Hunter
Llevábamos un buen rato caminando hacia Selverkeep, y cada paso me llenaba con una mezcla de emociones. Por un lado, estaba el alivio de volver a casa, a un lugar que me era familiar. Pero por el otro, sentía ese molesto nudo en el estómago. Temía que regresar significara revivir recuerdos que prefería enterrar. Allí, entre tantos solares, siempre había sido el raro. Ahora, al volver, tenía una compañera a mi lado: Aria. No sabía si eso facilitaba o complicaba las cosas.
Por fin, una luz apareció a lo lejos, rompiendo la monotonía de los árboles. Al acercarnos, las partículas de energía flotaban en el aire, decorando el camino como pequeñas luciérnagas mágicas. El portal hacia Selverkeep se veía majestuoso, resplandeciente, como un arco dorado en medio de la nada.
Aria se detuvo, con la boca entreabierta mientras observaba el espectáculo frente a nosotros.
—¿Qué es eso? —preguntó, señalando la estructura dorada.
—El portal hacia Selverkeep —respondí, casi como si no fuera gran cosa.
Ella siguió mirando, completamente embelesada. Su expresión era la de una niña viendo nieve por primera vez. Lo admito: verla así era... diferente. No podía evitar notar cómo las luces del portal se reflejaban en sus ojos dorados, haciéndolos brillar aún más. Su cabello desordenado, recogido en una especie de moño descuidado, con mechones ondulados cayendo a los lados, le daba un aire despreocupado que la hacía parecer aún más real. Era imposible no mirarla, aunque lo hacía a escondidas.
"¡Hunter, contrólate!", pensé. Pero, ¿por qué estaba pensando eso en primer lugar?
—Cierra la boca, Aria. Se te va a meter un bicho —dije, fingiendo que no la había estado observando.
Ella chasqueó la lengua y me miró con una mueca.
—¡Eres insoportable! —reclamó, cruzando los brazos.
Caminé hacia el portal, pasando la mano por sus bordes dorados. Las partículas de energía se arremolinaban a nuestro alrededor como un baile sincronizado.
—¿Entramos? —pregunté, girándome hacia ella.
—¿Qué encontraremos ahí? —dijo con cierto temor, dando un pequeño paso hacia atrás.
—Un mundo nuevo —respondí, intentando sonar misterioso—. Es como una aldea o un pueblo pequeño.
Aria me miró con los ojos brillando de emoción, pero la dejé con la intriga.
—Mejor espera a entrar.
—¡Eres un maldito aguafiestas! —gruñó, frunciendo el ceño—. Nunca me quieres decir las cosas completas.
Me encogí de hombros con una sonrisa.
—Es más divertido que lo descubras por tu cuenta.
Ella me lanzó una mirada cargada de indignación.
—Siempre haces eso. —Se cruzó de brazos, resoplando como si estuviera a punto de dar un sermón—. Siempre dejas que me muera de curiosidad. ¿Sabes lo difícil que es para mí?
—Solo entra —le dije con un tono despreocupado.
—No me hables así —protestó, fulminándome con la mirada.
—¿Así cómo?
—Frío. Sé que no eres así, y la verdad estás haciendo que me enoje.
—¿Oh, sí? ¿Qué pasa si te enojas? —pregunté, divertido.
—Soy el diablo, Hunter. Y no quieres ver al diablo.
Me reí en voz alta, lo que pareció irritarla aún más.
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Detras de sus ojos
FantasyAria era normal hasta que la muerte de su hermana se asomo, nuevas incógnitas y preguntas se abren, ¿podrá salir viva y trinfadora de su batalla?