincón de mi casa me recuerda a ti.

Gala asintió, sintiendo la misma nostalgia.

—Lo mismo me pasa a mí. A veces, siento que estoy en un lugar vacío sin ti.

Karime sonrió, su mirada brillando con la chispa de la conexión que nunca se había apagado.

—¿Te gustaría que volviéramos a vivir juntas? —preguntó Karime, con la esperanza reflejada en sus ojos.

Gala sintió que su corazón latía más rápido. Había estado pensando en lo mismo. La idea de compartir su espacio de nuevo la llenaba de felicidad.

—Sí, quiero eso. Quiero que volvamos a ser un equipo. —respondió Gala, sintiendo cómo la ansiedad se disipaba.

Karime extendió su mano y la tomó entre las suyas, un gesto simple pero lleno de significado.

—No importa lo que digan los demás. Solo quiero que estemos juntas, en las buenas y en las malas.

Gala sonrió, sintiendo una oleada de amor y apoyo.

—Y yo quiero construir ese hogar contigo de nuevo. —dijo, apretando la mano de Karime con fuerza.

Una vez que llegaron a un acuerdo, decidieron planear la mudanza. Se dividieron las tareas: Karime se encargaría de empacar sus cosas, mientras que Gala haría un inventario de lo que necesitaban comprar. La emoción llenó el aire y, por primera vez en semanas, ambas se sentían ligeras y felices.

Al día siguiente, comenzaron la mudanza. Con música de fondo y risas, empacaron cajas y decoraron el nuevo espacio. Mientras tanto, discutieron cómo querían que se sintiera su hogar.

—Me encantaría tener una pared llena de fotos nuestras. —sugirió Gala mientras colocaba un marco en la caja.

—Y una planta grande en la sala. Necesitamos algo de vida. —respondió Karime, su rostro iluminado por la idea.

Mientras organizaban cada rincón, la complicidad entre ellas crecía. Al final del día, después de haber vaciado casi todos los espacios de sus cajas, se sentaron en el suelo, exhaustas pero felices.

—Mira esto. —dijo Karime, abriendo una de las cajas y sacando un álbum de fotos. —Recuerdas este día en la playa?

Gala rió al ver una foto de ellas dos con trajes de baño, riendo y disfrutando del sol.

—Sí, cómo olvidarlo. Fue uno de los mejores días de mi vida.

Karime la miró con ternura.

—Creo que cada día contigo es un mejor día.

Gala sintió el calor subir a sus mejillas, pero en lugar de sonrojarse, se inclinó y le dio un beso suave en los labios.

—Yo también lo creo.

Cuando la mudanza estuvo completa, se sentaron en el nuevo sofá, agotadas pero satisfechas.

—Estamos de vuelta. —dijo Karime, mirando a su alrededor con una sonrisa.

—Sí, estamos de vuelta. —respondió Gala, sintiéndose en casa por primera vez en mucho tiempo.

La luz del atardecer entraba por la ventana, llenando la habitación con un cálido resplandor. Se acurrucaron juntas, disfrutando del silencio que solo se interrumpía por el suave murmullo de la ciudad afuera.

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